jueves, 2 de marzo de 2017

Florencia, día 4º

Muy buenas, familia.

Hoy tocaba sesión doble, como en los cines de antes, aprovechando que teníamos horas de autobús por delante. Que ya tocaba dormir un día. Vamos a ponernos al día con esto de contaros lo que hemos hecho en nuestro itinerario.

Hemos empezado el día pronto, que a las 07:30 teníamos que estar en el autobús, para emprender nuestro camino a Florencia. En el hotel solo ha funcionado el servicio de despertador el primer día, y el segundo ha sido algo tan técnico como que un hombrecillo se ha pasado por las habitaciones llamando a las puertas. Hoy ya ni eso. Menos mal que nuestros chavales estaban avisados y les habíamos insistido en que pusiesen su propias alarmas y nos hemos evitado disgustos como que una habitación no se haya despertado y así no ha tenido que ir Mª Ángeles en persona a sacarles de la cama, porque ni han oído su alarma, ni la primera vez que les han llamado a la puerta, ni las dos veces que les hemos llamado por teléfono a cada uno. Menos mal. Y tampoco ha hecho falta que les sacásemos algo del desayuno porque ya no les daba tiempo a pasar por el buffet. Menos mal.
Hemos conseguido estar a la hora prevista en el autobús, para emprender marcha hacia el nuevo objetivo de nuestro viaje, y el primer tirón ha sido espectacular. Mientras unos aprovechaban para poner al día el blog, otros entrenaban sus posturas de yoga, o de contorsionismo, o fetales, o como quieran llamarse esos nudos en que se convertían algunos a la búsqueda de una posición suficientemente cómoda como para relajar la mente y el cuerpo. Lástima que anduviésemos tan apurados con el blog, porque habría dado para hacer un homenaje a Morfeo más que interesante.
Tras la parada técnica en un área de servicio han sido menos los que se han entregado al descanso, y algunos de ellos nos han amenizado los 70 kilómetros que nos separaban de Florencia con una batalla de gallos, que es una especie de duelo en verso, a ver quién es más rápido e ingenioso a la hora de responder al contrincante. No eran las lindezas que se dedicaban Góngora y Quevedo en sus sonetos, pero al menos nos ha hecho más llevadera la tarea.
Nos presentamos en Florencia justo al mismo tiempo que conseguimos terminar el capítulo 3º de nuestro blog, tras haber fundido la batería del portátil y terminar la última parte escribiendo directamente desde el móvil; seguro que el estilo se ha resentido, pero suponemos que nos sabréis disculpar.
Paula, nuestra cómplice de Travelplan ha conseguido nuevamente que el guía en Florencia vuelva a ser Gabriel, con quien nos unen ya varios años de coincidencia, y es una auténtica suerte poder contar con él. No es ya solamente todo lo que sabe, con multitud de datos e informaciones precisas y rigurosas, es también la pasión que pone al contarlo, la entrega en su trabajo y la cercanía en el trato. Es un muy buen tipo. Si alguien puede condensar todo lo que ofrece Florencia en una visita de 1 hora y 45 minutos es él. Lo encontramos en el lateral del Duomo, y nos alegramos de verle. Solo falta que nuestros chicos aprovechen y escuchen con atención todo lo que les puede dar.
El Duomo es espectacular. Catedral de Santa María dei Fiore. Mármol blanco, rojo y verde, mezclados con una proporción perfecta. Una cúpula de ladrillo diseñada por Filippo Brunelleschi, que aligera el peso de la misma, después de muchas pruebas para evitar su colapso, y al final se decanta por una estructura doble, que permite aligerar el peso de cada una de ellas sin quitar un ápice de la majestuosidad que presenta tanto desde dentro como desde fuera. Hasta los 114,5 metros alcanza en el exterior, con un diámetro de 45,5 metros en el exterior. Y el campanario, diseñado por Ghiotto, con 84,7 metros altura. Y el baptisterio, con su planta octogonal y las Puertas del Paraíso de Ghiberti, en bronce, aunque las originales estén a buen recaudo en el museo de la Catedral, y siendo el primer momento de la historia en que se utiliza la perspectiva en el relieve o, al menos la primera vez con un resultado tan excepcional.











El trabajo de la fachada es sensacional. La manera en que está moldeado el mármol, casi como si fuera plastilina, como si fuese casi líquido y pudiese adoptar la forma que desees es asombrosa. Parece nata en lugar de mármol. Frente al estilo romano del baptisterio el gótico de la catedral es evidente. Los arcos apuntados, los vanos en los muros, las vidrieras y rosetones que vacían las paredes, la profusión en la decoración. La Virgen preside la entrada principal, rodeada de los doce apóstoles. Y sobre todos ellos, en el triángulo de las dos aguas del tejado, en el frontón, si nos ponemos precisos, la imagen de Dios, con el triángulo de la sabiduría sobre su cabeza, lo vigila, domina y supervisa todo. No es frecuente encontrarte con representaciones de Dios, pero esta es extraordinaria..




Ya en el interior, la cosa cambia. Apenas hay decoración en sus muros, fruto del espíritu de la Contrarreforma, para centrarnos en lo realmente importante, que es la relación con la divinidad. Si forzamos un poco, casi parece un edificio civil. De hecho, las primeras imágenes que decoran las casi vacías paredes son los bustos de los arquitectos de la catedral, de un organista, y una pintura que representa a Dante, florentino insigne y padre de la lengua italiana, sobre el fondo de la ciudad de Florencia a un lado y la representación del infierno, purgatorio y paraíso al otro. También hay representaciones de santos, pero no son muchas. Hasta que miras hacia la cúpula, claro. Una inmensa recreación del Juicio Final de Giorgio Vasari que, si no viniéramos de ver la Capilla Sixtina nos parecería mucho mejor. Pero ahora difícilmente soporta la comparación. De lo que no hay duda es de que es la más extensa representación de pintura religiosa, sin entrar en cuestiones de calidad.






Y el reloj que corona la puerta de salida. Como todos los relojes, indica la hora, hasta 24. Pero solo cuenta el día, no la noche, que para él no existe. Distribuye esas 24 horas en las horas de luz, con lo que demostramos que el tiempo es relativo, de mayor duración esas horas en verano que en invierno. Cosas de no existir los relojes atómicos aún que consiguen precisar el tiempo, convirtiéndolo en algo científico, quitándole el encanto de su velocidad o ralentización dependiendo de con quién estemos.




Ya en exterior, nos quedamos maravillados con la sensación de agrupar en un golpe de vista la cúpula con el campanario, que por cuestiones de perspectiva, parece superarla en altura. Nos dirigimos hacia el centro histórico de la ciudad, aunque en realidad solo queda de ello un arco de entrada, simbólico, que recuerda que allí estaba situado el foro de la Florencia romana. No queda prácticamente ni un resto romano en toda la ciudad. Apostaron por construir una ciudad nueva pagando el precio de eliminar su pasado. Queda esta plaza como recuerdo de aquello.




Gabriel nos lleva ahora hacia Orsanmichele, la antigua lonja de grano, precursora de nuestra Bolsa de Valores actual. Fue reconvertida en iglesia, y a partir de ahí decorada como tal. Destaca el tabernáculo de Santa María de las Gracias, obra de Andrea Orcagna, del siglo XIV, con un estilo donde apreciamos rasgos orientalizantes; destaca el trabajo realizado con el manto que circunda la imagen de la Virgen que, siendo de mármol, parece auténtica tela, con sus pliegues totalmente realistas. También tenemos una parada obligada a la izquierda del altar, donde se encuentra un grupo escultórico de la Sagrada Familia. Pero se han cargado al bueno de San José, y han puesto a Santa Ana. Será que las abuelas se ocupaban más de los hijos que los padres en aquellos tiempos. Para nosotros es especial también, ya que nos recuerda otros viajes y otros tiempos. Será que nos hacemos mayores.












Volvemos a la calle, y nos encontramos en el mercado de la Paja, aunque en la actualidad lo que se vende allí son artículos de piel y cuero, que son afamados en Florencia.también conocido como la Logia del Porcellino, gracias a la figura de un jabalí que también tiene su rito. Regresar a Florencia depende de que aciertes a que una moneda puesta en su lengua se deslice hacia una rejilla y se cuele por sus ranuras. Si no, no regresas. Eso dicen. Alguno lleva sin echar la moneda desde el 2003 y ya ha vuelto unas cuantas veces. Pero no destrocemos los cuentos, que nos ayudan a soñar, a volar, a jugar a que las cosas saldrán siempre como queramos. Que nos perdemos. Cumplimos con el rito, deseando que se haga realidad, y continuamos con la visita. Si seguimos rectos, llegamos hasta Ponte Vecchio. Lejos en el tiempo han quedado sus carnicerías y despojos arrojados al Arno, hasta la construcción del pasaje elevado que comunica el palacio del Gran Duque Cosme I de Medicci con la galería de los Uffizzi, para evitar que se cruzara con la gente que le podía incomodar. Es el llamado Corredor Vasariano, en honor de Vasari, el arquitecto Giorgio Vasari, en 1565. Desde entonces solo hay joyerías, de muchísima calidad, y con unos precios acordes com su calidad. Disfrutamos de la vista del Arno desde el centro del puente, y continuamos la visita hacia la Plaza de la Signoría, máximo exponente del poder de Florencia en su periodo dominante, con su palacio fortaleza, la Logia delle Muse, David presidiendo la plaza, aunque no se encuentre en el centro de la plaza, anulando la presencia de otras tallas, como Neptuno, de Amanatti, conocido como "Il Biancone"por seguir pareciendo un bloque de mármol en lugar de una estatua, actualmente vallado para su restauración. Ni qué decir tiene que no le llega ni a la suela de los zapatos el grupo de Hércules y Caco, apodado "el saco de patatas" por la dureza de sus formas y el desastre de la expresión de su cara. Otra cosa es la estatua de Cosme I a caballo, obra de GiamBologna, en bronce. O de las piezas expuestas en la Logia de las Musas, donde destaca Hércules luchando con el centauro Neso y el rapto de las Sabinas, de Giambologna ambas. Y quien merece consideración aparte es Perseo, que acaba de degollar a Medusa, que yace a sus pies mientras se desangra y su cara muestra la expresión de quien jamás pensó que su enfrentamiento iba a acabar así. Benvenutto Cellini es el responsable de semejante maravilla, fundida en bronce en una sola colada. Y quedó perfecta. Seguro que al terminar se fumó un puro.





















Ahí nos despedimos de Gabriel, emplazándonos hasta el año que viene. Son las dos y cuarto de la tarde, y nos planteamos dar solución al primero de nuestros problemas, que es el de comer. Nos citamos a 15:45 para devorar Florencia en algo más de dos horas y media. Tras retratarnos en un fuerte contraluz, pero donde se aprecia perfectamente la imponente figura del Campanille y la cúpula al fondo. que a nosotros ya nos tenemos muy conocidos, nos dirigimos hacia la Galería de la Academia, a rendir culto a Miguel Ángel. Lo mejor de todo es que, cuando pensábamos que la mitad del tiempo de esta tarde se nos iba a ir en la fila de entrada, nos encontramos con que no había absolutamente nadie en la puerta. Tanto era así que pensamos por un momento que estaba cerrado. Pero no. Pasamos directos, después de los pertinentes y exhaustivos controles de metales y escáneres a nuestras mochilas y personas. Incluso tuvimos tiempo para que a una de las nuestras le afearan ir masticando chicle con toda la boca abierta, con ese estilo que tienen en Italia de hacer las cosas, pareciendo que resaltaba su belleza, le afeaba la conducta. Unos genios en esto de los requiebros.
Entramos, y David nos esperaba al girar a la derecha. Imponente, enorme, firme, perfecto, tenso, pensante, midiendo la fuerza necesaria para acertar al gigante con las piedras que guarda en su mano. Sabiendo que no tendrá una segunda oportunidad. Impresiona el trabajo realizado por el autor, lo sutil de las venas marcadas en las manos y brazos, la fuerza del cuello girado, con los tendones marcados. El contraposto que ondula todo el cuerpo y le dota de movimiento. el moldeado de sus músculos, glúteos y espalda. Y hay quien dice que la mano es demasiado grande. Nos pasaríamos horas mirándolo, rodeándolo, y no terminaríamos nunca de encontrar nuevos detalles. Pero hay que seguir, cruzamos el resto de las salas de la Academia, pero ninguna nos lleva a borrar de la memoria la imagen de David. Tan solo los Esclavos que jalonan el pasillo hacia el rey podrían haber estado a su altura. Lástima que solo fueran bocetos inacabados, porque las figuras parecen querer escapar de las piedras en que están encerradas. Nos vamos.












Volvemos sobre nuestros pasos hacia el Palazzo Vecchio para buscar de nuevo Ponte Vecchio, camino del Palazzo Pitti, para poder apreciar el cambio entre el gótico de la Catedral y el humanismo renacentista que pone fin a la Edad Media. Todo a la medida del ser humano, con un edificio mucho más ancho que largo, tan solo tres alturas, pero una fachada que no hay manera de incluir en una sola foto, con lo que el concurso este año queda desierto, desafortunadamente. Regresamos buscando el siguiente puente para tener la imagen del Arno con Ponte Vecchio al fondo, aprovechando los huecos entre los coches que cruzan. Buscamos la iglesia de la Santa Croce, donde otras veces comenzamos nuestra visita a Florencia. Les hablamos de las tumbas de las grandes personalidades que allí hay, y de Dante, quien a pesar de tener su parcelita en propiedad prefiere el retiro en Rávena, resentido con Florencia por haberlo desterrado a causa de las intrigas palaciegas. No me quisisteis en vida, pues tampoco en la muerte. Y así lo refleja la escultura que hay al lado de la iglesia, con el rostro de enfado, de reproche, de ahí os quedáis. Y, aunque hemos andado menos que en Roma, el cansancio se acumula, y cualquier momento y sitio es bueno para descansar incluso unos minutos sueltos.









Y desde allí nos vamos hacia el autobús, sabiendo que con el tiempo que teníamos, le hemos sacado todo el jugo posible a una ciudad como Florencia, que necesitaría otro día más para disfrutarla más a fondo. en casi una hora nos plantamos en Prato, donde nos espera nuestro hotel, y antes, un paseo para buscar una pizzería donde cenar, con una versión de la ruleta rusa de me pido la primera que vea y luego veré si he acertado con mis gustos protagonizada por uno de nuestros chicos. Y entre unas cosas y otras, son más de las 23:30 cuando nos podemos poner a esto. Me da que lo terminamos en el autobús al día siguiente, que mañana nos levantamos a las 7:15 para a las 8:30 estar en el autobús camino de Pisa y Padua.

Un abrazo,

Mª Ángeles y Javier.

2 comentarios:

  1. Trabajar el mármol hasta la perfección de esa manera que lo hacían, además con los medios que tenían, las horas y el esfuerzo que le dedicaron los maestros artesanos es espectacular e impresionante, y disfrutarlo miles de años después, maravilloso!!
    Esos glúteos.... perfectos!!

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  2. Es in lujo poder leer vuestro dia a dia contado de manera, creo, muy dificil de superar. Disfrutamos con vosotros y cadi casi estamos alli... Ademas revivimos algunos lugares ya casi olvidados. Muchas gracias Javier y MAngeles. Seguid disfrutando.

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