domingo, 18 de febrero de 2018

Verona y Milán, días 7º y 8º

Muy buenas, familia.

Estamos escribiendo esto en el autobús de vuelta a Salamanca. Esperamos que nos dé tiempo a terminarlo todo, pero entre seleccionar fotos, ordenarlas, cargarlas en el blog, volverlas a ordenar, se nos ha ido ya casi una hora y media. Vamos a ello.

Empezamos el día despidiéndonos del Villa Fiorita, un hotel al que estamos deseando volver cada año, porque cada año está mejor. Este ha tocado la reforma del menú de las cenas, que nos hemos librado de la sopa minestrone y de los guisantes (muchos) con jamón (poco). Algo que no se ve, pero que se siente; y si no lo creéis, preguntad a los que años anteriores han pasado por la experiencia: Estela, Héctor… son dos nombres que se nos vienen a la memoria de manera inmediata, pero que no hacen más que encabezar la lista.
El desayuno vuelve a ser pronto, a las 8:00 ya hay que estar en el autobús con las maletas y todo, y ponemos dirección a Milán, con parada técnica en Verona de 1hora y 45 minutos. Habrá que exprimirlos y correr, aunque estos muchachos, que se están portando bien (o eso parece, y con eso nos tendremos que conformar) lo de correr siguiéndonos no es algo en lo que se prodiguen. Esperamos que hoy lo hagan.
Aprovechando para lo de siempre, blog y sueños, hasta hacer que se crucen en el camino y pongamos una entrada de sueños, nos plantamos en Verona. Hay dos cosas imprescindibles, una más que otra, y otra obligatoria. Imprescindible: la Arena. Uno de los anfiteatros mejor conservados de todo el periodo romano. Data del año 30 d.C., y hemos tenido la suerte de poder y saber conservarlo. Las tareas de restauración que se han llevado a cabo son perfectas a nuestro entender. Mantener lo que ya estaba, y completar lo faltante, de modo que se vea que eso es nuevo pero sin que destaque demasiado como nuevo. No es tan fácil, buscad algunas aberraciones, como el teatro ¿romano? de Sagunto.

A pesar de que son las 10:00 ya hay algo de fila en la entrada, lo que nos alegra. Que la gente empiece a valorar más esto que la supuesta casa de Julieta. Nos saltamos la fila porque tenemos una lista del colegio, convenientemente firmada, sellada  con todos los datos de los alumnos y de sus profesores. Parece una tontería, pero media hora de espera en algunos sitios supone no poder llegar al siguiente y, aunque no se trata de correr como psicópatas detrás de los monumentos sin ser capaces de disfrutarlos, en sitios como Verona marca la diferencia entre ver una cosa o tres.






Lo disfrutamos como se merece, entrando por la arena, subiendo a sus gradas, sentándonos en ellas, circundando todo el óvalo (un anfiteatro romano nunca es redondo, que quede claro), asomándonos a los palcos, sintiendo las sensaciones que se tuvieron que producir en los días de espectáculo hace casi dos mil años. Lo decíamos cuando estábamos en la arena: "Aquí ha muerto gente. " Y alguno dirá que eso pasa en muchos sitios, por atropellos, accidentes, o por pura naturaleza, te llega tu momento y te desplomas en la calle. La diferencia es que allí ha muerto gente para que otros disfrutasen con ello. Y es algo que desde nuestro pensamiento actual no somos capaces de comprender.















Abandonamos el anfiteatro, sin prestar mucha atención a la Plaza Bra, enorme, extensa, abierta como una explanada, y nos encaminamos por la magnética Via Mazzini, que nos deja a las claras que aun bajo el influjo de la República Serenísima de Venecia, se debe a Roma, como muestra orgullosa la loba amamantado a los pequeños Rómulo y Remo.

Tiendas en las que no podemos pagar ni lo que cuesta mirar el escaparate, junto a otras que nos hacen sentir un puntito de orgullo o de envidia. El imperio Inditex está presente en estos lugares. Y choca ver al lado de grandes marcas con precios imposibles como Prada, Gucci, Louis Vuitton, nuestros Zara y Massimo Dutti, con unos locales espectaculares, que no desdicen de los otros.



Llegamos a la Plaza delle Erbe, antiguo mercado de hierbas aromáticas, y hoy mercado mitad turístico, mitad autóctono, donde igual puedes comprar algo de verdura o comida con camisetas , tazas y gorras.

Torcemos a la derecha y enseguida encontramos la que dicen que es la casa de Julieta. Hombre, el estilo coincide, y las fechas también. Y bien pudiera ser que allí viviese una Julieta. Concedamos que el genio inglés se inspirase en un hecho real, como las películas de las 4 de los sábados. Pero hay que ser conscientes de que esto es un juego, que ese balcón pudo haber visto las conversaciones furtivas entre los jóvenes y desdichados amantes. Ya lo de ponerle la mano en el pecho a la buena de Julieta es írsenos de las manos el juego (nunca mejor dicho), pero qué le vamos a hacer. Como ya hemos dicho en alguna ocasión, los ritos son necesarios, que decía el Principito, y nuestros chicos cumplen con las reglas. Hay de todo. Poses serias, tímidas, sonrientes, nerviosas, ansiosas, lascivas, desatadas, los que repiten, los que se agarran como si no se hubiesen visto en una igual, o peor aún, sabiendo que no se van a ver en otra.























Lo de la pared llena de grafitti, en su más radical acepción, que no es otra que un texto escrito en una pared, ya nos cuesta verlo, porque al final todo resulta un manchurrón enorme donde no se distingue nada; pero a los nuestros les motiva hasta para hacerse fotos ante ello. Los tiempos cambian, dicen. O renovarse o morir. Ahora, lo de la pared llena de chicles no tiene ningún sentido, porque eso ni expresa amor, ni sentimientos ni nada, salvo que dentro de 2000 años los marcianos lo encuentren y piensen que adorábamos a un dios de goma y que simbolizábamos al mismo mascando sus representaciones y pegándolas a la pared como parte de un ritual mágico. Lo van a flipar, los marcianos. Nosotros nos negamos hasta a fotografiarlo.


Y termina nuestra visita a Verona en la Plaza Erbe, al pie de la columna del león de San Marcos, símbolo de Venecia, donde nos encontramos con el resto del grupo, para regresar al autobús, y poner rumbo a Milán.







Ya vamos advertidos de que el plan de esta tarde tiene complicaciones. Vamos más justos de hora, y lo que hace Paula otros años, que es retrasar un poco a su grupo para favorecernos a nosotros esta vez es imposible. Su intención era llevarnos primero al hotel, dejar nuestras maletas en consigna, y llevarnos otra vez de vuelta al centro, donde tiene reservada la comida con el resto del grupo. Pero hoy vamos pasados de hora, y no nos queda más remedio que regresar con ellos a las 18:00 para adjudicar las habitaciones y dejar nuestras maletas. Nos adaptaremos y, aprovechando el cómodo y rápido metro de Milán, volveremos al centro otra vez por la tarde.

Milán nos recibe con un cielo gris, como de lluvia, que quizá haya caído por la mañana o que pueda caer por la tarde, esperemos que no, porque nuestra intención es subir a las terrazas del Duomo, que no es ni más ni menos que pasear por los distintos niveles de su tejado, teniendo casi a nuestros pies la ciudad de la moda, aunque hoy es de los disfraces y del carnaval, que ya sabemos por experiencia que aquí se celebra el sábado siguiente; afortunadamente el desfile ya se ha hecho por la mañana y no hay problemas para acceder al centro.


Lo primero que hacemos es comer, y luego correr; en lo que llegan los chicos al punto de encuentro nos adelantamos a las taquillas, que las han cambiado de sitio por fin, sacándolos de unas casetas de obra en las que llevaban 4 años por lo menos. Pero búscalas tú ahora. El de seguridad se ha puesto un cartelito algo rudimentario diciendo que ese es el puesto de vigilancia, que no son las taquillas, que están enfrente. En el edificio de enfrente, en el Museo del Duomo, por fin. Pero entras y parece un banco. Un empleado te pregunta qué deseas, él se lo dice a otra que está junto a una máquina expendedora que, en función de tu petición, te asigna un número, N008 es el nuestro. Y que pases a la sala contigua, que hay varias mesas y paneles donde van asignando los números a las mesas. Adiós. Ahí nos quedamos, porque había más gente que en la consulta del médico. Pero no. Por lo visto, que quisieran entradas para grupos escolares no había más que nosotros, y después de ver salir cuatro números en los paneles, cantamos ¡bingo! al ver el nuestro. Ágiles, con nuestra lista de alumnos sellada que nos permite obtener el precio reducido para grupos, buscamos a los nuestros, a los que Mª Ángeles ya guía hacia la zona de acceso a la subida. No hay mucha gente aún, apenas son las 16:15. nos esperan dos amables soldados armados con su fusil hacia abajo, para inspeccionar nuestras mochilas y pasarnos un escáner de mano antes de pasar el torno de acceso. Alguno seguro que se va a intentar entretener contando los escalones que hay, pero se nos escapa el dato. Lo que no se nos escapa es el bosque de arbotantes, contrafuertes y pináculos, coronados por estatuas y motivos geométricos y florales… da vértigo, no la altura (que también), sino el volumen inmenso de arte acumulado en nuestras retinas. Solo nos faltaba llegar a la parte superior, al pie del chapitel de la Madonnina, una estatua de cobre dorado, colocada en 1774, de algo más de 4 metros de altura que representa la Asunción de la Virgen y que intercede ante Dios para obtener la protección sobre la ciudad. Hace que la catedral alcance los 108,5 metros de altura en total. Nada hay en Milán más alto que la Madonnina, y eso que hay edificios de mayor altura, pero el más alto de ellos siempre tendrá la réplica de la estatua, que ha ido pasando de uno a otro, para seguir cumpliendo el precepto.


























Se nos va haciendo hora de bajar, para acercarnos hasta el Castello Sforzesco, construcción del siglo XV, de origen militar y que acabó convertida en sede de la corte, acogiendo los trabajos de Leonardo da Vinci o de Bramante. Es nuestro punto de encuentro con el autobús. En hora y media estamos de vuelta en el centro. 




Ca' Granda, dirección San Siro, 3 paradas, intercambio en Zara, dirección San Donato, 6 paradas hasta Duomo. La salida de esa estación de metro es excepcional, con la catedral recibiéndote justo enfrente. No ves nada más que eso, la mole imponente de agujas que se recorta sobre el cielo negro. Si a alguno no se le cayó la mandíbula al suelo la primera vez que la hemos visto hoy, ahora está recogiendo los trocitos del piso.







Un paseo de reconocimiento de las calles aledañas, identificando objetivos para el día siguiente, y sobre todo, para no despistarnos y acabar demasiado lejos. La galería Víctor Manuel II es otra joya de la arquitectura. Pero la gente quizá no le presta demasiada atención, más pendientes de las tiendas que pueblan sus locales, con las marcas más exclusivas y afamadas. Y buscamos algún sitio donde cenar, de los muchos sitios buenos y asequibles para comer una buenísima pizza por un muy buen precio.


Intentamos hacer una foto de grupo antes de irnos, pero los restos del desfile de carnaval hace que se convierta en una guerra de confetti que acaba por todas partes de nuestra indumentaria y, eso hasta que lleguemos al hotel y empiecen a salir por todas partes.












Amanece el domingo, y tras un frugal desayuno, donde por fin encontramos Nesquick, que no es como el Cola-Cao, pero es mucho mejor que el ciocolatto de la máquina, estamos listos para llegarnos otra vez hasta el Duomo, para verlo por dentro, y admirar las columnas cruciformes, las nervaduras de sus naves y, sobre todo, las vidrieras. Sin más. No nos atrevemos a decir más de ellas. Es mejor admirarlas. Y pedir ayuda para que todo vaya bien esta tarde, que nos toca montarnos en el avión otra vez, y nunca viene mal. Que todo vaya bien hasta que lleguemos a casa, con los nuestros.


















Aún nos ha quedado algo de tiempo para acercarnos a hacer las últimas compras, bien para nosotros, que nos las merecemos, o para los nuestros, que se las merecen también, ya que han hecho posible que estemos aquí. Las últimas fotos, y nos despedimos de Milán, con un muy buen sabor de boca.


 

Y llegamos al aeropuerto, y allí nos esperaba una de las escenas más surrealistas que hemos vivido. Dos pilotos, o algo así, esperando en la zona de embarque, ensayando despegues y aterrizajes desde su tableta. Menos mal que les salía medianamente bien, pero no reconforta nada verlos así antes de montar, como el que repasa justo antes del examen porque hay cosas que no tiene muy seguras.


Ya montados en el avión, autofotos a mansalva y el espectáculo del atardecer por encima de las nubes es algo digno de inmortalizar.















Y vamos apagando ya el ordenador y el relato, que ya estamos llegando a Salamanca, ya se recorta la silueta de sus catedrales en el horizonte. Muchas gracias por estar ahí.

Un abrazo muy fuerte.

Mª Ángeles y Javier.






4 comentarios:

  1. ¡Qué gran final! con peli de antena tres por la tarde, marcianos y hasta confeti... Plas, plas, plas, plas, plas!!!

    ResponderEliminar
  2. Maravilloso relato de un viaje que vuestros alumnos no olvidarán, y no olvidarán y les habrá resultado maravilloso gracias a vuestro esfuerzo y trabajo, que suerte tienen de contar con profesores como vosotros poniendo esa ilusión en algo que para vosotros es repetición del año anterior y del anterior y del anterior. No perdáis esa ilusión por un trabajo que aunque alguien pueda pensar que es fácil es muy duro y con una gran responsabilidad. Espero impaciente el blog del 2019

    ResponderEliminar
  3. Ha sido un lujo poder realizar este viaje con vosotros!
    El blog nos ha permitido acompañaros gracias a los relatos y reportajes fotográficos de cada día.
    Nuestros hijos han disfrutado cada momento y han visitado unas ciudades maravillosas que nunca olvidarán.
    Y con el paso del tiempo, cuando algún día regresen, revivirán estos días felices y recordarán a los compañeros y profesores con los que las descubrieron.

    Gracias Javier, Mª Angeles.

    ResponderEliminar
  4. Ya de vuelta a casa, seguimos disfrutando de los últimos días de relato como si fuera una novela que no quieres que se acabe. Muchas gracias por todo, yo solo he echado de menos una foto completa con todo el grupo, profes y alumnos para futuros aniversarios. Sugerencia para el próximo. Mil gracias!!!!

    ResponderEliminar