Muy buenas, familia.
La mañana de este domingo vuelve a empezar pronto, y ya van demasiados días empezando muy pronto. A las 8 ya estamos en el bus rumbo a Venecia, lo que significa que a las 7:15 estábamos en el desayuno y, como mínimo, habrán sonado los despertadores a las 6:45, que las habitaciones son múltiples, pero baño solo hay uno en cada una; en fin, pequeños detalles. La verdad es que apenas hemos tenido problemas por este lado en lo que llevamos de viaje, han sabido ser cumplidores con los horarios en todo momento, aunque toda regla simpre tiene alguna excepción, pero no debemos generalizar. Nota bastante alta en este aspecto, rozando el sobresaliente.
El trayecto en autobús es relativamente cómodo, apenas una hora, pero hay que justificar por qué vamos a Venecia para que nos dejen llegar con el autobús hasta el aparcamiento del muelle, no sólo con la lista oficial de los participantes en el viaje, incluso demostrando que tenemos un plan para el día y guías concertadas. Cosas de la burocracia, parece ser. Válter, nuestro chófer, tiene una frase muy buena para estas situaciones en las que el se humano tiende a complicar lo que aparentemente es fácil: "La madre degli idioti è sempre incinta". Y puede que no le falte razón. Aun así, el tramo del puente de la Libertad nos permite disfrutar de las primeras luces del día sobre la laguna y, aunque sea a través de las lunas del autobús o quizá por eso, a alguno nos ha recordado al cuadro de Monet "Impresión, sol naciente". Pero lo de las analogías del arte se lo dejamos a Jesús, nuestro experto favorito y asesor en este viaje.
El trayecto en barco nos permite dedicarnos un rato al postureo, que los seguidores en Instagram no vienen solos, aunque no tenemos claro que con estas fotos podamos ganar muchos, la verdad. Y en menos tiempo de lo que pensamos nos encontramos ya pisando suelo veneciano; vamos cruzando puentes, es decir, pasamos de una isla a otra, y llegamos a una de las imágenes más conocidas mundialmente y más buscadas por todos: el puente de los Suspiros. Nada que ver con romanticismos (habría que darle una vuelta también a ese término, que el romanticismo remite más al fracaso del amor y la tendencia a la autodestrucción) ni a enamorados ni nada por el estilo. Es el puente que comunica la sala de la Justicia del palacio Ducal con las mazmorras en las que esperar a que seas ajusticiado definitivamente. Y los suspiros era a causa de la consciencia de que era la última vez que veías el exteriorr, a modo de despedida de la vida terrena. Y no tenía pinta de que la vida eterna fuera a ser para ellos la del disfrute de los querubines pasando bandejas de canapés, para qué nos vamos a engañar.
Tenemos el punto de encuentro con Eva, nuestra guía local en Venecia, al pie de la columna del león de san Marcos y, tras repartir las audioguías, comenzamos nuestra visita por la ciudad. No podremos terminar la visita con ella en el interior de la basílica, como era nuestra intención porque, al ser domingo, las visitas comienzan a las 12, hasta las 16:45. No hay problema, nos hará las indicaciones suficientes para que podamos entenderla. Eva capta perfectamente las características de nuestro grupo, y hace una visita ágil, fresca, aportando datos importantes y otros interesantes, pero no para eruditos; lo más adecuado para que los chicos estén totalmente enganchados a sus explicaciones, haciéndoles partícipes del juego y consiguiendo incluso que anden rápido, algo que nosotros no hemos conseguido en toda la semana.
Empezamos por el palacio ducal (no por duque, sino por doge en italiano o dogo en castellano) y que, a pesar de lo contradictorio que pueda parecer, Venecia tenia el nombre de Serenísima República Aristocrática de Venecia, porque una República se supone que es de hombres iguales, y a ver cómo se defiende lo de aristocrática. Es relativamente sencillo todos los hombres son iguales mientras sean nobles, y de entre ellos se elige al Dogo. Que las dos columnas frente a la laguna representan una al león que simboliza al evangelista San Marcos patrón de la ciudad y la otra a San Teodoro, primer patrón de Venecia, acabando con un dragón (aunque parece un cocodrilo). También les explica cómo consiguen recuperar los restos de San Marcos, que habían robado los turcos, traídos en un arca y tapados con carne de cerdo, para evitar que los turcos ni siquiera se acercaran al ser un animal impuro,
Les habla de la Torre de los Moros, y de su reloj astronómico, que indica incluso las mareas, de vital importancia para una nación que vive hacia el mar.
Caminando por el canal Grande, nos detenemos frente a una placa en honor a Elena Lucrecia Cornaro, primera mujer en el mundo graduada en la Universidad en 1678. Si ella supiera lo que se tardó todavía en normalizar esto…
Eva incluye en su ruta por Venecia la visita a un lugar que nosotrros siempre buscamos cuando acaba la guía, pero Eva se ha currado un programa realmente interesante para nuestros chicos. Llegamos a la Scala Contarini del Bovolo. Les cuenta que es un lugar que ha sido importante incluso en el mundo del cine, que buena parte del Othello de Orson Welles se rodó allí, que luego ha estado un tanto abandonado pero que en los últimos años ha sido restaurado y hoy luce un aspecto magnífico. Desde luego, para nosotros siempre ha sido un sitio muy especial, de visita obligada, y nos alegra que para ella también.
Va trufando sus intervenciones con anécdotas de cine, de la Mostra, de restaurantes frecuentados por los artistas, y consigue mantener el interés de todos, pero sin perder el rigor en los datos precisos que aporta en cuanto a nombres, lugares o fechas.
Como final del recorrido, nos lleva a una especie de plataforma sobre el gran Canal, como un embarcadero pero sin embarcaciones ni nadie que embarque, en definitiva un lugar privilegiado para observar Ponte Rialto y la mayoría de los palacios que jalonan el canal.
Terminamos, como no puede ser de otra manera, dando una cariñosa ovación a Eva, nuestra guía en Venecia y dejando el recuerdo de una foto de grupo con ella, y cerramos el programa previsto para la mañana visitando una fábrica de cristal de Murano, y tras ver cómo el maestro transforma una bola de fuego rojo en un jarrón en apenas 3 minutos, nos explican cuáles son los productos más habituales que se fabrican, cómo distinguir los buenos de los malos, y lo que es capaz de resistir un vaso que no nos atreveríamos ni a sacar del armario, sale a jugar todo un muestrario de pulseras, colgantes, pendientes… Pero de estos no os contamos más, que no queremos romper la sorpresa. Además de camisetas, sudaderas y gelati, también se han acordado de vosotros; mucho, que no os quepa duda.
Son las 13:10. Hasta las 14:00 no abre a las visitas la basílica, así que optamos por darles tiempo ahora para adelantar la comida o algunas compras, o las dos cosas, y nos emplazamos a las 15:00 para ponernos a la fila y tratar de ver San Marcos por dentro, admirar todo el derroche de oros que hay en los mosaicos no ya sólo del techo, sino de todo aquello que esté tres metos por encima del suelo y las irregularidades de éste, también de mosaicos, pero de mármoles de diferentes colores, que se adapta a la estructura de pilotes sobre la que se apoyan las construcciones en la Serenísima República Aristocrática de Venecia.
La fila va medianamente rápida, aunque hay que pasar un control más visual que formal, y pasar por el desagradable trance de que nos digan que una de nuestras chicas no puede entrar porque lleva la falda demasiado corta. Hay cosas en las que no se diferencian tanto unas religiones de otras, y juzgar como inadecuada la vestimenta de una chica de 16 años, que lleva una minifalda, sí, con un culotte debajo y medias oscuras, dice más de él que de ella. Entiendo que hay cosas que tienen que ser reguladas, y que no se puede ir de cualquier manera a determinados sitios. Pero no había nada indecoroso en su ropa. Y seguramente la falda no fuera lo más corto en esa conversación; lo de la falda lo arreglamos utilizando un pañuelo-bufanda para que sus ojos no vean las piernas. Pero lo de él (y, sobre todo, en nombre de quien actúa) tiene peor solución. Igual Elena Lucrecia Cornaro sigue más presente de lo que pensamos, y "dejamos" que vayan a la Universidad, pero seguimos diciendo en qué sitios pueden entrar o no, por si no somos capaces de resistir la tentación.
Afortunadamente, esto tarda en olvidarse lo que tarda en recorrerse dos metros, y ya nos dedicamos a disfrutar de lo importante, que es la basílica de San Marcos. El recorrido es bastante dirigido, y con poca posibilidad de detenerte a observar mucho tiempo, porque la marea te arrastra por el camino. Es lo que tienen la laguna de Venecia, siempre sometida al efecto de la marea.
Ahora sí está terminado todo lo que pretendíamos extraer de Venecia en apenas 8 horas, porque a las 18:00 nos recoge el barco de nuevo. Tenemos todavía algo más de una hora y media para volver a perdernos por sus calles, callejuelas, rincones y puentes, para llevarnos un último recuerdo de esta maravillosa ciudad, material e inmaterial. El recuerdo, digo.
El regreso en barco nos permite buscar las últimas fotos, no tenemos muy claro si de la gente o de la isla, o de las dos cosas. En sus caras se nota que miran con nostalgia, paladeando los momentos vividos y los pasos dados por esta ciudad, que no se parece a nada en el mundo.
Ya de regreso en Padua, quedamos en salir del hotel para solucionar la cena, y para dar un paseo por la plaza de Prato della Valle, que no hemos tenido ocasión de disfrutarla en plenitud hasta ahora, que la mañana que llegamos había mercado y la plaza ni se veía.
Y con esto nos despedimos de Venecia y del día séptimo de nuestro viaje. vamos a recoger las cosas, tratar de que cierren las maletas y no nos dejemos nada perdido por ahí.
Mañana nos esperan tres horas en Milán, que van a cundir realmente poco, y regresamos a España. Con muchas ganas de regresar, porque ya queremos veros a todos, pero con muy pocas ganas de dejar este viaje, que se está haciendo un hueco grande en nuestra memoria y corazón.
Un abrazo,
Ana y Javier.