domingo, 18 de febrero de 2018

Venecia, día 6º

Muy buenas, familia.

Ayer ha sido uno de esos días que quedan en el recuerdo. Venecia es una ciudad que no se olvida. No es la más grande, no es la más antigua, no tiene restos romanos antiquísimos que es lo que le da la calidad a una ciudad. Pero es absolutamente distinta. Tanto, que no hay otra parecida. Siempre se habla de la Venecia del norte, de la Venecia de América… Bobadas. No por tener canales eres como Venecia. Tiene un encanto totalmente especial, único. Sus callejuelas estrechas, retorcidas, los pasajes cubiertos, los soportales, los campos como los únicos espacios abiertos en los que prima la tierra sobre el agua. Una ciudad ya no orientada hacia el mar, como pasaba con las principales polis griegas, sino una ciudad robada al mar, donde parece impensable que alguien pensase que ese era el mejor terreno para asentar una ciudad; una laguna, con pequeñas porciones de tierra que emergen sin criterio, salvo la gran S invertida que supone el Gran Canal, y que enlazan entre sí mediante puentes para aparentar una unidad territorial absolutamente ficticia. Y sin embargo, conforman una ciudad que ostentó la primacía sobre el Mediterráneo en la época en que este mar todavía era el centro del mundo, aunque ya empezaba a desplazarse hacia otro mundo recién descubierto. Y se hará con el poder en el Mediterráneo desde un rincón alejado del núcleo, encajonado en el Adriático y a quienes todos los países poderosos temerán. Su debilidad se transforma en su fortaleza, y un terreno tan extraño como el suyo hará que no haya sido sometido por las armas nunca en su historia. Es cierto que Napoleón se apodera del territorio, construyendo ese pabellón frente a San Marcos, con las Procuradurías a sus lados. Pero no fue por las armas, sino que Venecia se entregó voluntariamente a Francia. E igual en el proceso de unificación de Italia. Venecia se incorporó a Italia 5 años después de la proclamación del Reino de Italia, que ocurrió el 17 de marzo de 1861, como consecuencia del Tratado de Viena y del referéndum celebrado para apoyar esta unión. En fin, que nos perdemos. Que es un "territorio" inexpugnable precisamente por no ser del todo un territorio en el sentido primigenio de la palabra.

Empezamos muy pronto el día, como todos los demás, desayunando a las 7:00 para estar en el autobús a  las 8:00. Hay que llegar al embarcadero que nos permita cruzar la laguna y encontrarnos con Manu, nuestra guía local en Venecia, a la que ya conocemos de otras ocasiones. Buena conocedora de la historia de la ciudad, también está muy concienciada sobre el dramático futuro que les espera, condenados por haberse entregado a un turismo que ha hecho desaparecer casi todos los negocios que no se dediquen a él. Del mismo modo esta sobreexposición al turismo está provocando que las islas se vayan hundiendo cada año, al removerse con los grandes barcos el fondo de una laguna que sirve de cimientos a la ciudad y que nunca había experimentado este tipo de tráfico.  Y si dejan de venir esos barcos, ¿de qué viven los establecimientos que dependen de ellos? ¿Cómo hacer una vida normal entre mareas de turistas a diario? ¿Y dónde compran los habitantes de Venecia, cuando todo son tiendas de recuerdos? El turismo la estrangula, pero le da de comer. Complicada solución.














Nos acompaña hasta la plaza de San Marcos, donde nos explica la función del palacio ducal, y cómo ha ido variando la construcción de la basílica de San Marcos, iniciada en el 828 para albergar las reliquias de San Marcos, robadas en Alejandría por unos comerciantes enviados ex professo, y que traen los restos cubiertos por carne de cerdo, para evitar que los musulmanes las tocasen. Todo esto se narra en los mosaicos de la fachada, incluso aparece representada la primera basílica, sin las 5 cúpulas actuales. Sufre reformas y ampliaciones hasta casi el siglo XVII, por lo que la mezcla de estilos hace de este templo algo totalmente singular. La base el la del templo del siglo XI, realizado por arquitectos venidos de Constantinopla, de ahí su marcado estilo bizantino. La abundancia de tesoros y riquezas, el oro que cubre los mosaicos de la fachada y todos los techos del interior muestran el poderío que alcanzó la Serenísima República de Venecia. Y los míticos caballos del hipódromo de Constantinopla, que coronan la terraza de la fachada como máximo exponente de los tesoros obtenidos en saqueo de la ciudad a cargo de las tropas venecianas durante la IV cruzada.

El campanario es una réplica exacta del original derrumbado el 14 de julio de 1902, después de que se apreciase una grieta en la pared norte que fue aumentando hasta que colapsó, sin provocar más daños ni en las personas ni en los edificios cercanos.






















La torre de los Moros es un gran reloj, que regulaba la vida de la ciudad, informando, además de la hora en fracciones de 5 minutos, de los ciclos lunares y de las mareas. Otra vez lo de la ciudad que vive en el mar, con el león de San Marcos y San Teodoro con el dragón a sus pies, vigilantes desde sus columnas de lo que sucede en el mar.








Desde ahí nos dirigimos a una fábrica de cristal de Murano, para ver cómo se realiza la técnica del soplado del vidrio, y aprender las diferencias entre el auténtico cristal de Murano y las copias que circulan por ahí. Es asombroso cómo a partir de una bola de pasta incandescente se puede sacar en apenas dos minutos un jarrón perfecto. Y enseguida nos pasan a la tienda, donde nos enseñan la gran variedad de productos que allí tienen y los precios tan asequibles que tienen, pero será para otros bolsillos. Nosotros bastante tenemos con intentar no romper nada.








Abandonamos allí al grupo general para lanzarnos ya por separado a completar la visita a Venecia. En primer lugar nos dirigimos al interior de la basílica de San Marcos, donde está absolutamente prohibido hacer fotos, y por ello no hay registro gráfico, que nuestros chicos son muy obedientes.
Salimos hacia Ponte Rialto, sin mirar ningún mapa y sin prestar atención a las calles, tan solo fijándonos en las indicaciones amarillas que nos encontramos en los cruces de las calles, para demostrarles que es muy difícil perderse en esta ciudad, con las numerosas señales que facilitan ubicarse. Hay mucha gente, y nos cuesta hacernos un hueco en el pretil del puente para buscar esa foto tan fantástica que queremos. Será por posar. "Tú dale, haz muchas" que ya voy yo cambiando la pose, mirando arriba, descuidadamente hacia un lado, sujetando el mentón, con sonrisa, serio, con el brazo arriba, ahora suspendido en el aire… O Tempora, o Mores! que diría Cicerón.









Y buscamos ahora ese rincón tan especial que se ha convertido ya en un clásico en nuestro viaje. Apenas a 200 metros del Gran Canal y del bullicio de Rialto, cruzando el Campo Manin, se encuentra la Scala Contarini del Bovolo. Un lugar silencioso, poco conocido, aunque desde hace ya dos años se encuentra rehabilitada y abierta al público (previo pago de 5 €), lo que hace que vaya siendo más frecuentada. Tiene un atractivo especial, con su espiral y la columnata de su baranda. A alguno nos gustaba más antes, con ese aspecto descuidado de hierbas que se apoderaban de la fachada, pero qué le vamos a hacer; esto también garantiza su supervivencia.



Y vamos a cerrar el programa de visitas con una parte muy especial para todos. El paseo en góndola. Habrá quien diga que es caro, que no es necesario, que no me apetece. Pero estar aquí y no montar es casi imperdonable. Todos al final se animan, y conseguimos 4 góndolas que salimos una detrás de otra, para dar un paseo, de unos 30 minutos desde el Gran Canal por algunos de los canales interiores, con su encanto bajo los puentes, cruzándonos con otras embarcaciones. Aunque lo verdaderamente emocionante es la subida y la bajada, cuando no estás seguro de no acabar en el agua, pero al final no pasa, casi nunca. Esta vez, tampoco. Y las fotos que conseguimos desde las góndolas son espectaculares, casi a ras de agua, con la luz que se refleja. Al menos a nosotros nos lo parece.
Incluso alguna de las nuestras se animó con el remo y a manejar la embarcación desde su popa. O quizá solo sea una ilusión.



























Y ya es la hora de comer, y de hacerse más fotos (nunca son demasiadas y la mejor siempre es la que falta por hacer), y recorrer las tiendas y puestos que esperan que encontremos en ellas ese recuerdo que tanto agrade a los nuestros, en los que no hemos dejado de pensar ni un momento en todo este tiempo.









Y una mención especial. Desde que ya no se permite alimentar a las palomas, están más agresivas, y parecen exigirnos lo que ya no les damos. Las habíamos acostumbrado a algo y de golpe se lo quitamos. Ernesto sabe de lo que hablamos, y de golpes.






El regreso al continente no es en el mismo barco en que vinimos, sino en otro algo más grande llamado Pink Venice. Cuando menos, es original. Cuando más, llamativo.


En el Villa Fiorita nos espera nuestra 2ª cena en el hotel: de primero, macarrones con mejillones y gambas y salmón con costra de finas hierbas y guarnición de patatas de segundo; de postre un buen tiramisú, que para eso estamos en Italia. Desproporcionadas algunas raciones, eso sí. Entre eso y las que prefieren un kiwi, y encima lo dicen, casi se nos pasa que parezca que tenemos a uno castigado. Arturo no come macarrones y repite de sopa de verduras igual que el día anterior. Esto seguro que si se lo mira el médico, tiene solución. Pobre.




Y esto ha sido todo lo que ha dado de sí este sexto día de nuestro viaje. Mañana seguimos con el mismo horario, para hacer una parada técnica en Verona y alcanzar nuestro último destino, Milán, ya como pista de despegue hacia España y nuestras casas.

Un abrazo muy fuerte.

Mª Ángeles y Javier.

4 comentarios:

  1. Preciosa Venecia, gran experiencia para los alumnos y genial trabajo de los profes.FELIZ REGRESO ������

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  2. Felicidades a todos! Otra experiencia inolvidable. Gracias Mari Angeles y Javier. Ni el más experimentado guia turistico lo habría hecho mejor.Hasta dentro de un rato.

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  3. Magnífico blog,fotos estupendas, amplios relatos, y para ellos momentos inolvidables. Muchas gracias a Javier y M. Ángeles por cuidar de nuestros chicos y hacernos disfrutar leyéndoos.

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  4. Un relato mágico y único. Sin palabras compañeros!!! Un abrazo

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