domingo, 24 de abril de 2022

Angelitos

 Muy buenas, familia.


Pues vamos con un clásico de nuestros viajes de estudios. Y es que en este viaje se acumula mucho cansancio y los tiempos para descansar son pocos. A falta de  un día, llevamos andados 103 kilómetros en esta semana y, por eso, cuando te aseguran que vas a pasar un par de horas sentado en el autobús, Morfeo se apodera de todos ellos y los traslada al país de los sueños. Y en esos sueños, seguro que aparecían muchas de las cosas vistas en estos días. Lo malo es que siempre hay alguno que se queda despierto, y si encima tiene una cámara en la mano, están en peligro. Los ha cazado a todos.

Vistos así, parecen buenos. Pero no os fiéis. Son mejores.

Os dejamos con ellos.























Mañana, entre avión y autobuses, trataremos de contaros lo vivido en Verona y Milán, que hoy ya se ha hecho muy tarde.

Un abrazo, familia.


Mª Ángeles y Javier.

sábado, 23 de abril de 2022

Venecia, día 6º

 Muy buenas, familia.

Vamos a ver si conseguimos ponernos al día en estos ratos de autobús, aprovechando que es cuando más calma hay, y de eso seréis testigos no tardando mucho. Comienza el día pronto, para variar: a  las 7:00 suenan los despertadores; otra cosa es que te levantes. Pero suenan las alarmas que tú hayas puesto, suena el teléfono de la habitación que está programado para que actúe de despertador, suena tu teléfono porque ya llegas tarde al desayuno, suena la puerta cuando la aporreas durante dos minutos y, finalmente, te abren con cara de sorpresa y te dicen: "Nos hemos dormido, perdón, ya vamos". No bonitos, no; no os habéis dormido: os habéis quedado durmiendo, que no es lo mismo, porque las alarmas las habéis apagado todas, el teléfono de la habitación también lo habéis descolgado, nuestras llamadas también las habéis silenciado… Pero tendremos que quererles así, qué le vamos a hacer. Y les queremos; bastante.

Al final, conseguimos estar en el autobús un poquito más tarde de lo previsto, a las 8:15, con la certeza de que nos va a llover buena parte de la mañana y con la esperanza de que no sea así

Llegamos atravesando el puente de la Libertad (la libertad que supuso para sus habitantes poder salir de la ciudad de otra forma que no fuera mediante un barco) hasta el embarcadero donde cogeremos un barco para cruzar la laguna pasando entre la isla de Venecia y la isla de la Giudeca. Y nuestros peores presagios se cumplen: nos ha llovido durante el trayecto en autobús, en barco y ahora andando también; y no poco, por cierto. Es tan así, que en uno de los puestos de venta de artículos para turistas hacemos una parada técnica y le arrasamos el puesto de ponchos y chubasqueros, tras regatear el precio hasta dejarlo en 3,50 €. Puede haber sido el dinero mejor invertido en todo el viaje; excepto el de las comidas, claro. Y el de los helados, por supuesto.

Y nos encontramos con nuestra guía local, Lucía; encantadora, amabilísima, con la sonrisa constante iluminando las precisas explicaciones aportadas sobre el palacio ducal, la basílica de San Marcos, el Campanille reconstruido en 1912 tras el derrumbe sufrido en 1902, con sus imponentes l98,6 metros de altura y una base cuadrada de 12 metros de lado, la torre del reloj de los Moros y las procuradurías, Viejas y Nuevas, con el pabellón napoleónico.Pero la lluvia se lo va cargando todo; tenemos que hacer las explicaciones en los soportales porque se hace intensa por momentos y hay que resguardarse.



















Aun así, nos atrevemos a salir al centro de la plaza desafiando a la lluvia para ver sobre la fachada de la basílicala explicación de la fachada de la basílica, con los mosaicos que cuentan cómo se recuperó el cuerpo de San Marcos, el evangelista, de manos de los turcos, escondido en un cofre cubierto por carne de cerdo para que no lo tocaran, y su regreso y recibimiento por parte del Dogo. Todo recubierto de oro; los mosaicos, claro. Será por dinero. Y eso que aún no hemos visto el interior. Pero tenemos que volver a cubierto, y nos deja la  insólita imagen de la plaza de San Marcos totalmente vacía. Si no es por la lluvia, no lo vemos. Habrá que darle las gracias, encima.




Y  termina la visita guiada en la fábrica de cristal de Murano, donde asistimos a una demostración de cómo se trabaja de manera artesanal el soplado del vidrio. Y, de manera asombrosa, casi por arte de magia, una bola de material incandescente va adquiriendo mediante precisos giros y soplos el aspecto de una vasija, de la  misma forma que, con sutiles pellizcos con unas tenazas, del fuego comienzan a surgir las patas, cabeza y crines de un caballo. Completamente increíble. Luego, en las dependencias de la tienda nos enseñan los productos ya preparados para la venta, demostrando la calidad que tienen y el porqué de sus precios. Pero ahí ya no se pueden hacer fotos, para evitar que se copien los diseños y que mañana haya en las tiendas productos de aspecto parecido a precios ínfimos.Como su calidad.
Nosotros somos más de pequeñas cosas, como pendientes, colgantes, pulseras… y en ese sector dejamos una parte de los dineros que nos quedan, en dicotomías del estilo a "yo hoy ya no como, que me lo he gastado todo…" o " ya para la góndola no me llega". Pero os aseguramos que han comido todos, no sufráis.
















Abandonamos las instalaciones de la fábrica, y parece que la lluvia comienza a remitir, aunque sigue cayendo, y nos permite ver a nuestra izquierda el famoso Puente de los Suspiros, pero no de enamorados, sino de los condenados que ya no volverían a ver la luz del sol tras pasar de la sala de justicia a la zona de prisión. Y nos permite caminar  de nuevo hacia San Marcos para, ya por  nuestra cuenta, visitar el interior de la basílica. Ahora sí dejan entrar con mochilas; ahora sí dejan hacer fotos en el interior; ahora ya cobran entrada por la visita: 3 € por cabeza, y ni descuentos de grupo, ni de estudiantes ni nada por el estilo. A retratarse. Sinceramente, no nos parece mal. El templo requiere unos cuidados y hay mucha gente  trabajando allí, y el dinero tiene que salir de algún sitio. Solo que no lo esperábamos.
Y el interior es asombroso. Aparentemente oscuro, primero te fijas en el suelo irregular, ondulante, lleno de mosaicos de figuras geométricas que ya de por sí justificarían la entrada; la visita, queremos decir. Pero en cuanto te acostumbras a la luz, empiezas a percibir el brillo que viene de las alturas. De las columnas para arriba, todo el techo, paredes, ábsides, cúpulas, arcos… TODO ESTÁ RECUBIERTO DE ORO. En lugar de pinturas al fresco todo el techo está trabajado en mosaicos esmaltados con pan de oro. El poder de la Serenísima República de Venecia. Será por dinero, que decíamos en la fachada.


































Cuando salimos, seguimos cruzando puentes, salvando canales, pasando de una isla a otra y llegamos hasta Ponte Rialto, otras veces abigarrado de gente, y ahora cubierto de paraguas. Tras señalar que podemos manejarnos sin dificultad siguiendo las indicaciones "Per Rialto" "Per San Marco", y que es difícil perderse, nos hacemos las fotos habituales con el Gran Canal de fondo, y a nuestros chicos no les afecta la lluvia que sigue cayendo débilmente ahora hasta comenzar a desaparecer, empujada por las sonrisas que, como arcoiris empiezan a iluminar sus rostros.






Y vamos a terminar nuestro paseo organizado por Venecia con un clásico para nosotros desde hace años. Como con los artistas que triunfan, sabemos que nosotros ya estábamos allí cuando apenas iba nadie, rodeado de maleza y medio abandonado, con ese gusto decadente que ya no está, después de la restauración y la organización de visitas previo pago. Nosotros seguimos yendo a hacernos la foto a este rincón que esconde la Scala Contarini del Bovolo.  Realmente especial. Y este año más, que parecemos equipos preparados para una  gimkana, repartidos en función de los colores de nuestros chubasqueros y  ponchos. Y así lo hacemos.











Las góndolas comienzan a prepararse, achicando agua, secando sus asientos, pero para nosotros ya se nos hace tarde, que es la hora de la comida, y ya les dejamos tiempo libre hasta las 17:30 para que disfruten ahora ya sin lluvia de una ciudad maravillosa.
Y algunos no se lo van a perder, el ver la ciudad desde el nivel del agua, y van a dar sus paseos en góndola. Otro recuerdo imborrable.





Otros aprovechan para disfrutar de otro de los placeres italianos, como son los “gelati”; auténticas obras de arte. Nada de meter el cazo y echar una bola sobre el cucurucho. Se trata de un arte; ver como cogen el bloque de helado y lo amasan con la espátula hasta que consigue la textura adecuada, y lo van colocando a modo de pétalos sobre el cono, y sobre ello, un macaron espectacular. Menudo disfrute.
Y eso mientras paseamos sin rumbo por calles menos transitadas y habituales para los turistas, donde incluso nos encontramos con niños jugando al fútbol en una plaza, y te das cuenta de que eres el único turista en el lugar y sientes algo parecido a molestar en ese momento.






Nos reencontramos a las 17:30 para hacernos la ultima foto ante la fachada de la basílica y volver sobre nuestros pasos de esta mañana para volver a subir al barco y emprender el regreso al hotel, con los bolsillos vacíos y la memoria llena. No ha sido mal intercambio.




Ya en el hotel, otra cena común, con primero, segundo y postre. Un risotto con verduras, lomo en salsa con champiñones y un bizcocho de manzana con almendras.







Y con esto nos despedimos por hoy, que mañana suena pronto el despertador, a las 6:15 para llegar a Milán a comer, pero primero pararemos en la preciosa Verona. Seguimos disfrutando.

Un abrazo, familia.

Mª Ángeles y Javier.