viernes, 3 de marzo de 2017

Pisa y Padua, día 5º

Muy buenas, familia.

Es el momento de contaros lo que hemos hecho hoy.
El día se presentaba por delante como un día de autobús, empezando a las 8:30 para ir hacia Pisa y su campanario inclinado, y terminar el día con la visita a Padua y la basílica de San Antonio, llegando hasta Monastier di Treviso para dormir lo más cerca posible de otro de nuestros objetivos: Venecia. Pero eso ya será el viernes.
El desayuno es bastante flojo, pan atrasado, una bandeja con un croissant por cabeza en cada mesa y biscotes de pan para poder poner con mermelada. Algo de fiambre y alguna fruta. Poco más. Esto no contribuye a mejorar la mala imagen que ya teníamos del hotel, con un solo ascensor demasiado pequeño, sin rampa de acceso para las maletas y con algunas ventanas que no terminan de cerrar demasiado bien. Vamos, para no recomendar.
Nos espera una hora y media hasta Pisa, tiempo muy bien aprovechado por la mayoría como ya habéis visto en el anterior post, y por otros para ponerse al día con el blog. En cuanto llegamos a Pisa es el momento de correr. Tenemos un poco menos de 3 horas para ver todo lo que podamos, y ahí hay que incluir el tiempo de la comida. Nos adelantamos al grupo para sacar las entradas de acceso a la torre, a la catedral y al baptisterio, y le asestamos un estocada casi definitiva a nuestro mermado fondo común. 581 € se quedan en Pisa. Solo la torre son 18 € por persona, una manera como otra cualquiera de reducir los visitantes y de tratar de protegerla. Sube menos gente, y los que suben ayudan mucho a sufragar los gastos de mantenimiento. Tenemos la entrada a las 10:45, y antes hay que ir a la consigna para dejar las mochilas y bolsos. Y pasar otro estricto control de metales. Conseguido todo esto, 294 escalones nos separan del nivel de las campanas, desde donde poder apreciar los casi 4º de inclinación de la torre. Esto ya no es nada para nosotros, y en menos de 10 minutos nos plantamos allí. La sensación para los que tienen algo de reparo a las alturas es mayor que en la cúpula de San Pedro, a pesar de ser más baja; la barandilla es una reja, fuerte sí, pero que desde el nivel del suelo permite ver el vacío, y al moverte hace que la sensación sea intensa. Coincidimos en la cima con una familia cuya hija cumple hoy 8 años, y en una especie de donut le colocan las velas y le dan la sorpresa de cantarle el cumpleaños feliz allí mismo, a lo que se suman nuestros chicos con mucho ánimo. Quedó hasta bonito. Y entre unas cosas y otras, ya es hora de bajar.































 
Nos vamos hacia la catedral, de estilo románico pisano, iniciada en el siglo XI, donde destaca el mosaico de Cristo en majestad del ábside, obra de Cimabue, pero que ahora no se puede ver porque está tapado por los trabajos de restauración de la cúpula aunque han colocado un trampantojo que cumple bastante bien su función. Y el púlpito de Giovanni Pisano, del siglo XIV. También son interesantes sus vidrieras, y el artesonado de la nave central. El paseo en su interior es ligero, pues también queremos entrar en el baptisterio y se acercan peligrosamente las manecillas a la hora de mediodía. Observamos la figura de San Juan Bautista en el centro de del edificio, de planta ortogonal, en el centro de la pila bautismal. Llama la atención la nula decoración en el interior del templo. Subimos a la planta superior, desde donde esperamos poder escuchar el pequeño canto que hace una de las vigilantes cada media hora para poder apreciar la perfecta acústica del edificio. No sabemos por qué, hoy se retrasa la buena señora, y cuando ya creemos que no lo va a hacer y comenzamos a bajar, se dirige al centro y entona unas notas que se proyectan hacia el techo y reverberan por toda la sala, pareciendo que son varias personas las que cantan. Lástima que a algunos les ha pillado ya en las escaleras, porque es algo realmente llamativo.






















Es el momento de dejarles tiempo para comer y quedamos en volver a vernos a las 12:50 para unirnos al resto del grupo y marchar al autobús, que promete ser un buen anfitrión para la siesta.



A eso de las 17:15 llegamos a Padua, donde lo más destacable es la basílica de San Antonio, el santo predicador muerto en el 1231 y canonizado en 1260. Es un centro de peregrinación para venerar las reliquias conservadas, a saber: la lengua, la laringe y la mandíbula. El edificio es una mezcla de estilos, de casi todos los estilos que se conocen, fruto de las múltiples revisiones y ampliaciones de la basílica. Un paseo relajado y tranquilo por su interior, fijándonos en la gran cantidad de exvotos y agradecimientos que hay por ayudas conseguidas por la intercesión del Santo. También es un espacio muy tranquilo e acogedor el claustro adosado a la basílica, donde ya podemos apreciar que ha anochecido, y que ya es hora de marcharse. Nos da tiempo aún para hacer una foto a la escultura ecuestre del Condottiero Gatamelatta, que es una obra maestra del bronce.











































Apenas 45 minutos nos separan del hotel Villa Fiorita, que ha sido remodelado y han hecho una recepción mucho más acorde a lo que merece su calidad. Nos espera una cena común, en todos los sentidos: un arroz con verduras, un filete de lomo con jamón cocido y queso con una guarnición de guisantes que ha vuelto a los corrales casi intacta, y de postre una panna cota correcta.

Mañana debemos estar en el desayuno a las 7:00 para adelantarnos a dos grupos bastante numerosos de estudiantes con los que compartimos alojamiento, y  a las 8:00 salimos hacia Venecia. Pero eso ya os lo contamos mañana.

Un fuerte abrazo,

Mª Ángeles y Javier.

3 comentarios:

  1. Este 'pequeño' diario de viaje es un magnífico regalo para los chicos y, con el paso del tiempo, les ayudará a rememorar los buenos momentos vividos que, en otro caso, se irían desvaneciendo.
    Gracias por vuestra dedicación.
    Como dice Rosi, solo falta que poseis con ellos para que permanezcais en ese recuerdo.

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  2. Totalmente de acuerdo.
    Falta una foto de grupo con Todos!! Incluido el narrador

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  3. Hola a todos.Soy Esther,madre de Ángela.Me sumo a los agradecimientos anteriores y aparte de vuestra labor como educadores en el colegio,también quiero daros las gracias por cubrir esta otra faceta sustituyéndonos a los padres y cubriendo sus necesidades apoyándoles si tienen algún problema.
    Gracias por la confianza que les ofrecéis.Nuestra tranquilidad es absoluta sabiendo que nuestros hijos están en buenas manos.
    Gracias María Ángeles y Javier.

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