sábado, 17 de febrero de 2018

Pisa y Padua, día 5º

Muy buenas, familia.

Vamos a intentar recortar distancias con el tiempo real. Necesitamos contar el quinto día de nuestro viaje, en el que visitamos las ciudades de Pisa y Padua. Pisa antes de comer, y Padua después de la siesta.
El día comenzaba pronto, como ya es habitual en este viaje. A las 7:00 hay que estar desayunando, para que a las 8:00 ya tengamos todo metido en el autobús y salir de Florencia en dirección a Pisa para llegar en algo más de una hora de viaje. Apenas nos da tiempo a comenzar a hacer el blog del día anterior, porque ya son muchas horas de caminar mucho y dormir muy poco, y la última noche entregamos la cuchara y nos entregamos a los brazos de Morfeo durante al menos 5 horas. Sabiendo que hoy tendríamos horas de autobús, no pareció mala idea gestionar el blog en el viaje.

La gran mayoría de nosotros, tanto nuestro grupo como el total de Travelplan con los otros 24 salimos del B&B Hotels Nuovo Palazzo de Giustizia con la misma sensación: es un hotel que nos ha dejado fríos. Es un hotel tal y como nos lo presentaron, moderno, funcional, austero. Un 3 estrellas digno. Pero el sistema de calefacción tiene un funcionamiento extraño. Parece que funciona, pero no calienta la habitación.Algunos hicieron acopio de edredones en la recepción, pero es evidente que no iba a haber para todos; o como en el cuento de Armando Moreno, solo lo supieron los que preguntaron. El desayuno está bien, hay variedad de dulces, sin faltar los clásicos croissants, con algún bizcocho con aspecto de casero, panes para mermeladas. De lo salado no podemos dar datos. Un descuido impropio de nuestra pericia en cuestiones del yantar.
Somos todos puntuales, para seguir con la costumbre, y a la hora señalada estábamos ya en ruta y, mientras casi todos duermen, algunos se dedican a escribir y poner al día el blog. Pero el tiempo es poco, y no dura lo suficiente como para acabar la entrada sobre el día de Florencia. Confiamos en la hora de la siesta y el segundo tirón de autobús en nuestro camino hacia el norte de Italia.

La llegada a Pisa ya es conocida. Dejando el autobús en el aparcamiento habilitado para ellos tras la vía del tren, un pequeño paseo nos pone en el Campo de los Milagros, que es como se conoce el recinto que acoge el Duomo, el Baptisterio, el Cementerio y el Campanile más famoso del mundo, aunque sea por fallos contundentes en su construcción: mala elección del terreno, peor cimentación del edificio, exceso de peso para las condiciones del terreno y de los cimientos. Pero en lugar de venirse abajo, la torre en cuestión se fue inclinando, hundiéndose el suelo progresiva pero inexorablemente, hasta alcanzar los casi cuatro metros de separación de la cima respecto de su base.

Independientemente de lo asombroso de este hecho, el conjunto es absolutamente sensacional. La belleza de cada uno de los elementos de modo aislado es suficiente como para considerarlo Patrimonio de la Humanidad; pero tomados de manera global, como conjunto el resultado es mucho mejor. La bofetada de belleza que te sacude cuando, tras bordear la muralla, llegas a la puerta y se abre ante ti el recinto, con el contraste entre el verde intenso de la hierba tan bien cuidada y mantenida y el blanco del mármol que recubre cada edificio es muy potente, y te deja un buen rato con la boca abierta. Pero hay que reaccionar rápido. A las 12:45 tenemos que estar de regreso al autobús, habiendo comido ya. Tenemos un poco más de dos horas para visitar todo el conjunto. El ritmo lo va marcar la subida a la torre, que tiene un horario marcado y del que no te puedes salir. Cogemos el primero posible: a las 11:00. Son las 10:00, así que nos vamos a ver el Baptsterio en primer lugar. 


Comenzado a construir en 1152 y culminado en el 1363, es el baptisterio más grande de Italia, con un perímetro de 107 metros y 54,86 metros de altura, unos centímetros más alto que la torre. En el interior la decoración es prácticamente inexistente, a excepción de la presencia de placas de mármol negro entre el blanco predominante, como símbolo de la ciudad de Pisa. Ninguna decoración en las paredes, ni en la cúpula, a pesar de estar prevista en el diseño original, pero la falta de presupuesto marcó este hecho, que también afecta al revestimiento del tejado, donde uno de los laterales está recubierto de teja y el otro de placas de plomo. La única concesión es el trabajo de talla en el púlpito y la estatua de San Juan Bautista en la pila bautismal.
Si algo destaca es lo que no se ve; su sonoridad. Cada 30 minutos, la persona encargada del control de acceso se aproxima al centro del edificio y, proyectando su voz hacia lo alto, entona apenas tres notas musicales, que reverberan y se prolongan en el tiempo como fruto de la acústica asombrosa del edificio. Parece que hay un coro que le acompaña pues el sonido se va encadenando y produciendo el efecto de un coro cuando solo hay un cantante.





















Se nos va llegando la hora de acercarnos a la consigna donde guardar las mochilas para poder acceder a la torre, ya que lo angosto del paso hace que no se pueda acceder con bultos voluminosos a la espalda. Es una sensación muy extraña la de ir subiendo y notar cómo te vas inclinando, primero hacia la izquierda, luego hacia delante, a la derecha y por último hacia atrás en función de tu posición respecto a la inclinación de la torre. La escalera, que bordea la parte externa de la torre pasa a ser interna en el 2º nivel y muy estrecha, con una forma de caracol muy ceñido y con los peldaños muy estrechos. Ya no se permite el acceso a la plataforma superior, tanto por la seguridad de la propia torre como por la de los visitantes, ya que la baranda que la limita queda muy poco por encima de la cintura de una estatura media. Las vistas de la ciudad y sus terrenos anejos es sensacional, sobre todo en días despejados como lo es este. La posibilidad de ver la catedral desde un plano superior y casi a la misma altura que el tejado del baptisterio permite una visión única. Tomamos nuestro tiempo para circundar la torre y disfrutar del momento y nos hacemos todo tipo de fotos, más o menos artísticas, más o menos originales. La bajada es rápida por momentos, ya que la inclinación te lanza hacia abajo en muchas ocasiones, tanto, que al llegar abajo es difícil andar recto, y salimos todos como derrapando de ese último giro.



































Aprovechamos para entrar en la Catedral, en el Duomo, consagrada a Santa María Asunta, comenzada a construir el el 1063 y consagrada en el 1119 por el papa Gelasio II.. Para empezar, los techos de la nave central, con un artesonado maravilloso, con sus casetones de profusa decoración. Lástima que la cúpula y el ábside siga con los trabajos de restauración que ya se iniciaron el año pasado, impidiendo la observación del mosaico de Cristo en majestad, rodeado por la Virgen y San Juan Bautista,  espectacular en el ábside, obra de Cimabue. Sí podemos visitar la tumba con los restos de San Raniero, patrón de Pisa en el lateral derecho del crucero. Y el púlpito, del 1310, con relieves sobre la vida de Cristo, con cariátides simbolizando las Virtudes teologales, el empleo de ménsulas en lugar de arcos de sustento y la sensación de movimiento provocado por la presencia de figuras en cada espacio que pudiese quedar vacío.












Cuando salimos son ya las 12:00, por lo que tenemos el tiempo justo para solucionar nuestra comida y dirigirnos al punto de encuentro con el grupo grande, y allí nos espera una sorpresa. No sabemos cómo, Paula ha convencido al tipo que conduce el tren turístico para que nos lleve a todos hasta el aparcamiento de autobuses. Se agradece el paseo que nos ahorramos y la dificultad que van a tener las amigas de lo ajeno que nos estaban esperando a mitad de camino.



Tenemos por delante otras dos horas hacia Padua, pequeño escalón en el salto hacia Monastier di Treviso, destino último del día donde está nuestro hotel Villa Fiorita. Intentamos seguir con el blog, pero el cansancio se acumula y las baterías se agotan, tanto las nuestras como las del ordenador, que se rinde y ya no podemos seguir escribiendo. En Padua tendremos el tiempo para visitar la basílica de San Antonio, del siglo XIII-XIV, y que irá mezclando los diferentes estilos arquitectónicos conforme a las sucesivas ampliaciones y reformas que irá experimentando el edificio.
Alberga los restos del santo predicador, que vivió en el siglo XII, conociendo a San Francisco de Asís, y la reliquia de su garganta y lengua.

El interior del templo hace gala de un absoluto eclecticismo, combinando diferentes estilos artísticos, y con espacios para la devoción popular, y la presentación de exvotos de agradecimiento por su intercesión. Lástima que no esté permitido hacer fotos, ni siquiera sin flash.










En el exterior, en la plaza se encuentra la estatua ecuestre del Condottiero Gattamelata que, aparte de sus méritos como mercenario, es conocida por ser la primera estatua ecuestre en bronce del Renacimiento.




Otro tirón de una hora de autobús, y nos plantamos en el hotel. Este sitio es un muy buen hotel, lo que se supone para un 4 estrellas, aunque tenga el suelo de las habitaciones y los pasillos enmoquetados. Aquí tenemos la cena incluida, tanto hoy como mañana. Y, sorpresa, han renovado el menú respecto a los años pasados. Nada de sopa minestrone ni guisantes con jamón. Unos ravioli rellenos de espinaca y ricotta para empezar, y de segundo, filetes de ternera guisada con champiñones y una guarnición de verduras cocidas. Y de postre una especie de mousse de chocolate que, sorprendentemente, no tiene demasiado éxito.




Y hasta aquí ha llegado este quinto día. Nos vamos ya a intentar descansar, que mañana nos espera Venecia, y conviene tener la mente despejada y abierta para disfrutarla.

Un fuerte abrazo.

Mª Ángeles y Javier.

3 comentarios:

  1. Que envidia y que alegría veros tan felices!!!

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  2. Aquí seguimos fieles al relato y atentos a las fotos donde seguimos viéndoos con unas caras de alegría que nos encantan.

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  3. ¡Es asombroso leer todo cuanto habéis aprovechado en cada visita!
    Me alegra muchísimo ver cómo lo pasáis...
    "Carpe Diem" lo estáis cumpliendo al pie de la letra.
    Espléndido reportaje fotográfico.
    Estoy seguro de que Venecia no dejará de sorprenderos.
    ¡¡Un abrazo, chicos y profes!!

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