domingo, 5 de marzo de 2017

Milán, día 7º

Muy buenas, familia.

Hoy el día ha resultado extraño. Hemos pasado horas en el autobús, pero también nos ha dado tiempo a andar más de 14 kilómetros, entre el breve recorrido por Verona pero muy exprimido, y el tiempo pasado en Milán y la subida a las terrazas del Duomo. Nos ha llovido y ha salido el sol. Lo hemos pasado muy bien y en algún momento, no tanto. Empecemos.

Como ya sabíamos, el día vuelve a empezar muy pronto, a las 7:30 ya estamos en el autobús, camino de Verona; aproximadamente 2 horas, que se aprovechan para escribir el blog del día anterior y para poner en orden los recuerdos, que ya sabemos que si no se descansa lo suficiente, el cerebro no es capaz de incorporar bien lo aprendido, y corremos el riesgo de que se nos olvide. Así que algunos, o más bien todos se dedican a ello con entusiasmo.

A las 9:30 bajamos del autobús, para ir rápido a la Piazza Erbe, el antiguo mercado de las hierbas aromáticas y actual mercado de lo de siempre, de turistas. También es el nuevo lugar para empezar la visita a Verona, después del cambio del aparcamiento a un lugar más grande, pero sin duda, bastante más lejos que el anterior. Por eso Paula ha estado buscando un sitio fuera de la norma donde podamos bajarnos rápidamente y que nos evite un paseo de casi 40 minutos entre la ida y la vuelta. Cuando tenemos que ver lo más importante de la ciudad en apenas 1:45 minutos, ese tiempo es oro. Así que nos adelantamos a todo el grupo y corremos por la Vía Mazzini la plaza Bra, donde se encuentra el anfiteatro romano de Verona, conocido como L'Arena. Es uno de los mejor conservados en la actualidad, y se mantiene en perfecto uso, aunque no ya para luchas de gladiadores ni espectáculos con animales, sino para grandes conciertos y óperas, habiendo pasado los más afamados artistas del panorama internacional. Precisamente esta es la causa de que no podamos acceder a la arena propiamente dicha, porque se está instalando un escenario y un graderío sobre la misma, y la ocupa en su totalidad. Aun así, la posibilidad de estar sentado en la cavea como un ciudadano de Roma más, nos transporta hasta la época en que estaba a pleno uso en su función original. Subimos por sus gradas, muy inclinadas, y desde arriba se tiene una perspectiva muy buena del conjunto de la ciudad y de sus múltiples torres, que dan muestra del poderío económico de este lugar desde hace varios siglos. 





















Nos gustaría poder quedarnos mucho más tiempo, pero hay que correr hacia el siguiente destino: la imaginativa casa de Julieta, que perfectamente podría haber sido así si hubiese existido en forma física más allá de la mente de Shakespeare. Pero allá vamos todos, a rendir visita a la mítica Julieta, símbolo del amor romántico, aunque a algunos no nos guste que como muestra de amor haya que quitarse la vida. Como decía el Principito, los ritos son necesarios, y nosotros cumplimos con todos ellos. Bueno, esperemos que con todos no. Pase que escribamos una nota en la entrada y la dejemos allí como símbolo del amor por la persona con la que hemos unido nuestro nombre. Pase que nos fotografiemos con la mano en el pecho duro y frío de Julieta sin haberle pedido permiso a su propietaria. Pero no vamos a tolerar que ninguno de nuestros muchachos deje pegado su chicle en la columna y pared del fondo. Por ahí no pasamos.
















Una visita rápida a las tiendas de recuerdos inventados sobre el tema del amor eterno y nos encaminamos de nuevo hacia la Piazza Erbe para apreciar algunas cosas, como la Domus Mercatorum, un espacio abierto y cubierto, como nos decía Gabriel en Florencia, que servía como mercado durante la época romana. También las fachadas pintadas al fresco con escenas de lo más variado. Igualmente el palacio Maffei de estilo barroco, con la columna de San Marcos delante, para recordarnos que seguimos en la región del Véneto. Y en el lado opuesto, la torre dei Lamberti. En el centro una imagen, la Madonna Veronese, escultura de época romana. Y la tribuna que se conserva aún, en el centro de la plaza, donde tomaba posesión de su cargo el podestá, la máxima autoridad en la ciudad desde el siglo XII.









Nos vamos hacia el autobús saliendo por la porta Borsari, que pertenecía a la entrada de la muralla romana de la ciudad, del siglo II d.C., y cruzamos el Adige para subirnos al autobús y continuar viaje hasta Milán, adonde llegaremos aproximadamente a las dos de la tarde.






Ahora tendremos la compañía de la lluvia, que cae incesantemente en la carretera y a veces con fuerza, y que nos mojará ya en Milán mientras esperamos a que nos abran la cancela para poder entrar a dejar las maletas corriendo y volver al autobús con dirección al centro, ya que nuestro hotel se encuentra en una zona más alejada. Otro detalle más de Paula, que retrasa la comida del resto del grupo para facilitarnos la vida a nosotros. Tras un moderado paseo durante el que deja de llover e incluso llega a salir el sol, nos presentamos en la plaza del Duomo, desde su punto más alejado del propio Duomo, o catedral de Santa Maria Nascente, y las caras de los chavales reflejan la impresión que produce encontrarse al doblar una esquina con esa mole de mármol blanca llena de agujas que apuntan al cielo. Simplemente nos presentamos ante ella, que ya le rendiremos visita después de comer. Entramos en las Galerías Vittorio Emanuel II y buscamos el escudo de Turín entre los mosaicos del suelo, y después de explicar la extraña tradición de buscar la suerte dando tres vueltas sobre el talón clavado en las partes más delicadas del animal, establecemos este mismo punto como lugar de encuentro en cuanto solucionemos la comida. Después nos iremos de terrazas.




Las terrazas tienen primero un susto. No es lo mismo tomarte un café en la plaza Mayor que en el barrio de Pizarrales, con todos mis respetos hacia la Plaza Mayor. Pues aquí pasa lo mismo. No es lo mismo entrar a la Arena de Verona (1 € por cabeza, independientemente del tamaño; y además los profesores no pagan, y eso que uno de ellos es el que tiene mayor tamaño de cabeza de todos) que subir a las terrazas de la catedral de Milán. 12 € por cabeza, y nos descuentan a un profesor. No recordábamos que hubiera sido tanto el año pasado. 324 € en total. Lo bueno de esto es que para lo que nos queda de viaje ya hay que contar que somos uno menos. El fondo. Que se ha ido.
Aun así, es uno de los sitios a los que hay que subir. Ver Milán desde lo alto tiene su aquel, pero sobre todo, lo que hay que hacer es poder ver todo el trabajo que se intuye desde abajo cuando ves un bosque de agujas rematadas por estatuas, comprender que cada pieza colocada en esta obra tiene tallados relieves y figuras, hasta en los sitios más insospechados y donde seguro que sabían que no iba a mirar nadie nunca, hasta ahí hay colocada una estatua con su talla perfecta. Hemos estado alrededor de una hora y casi media allí arriba, y nos habríamos quedado más tiempo. Pero se pone el sol, y nos da un espectáculo maravilloso de contraluces y siluetas recortadas, y nos obliga a bajar. Antes de que nos saquen de allí con un silbato, como recordamos que sucedió hace cuatro años.












































Y por hoy ya es suficiente. La gente ya va con el depósito en la reserva, y es mejor que ahora puedan andar un poco a su aire, curiosear por tiendas en las que hasta mirar nos parece caro, y entrar en otras donde acepten los pocos euros que nos van quedando a cambio de algo que nos recuerde para siempre que una vez estuvimos aquí. Algunos nos animamos a dar un paseo hasta el Castello Sforzesco, que también tiene su encanto, y por la Piazza dei Mercanti, demasiado oscura para nuestro gusto, con una mezcla de estilos difícil de categorizar.






Y hasta aquí ha durado el día, después de recorrer en metro las entrañas de Milán hasta nuestro hotel. Aunque para algunos la noche es joven y se quedan con ganas de más, sin tener en cuenta que al resto del edificio le gustaría dormir y descansar. Así que nos animamos con un grupo y nos quedamos en recepción despiertos hasta las 4:30 de la mañana, en que ya les parece que es una hora prudencial para retirarse. Y así se resiente el blog, que se termina justo después de desayunar, mientras todos ya están esperando en recepción para marcharnos al centro de nuevo. Nos espera el Duomo, para verlo por dentro.

Un fuerte abrazo.


Mª Ángeles y Javier.

1 comentario:

  1. Aprovecháis cada minuto al máximo.
    Hasta el último momento!!!
    Sólo desearos un feliz regreso y nos vemos en una horas.

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