viernes, 16 de febrero de 2018

Florencia, día 4º

Muy buenas, familia.

Ya sabemos que a muchos os gusta desayunar mientras leéis nuestras andanzas, pero hay una ley que es inexcusable e inevitable. La de la naturaleza. Y el sueño es un amigo al que no se le puede hacer esperar demasiado tiempo, y ya llevamos 4 días dándole esquinazo varios días, pero al final anoche nos encontró. Y, como estas visitas que no ven que son eso, una visita, y que después de un ratito ya debería marcharse, anoche vino cuando todavía estábamos clasificando las fotos y se quedó hasta el desayuno. 

así que ahora andamos aprovechando los tiempos en autobús para ir actualizando el blog, y eso hace que llevemos algo de retardo. Y que cueste ponerse a recordar Florencia cuando acabas de estar en Pisa, y pensar en el desayuno de ayer si ya casi no te acuerdas del de hoy. Venceremos al sueño en que han caído casi todos los pasajeros del autobús y os pondremos al día, que ese será otro capítulo.

El último desayuno en Roma cerró el círculo y volvió a sus orígenes, aunque no había croissants rellenos, por lo menos esta vez eran recientes, y abundantes, igual que el bizcocho. Ya nos perdonaréis los que echéis de menos la descripción de lo salado, pero nosotros a esas horas somos muy de dulce. Sí que se veía que había huevos revueltos, salchichas, y algo de pavo o jamón cocido y yogures. Nuestros platos parecían una cata, uno de cada, excepto de croissants, que había más, ya que al ser recientes había que comprobar que estuviesen bien horneados todos. Y eso que era pronto; las 6:30 de la mañana cuando ya estábamos en el comedor. Pero siempre es mejor estar preparados para lo que venga, y mejor que te pille con energías de sobra.

Ya con las maletas en el autobús, cogemos la autopista hacia Florencia, poco más de 3 horas de viaje que se les pasa en un sueño a la mayoría. Mejor dicho, en dos, porque hay que hacer una parada a las dos horas, y se reengancharon a la actividad anterior en cuanto volvimos a subir.

Al llegar a la esquina entre el Baptisterio y la Catedral nos estaba esperando ya Gabriel, el guía local que nos iba a explicar los aspectos más importantes de la ciudad. Es ya un viejo conocido nuestro, después de varios años de disfrutar sus completas y amenas explicaciones.

Comenzamos la visita de inmediato, abordando la explicación del Duomo, tanto de su historia como de sus características artísticas. Destacan los colores del mármol, verde, blanco y rojo que se van mezclando geométricamente conforme al mismo patrón. Es el periodo final del románico florentino, comenzando a construirse en el siglo XIII y acabándose en el XVI. Eso hace que sena varios los directores de la obra, y que cada uno deje su sello aun sin perder la homogeneidad de la obra. El Dumo es diseño de Arnolfo dei Cambio, la cúpula es obra de Filippo Brunelleschi mientras el Campanile es obra de Giotto di Bondone. La cúpula les supuso bastantes quebraderos de cabeza, al no conseguir que se sostuviese a causa de su diámetro (en realidad es anchura, ya que es de planta octogonal, y al final lo resolverá Brunelleschi mediante la construcción de una doble cúpula, la externa, mucho mayor, que reposa sobre la interna que descarga y distribuye el peso hacia los  poderosos y robustos muros románicos. Así la altura de la cúpula se va hasta los 114,5 metros, mientras que el campanario alcanza "solo" los 84,7. Aunque en apariencia, tanto por la perspectiva como por su esbeltez, pueda parecer más alto este último. El interior de la catedral está completamente imbuido del espíritu de la Contrarreforma, y así sus paredes estén prácticamente en blanco. Se salva tan solo la cúpula, con una representación del Juicio Final, obra de Giorgio Vasari. Aunque este año nos vamos a quedar con las ganas de verla por dentro, ya que la instalación de arcos y escáneres de seguridad hace que el acceso se realentice muchísimo y la larga fila suponga un tiempo de espera de casi dos horas.








Pasa después a explicarnos el baptisterio, o más concretamente unas de sus puertas. Las puertas del Paraíso, de Ghiberti. En bronce dorado, donde por primera vez se consigue el efecto de la tercera dimensión gracias al perfeccionamiento de la técnica de la perspectiva. Las originales se encuentran en el museo del Duomo, ya que tras la última restauración se decidió que no podían continuar a la intemperie, y ahora están en una especie de urna al vacío, para que no se dañe el bronce.






Y proseguimos la visita, admirando el conjunto completo, y nos vamos hacia la plaza de la República, donde se destaca un arco neoclásico, que sirve para recordar que ese era el antiguo foro de la ciudad romana de Florencia, pero que todo se eliminó para construir una ciudad nueva sin limitaciones por su pasado. Decisión controvertida y polémica, pero gracias a ella, Florencia es hoy lo que es. Sin embargo, no tenemos dato ninguno que nos diga lo que fue. Qué le vamos a hacer.










Nos acercamos hasta la iglesia de Orsanmichel, antigua lonja del grano, pero que fue adquiriendo culto religioso hasta tal punto que se cambió su destino, se cerraron sus arcos y se consagró como templo católico. Llama mucho la atención que todavía en su fachada se conserven algunos escudos de las corporaciones gremiales que allí trabajaban, o las grandes argollas con las que subir los sacos de grano hasta la planta superior. Pero sobre todo destaca el Tabernáculo de la Virgen, de Andrea Orcagna, con un estilo diferente, orientalizante, pero con un trabajo del mármol que hace parecer tela lo que no es más que piedra.
Y el conjunto escultórico de Santa Ana, la Virgen y el Niño, que se encuentra tras el altar, de gran veneración en la ciudad.























Nos dirigimos hacia otra Loggia, que no es más que un espacio abierto en sus laterales pero cubierto por arriba, y que puede albergar cualquier función; desde ser un mercado como este caso, a ser el lugar desde el que los gobernantes de la ciudad se dirigían al pueblo, como es el caso de la Loggia delle Muse, en la plaza de la Signoria, y que posteriormente se destinó a alojar una de las mayores concentraciones de obras de arte al aire libre, con piezas originales, aunque algunas están siendo reemplazadas por copias, para protegerlas del deterioro. En este caso e la Loggia del Porcellino, llamada así por la estatua de un jabalí, que en la actualidad adquiere la función de portafortuna, si eres capaz de hacer resbalar una moneda por su hocico y que caiga entre las barras de la rejilla. Si no, la fortuna la tendrá quien recoja tu moneda. Ahora es un mercado del cuero, principalmente, aunque tampoco faltan los típicos productos para turistas, sudaderas, camisetas y demás.




Pasamos junto a la Plaza de la Signoria, pero no entramos en ella aún, sino que nos encaminamos haca Ponte Vecchio, con sus joyerías a ambos lados de la calle que disimula su forma de puente. No dejan de ser pequeños joyeros cuando se cierran sus contraventanas y puertas. Nadie pensaría que allí lo que había eran carnicerías, con su conjunción de olores y despojos arrojados al Arno, y que supuso su cambio definitivo cuando la familia Medicci se hace cargo del gobierno de la ciudad y tiene que pasar todos los días por el corredor Vasariano, un pasaje elevado que cruza la ciudad hasta la plaza de la Signoria. Cómo van a soportar ellos esos olores.









Regresamos ahora sí hacia la plaza de la Signoria, con su fortaleza-castillo que es la sede del gobierno local actual, pero que hace ver y pensar en el tiempo en que Florencia fue la capital de la península itálica. Su torre, tan elevada sobre el resto, domina sobre una plaza donde tiene un serio competidor; o más de uno, pero sobre todo uno. David. Allí está su emplazamiento original. Pero a finales del siglo XX se le trasladó a la Galería de la Academia en un intento por salvarle la vida tras varios siglos expuesto a las inclemencias del tiempo. Y hay rivales, como la estatua ecuestre de Cosme I Medicci, o la fuente de Neptuno, o el bronce de Judith y Holofernes. Sobre todo Perseo, del genial Benvenutto Celini, que está aguardando también la decisión de su traslado a un refugio seguro, si pretendemos seguir disfrutando de su existencia durante muchos años más. Muy cerca también llega el Rapto de las Sabinas, de Giambologna, con su torsión tan impresionante que desde cualquier punto de vista pareces estar siempre de frente a ella. Nada que decir del conjunto de Hércules y Caco, que bastante dijeron ya en el momento de su colocación en la plaza por lo rudo de sus formas, sobre todo junto a David. Cualquiera desentona. Pero es cierto que tiene mucho para desentonar.



















Cruzamos la plaza y pasamos junto a la casa de Mona Lisa, personaje real en cuanto a su nombre, aunque no está claro que fuese ella la modelo que utilizó Leonardo para su obra cumbre. Y desde ahí hacia la plaza de Santa Croce, con la iglesia que le da nombre, y que alberga los enterramientos de los florentinos principales, como Galileo, aunque no la de Dante, creador de la lengua italiana, al ser desterrado por implicarse en política y caer su facción en desgracia. Siguen insistiendo para que les devuelvan el cuerpo, pero les contestan año tras año que si no lo quisieron en vida, tampoco lo querrán muerto. Y así siguen con la cuestión.








Tiempo para comer, rápido, que tenemos que estar antes de las 16:00 en la Academia, para ver el original de Miguel Ángel. Para ver la pieza que nos falta en esa clasificación de las 4 mejores esculturas en mármol. Ya habíamos visto 3 de ellas en Roma, y ahora ya está completa la tabla. Ya podemos decidir cuál es la mejor de todas. Pero no seremos nosotros quienes lo digamos.


 

No se puede describir la sensación que se tiene al pasar a la sala donde está. Sobreelevado, por encima de todas las cabezas que allí van a rendirle visita. Mirando hacia su izquierda, valorando la distancia y la fuerza que ha de emplear para acabar con su enemigo, en el instante justo anterior a que se desate la tormenta de la batalla, cuando todo es calma aún. Pero co sus músculos ya tensos, con sus venas bombeando sangre. Tan real que esperas que al final se mueva. Os dejamos mejor con las fotos. Descubridlo vosotros.



















Después de intentar emular a Miguel Ángel esculpiendo a David, vamos saliendo de la galería, prestando ahora atención a los trabajos de los Prisioneros destinados a la tumba de Julio II, con los que tenemos la impresión de que las figuras ya están perfectas dentro de la piedra, y que tan solo hay que desbrozarla, quitar lo que sobra. Incluso parece que se esfuerzan por salir de su encerramiento.







Pasamos otra vez por la plaza del Duomo, y por Ponte Vecchio, para llegar hasta el Palazzo Pitti, que supone un cambio radical en la construcción, incluso en la concepción del mundo. Pasamos del estilo románico florentino, con rasgos ya del gótico incipiente, donde todo es de dimensión divina, y todo está edificado para agradar a Dios, a que el hombre sea la medida de todas las cosas, y todo deba estar en proporción al ser humano. Y así es este palacio, muy extenso en su longitud, pero de apenas 3 alturas. Ha comenzado un mundo nuevo, totalmente distinto al anterior. Ya no es la evolución, sino una ruptura total.








Y desde allí nos vamos hacia otro puente, el de la Santísima Trinidad, desde donde tenemos una vista inmejorable de Ponte Vecchio, y sobre todo porque nos lleva hacia la plaza de Santa María Novella, con la iglesia del mismo nombre. Algo más pequeña que la Santa Croce, pero también recubierta de mármol en su fachada.
De allí hacia la iglesia de San Lorenzo, que da nombre al barrio y al mercado que allí se halla. En una de sus capillas están las tumbas de los Medicci, con unos grupos de esculturas de gran valor artístico, pero con unos horarios de apertura tan extraños como que abre a las 8:15 y cierra a las 13:50.














Volvemos hacia la Plaza de la Signoria, para prestar un poquito más de atención a las esculturas, que en la visita guiada apenas vimos desde lejos, y nos despedimos del Duomo con la sensación de que nos haría falta más tiempo en esta ciudad para no solo verla por encima, sino para poder profundizar algo en alguno de sus principales exponentes.









Llegados al hotel, frío como el barrio en que se encuentra, es el momento de buscar un sitio donde poder cenar todos juntos. Breve paseo de explorador hasta encontrar un restaurante moderno, pero con un buen surtido de pizzas y de pasta con los que poder satisfacer nuestra necesidad sin tener que destrozar un fondo común cada vez más exiguo. Y nos falta mañana Pisa.





Y no hay más; mañana nos espera un día de autobús, intercalando la visita a Pisa por la mañana y a Padua por la tarde. Toca madrugar, que a las 8:00 hay que estar en el autobús.

Un fuerte abrazo.

Mª Ángeles y Javier.


3 comentarios: