jueves, 22 de febrero de 2024

Milán, día 8º

 

Muy buenas, familia.

Os escribimos ya desde el bus de camino a casa, esta vez a la de verdad, no al hotel de turno. El día en Milán nos ha sabido a poco, a realmente poco. Dormir fuera de Milán tiene un precio, y hay bastante diferencia, claro. Cuando lo ves desde lejos, es evidente que resulta mucho más caro, pero cuando te encuentras con que la visita se te reduce a 3 horas en la ciudad, que media hora la necesitamos para ir y volver desde el centro hasta el lugar donde nos deja y recoge el autobús en el Castello Sforzesco, y en esas dos y horas y media tienes que comer… Así que no nos queda más remedio que asumir que la visita va a ser muy breve, casi panorámica, y que no vamos a poder entrar en el Duomo. Es inviable. Entre la fila para sacar las entradas, la fila para acceder al interior y la propia visita en sí por la catedral, se nos irían casi dos horas en ello. Todo esto lo pensamos ya en el autobús, antes de bajarnos, y tomamos decisiones.

La primera y fundamental es que decidimos no sufrir, y asumir que, aunque tuviéramos 3 días, siempre habrá cosas que se dejen de hacer, y lo mejor es adaptar los objetivos a la realidad que tenemos, y dejar de pensar en lo que no podremos hacer y centrarnos en lo que sí. Tenemos la suerte de estar en Milán, de poder llegar hasta la piazza del Duomo, admirar el bosque de pináculos y estatuas de la catedral, ver la Galleria Vittorio Emanuele II, comer allí y dar un paseo por Via Dante. Visto así, no es tan mal plan.

Así que nos vamos a buen paso bordeando el Castello Sforzesco, fortaleza de la familia Sforza, que vive su esplendor a finales del XV y la primera mitad del siglo XVI. Será Ludovico Sforza el que convierta la corte de Milán en un gran centro de poder y una de las cortes más lujosas de Europa, por lo que muchos artistas serán llamados aquí, como Leonardo da Vinci, Caravaggio, Bramante, Tiziano, Tiepolo, Tintoretto, Canaletto…



Y es prácticamente una línea recta de algo más de un kilómetro por la via Dante y via dei Mercanti, y, de repente, se abre ante ti la plaza del Duomo; a ver qué nombre le vas a dar, si es una de las catedrales más grandes del mundo, si mide 158 metros de largo, si caben 40.000 personas en su interior, si la estatua de la Madonnina, la Asunción de la virgen, se eleva hasta los 108,5 metros de altura y ningún edificio en toda Milán podía tener más altura que la catedral; si ocupa 11.000 metros cuadrados de superficie, si es el máximo exponente del gótico italiano, con el bosque de agujas, pináculos y estatuas que pueblan su tejado, con las vidrieras que rasgan sus muros. Si se comienza a construir en la segunda mitad del siglo XIV y no se considera terminada oficialmente hasta el siglo XX.
MARIAE NASCENTI, pone en su fachada. Los alumnos de Latín traducen rápido: "A María naciente". Para que no quede duda de a quién está dedicada.








Nos hacemos las fotos de rigor y nos vamos hacia nuestra izquierda, hacia la Galería Vittorio Emanuele II, dos calles cubiertas por arcos de cristal y hierro fundido que se cruzan formando un octágono rematado por una cúpula también de cristal, de la segunda mitad del siglo XIX, y es el precursor directo de los modernos centros comerciales. Restaurantes, cafés y tiendas de lujo se encuentran en sus locales, y el ambiente que se respira en su interior es el del glamour más elevado. Milán es la capital mundial de la moda, y eso se nota en mucha de la gente que por aquí camina. Alguien dijo lo de que "si no puedes ser elegante, al menos sé extravagante", pero aquí la extravagancia tiene siempre un punto comedido que no se sale de la elegancia, o al revés: la elegancia tiene un punto arriesgado que casi llega a la extravagancia, pero sin entrar en ella.
Cumplimos con la tradición de pisar los testículos del toro en el escudo de la ciudad de Turín, apoyados en el talón del pie derecho y girar una, dos y hasta tres veces, si lo que buscas es la buena suerte, el amor, o volver a Milán acompañado de tu amor. Y no nos queda tiempo para más; alguna explicación rápida, indicaciones de ubicaciones, hacia dónde deben ir y hacia dónde no deberían, y el momento para volver a encontrarnos después de solucionar la comida, la última que hagamos en tierras italianas ya.













A las 14:15 tenemos nuestra cita en la misma esquina de la plaza del Duomo donde comenzamos nuestra visita exprés, y desandamos el camino hacia el castello Sforzesco para, cumpliendo exquisitamente con el horario, volver a encontrarnos con Válter, nuestro chófer, y trasladarnos hacia el aeropuerto de Malpensa para poner el cierre a nuestro viaje. Cansados, muchísimo, pero con la sensación de haber exprimido cada día al máximo y haber aprovechado cada momento y cada sitio todo lo que se podía. Si para nosotros, que ya llevamos algunos viajes a cuestas, nos deja un gran sabor de boca y un buenísimo recuerdo en nuestra memoria, suponemos que para nuestros chicos tiene que haber sido una experiencia que tendrá un lugar muy especial entre los mejores momentos de sus vidas. También es fácil conseguirlo, que apenas tienen 16 años, pero muchos han tenido ya la oportunidad de disfrutar de cosas que para muchos eran y son impensables. Esperemos que sepan valorar la suerte que tienen y lo mucho que os deben.





Y esto ha sido todo, familia. Hemos tenido la oportunidad de vivir una gran semana acompañando a vuestros hijos en un viaje del que uno vuelve cambiado. Os dijimos al comienzo de esta aventura que Italia era el destino ideal para un viaje de este tipo, y cada vez estamos más convencidos de ello. Y, como siempre que se llega a este punto, es el momento de los agradecimientos. El primero, a vosotros, a las familias de nuestros muchachos, por la confianza depositada en nosotros, por el esfuerzo enorme que supone para quien tiene que hacerse cargo de la parte menos disfrutona y más monetaria de esta historia.
El segundo, a nuestro colegio, que sigue apostando por el enriquecimiento cultural y el aprendizaje y madurez que aportan estos viajes, aceptando el desajuste que provoca en el funcionamiento del centro y de los riesgos que supone irse una semana fuera del país a convivir con adolescentes; en tercer lugar, dejad que tengamos un hueco para nuestras familias, a las que dejamos toda una semana con las mismas responsabilidades de siempre pero con la mitad de efectivos. Y finalmente, el mayor agradecimiento ha de ser para nuestros viajeros. Aunque no sean del todo conscientes de lo que han visto y vivido en esta semana, con el paso del tiempo sabrán darle la importancia que tiene conocer un país que está en los orígenes de nuestra civilización y sin el que es muy difícil entender lo que somos hoy.

Y esto es todo, familia, que ya llegamos a veros.

Un abrazo.

Ana y Javier. 

lunes, 19 de febrero de 2024

Venecia, día 7º

Muy buenas, familia.

La mañana de este domingo vuelve a empezar pronto, y ya van demasiados días empezando muy pronto. A las 8 ya estamos en el bus rumbo a Venecia, lo que significa que a las 7:15 estábamos en el desayuno y, como mínimo, habrán sonado los despertadores a las 6:45, que las habitaciones son múltiples, pero baño solo hay uno en cada una; en fin, pequeños detalles. La verdad es que apenas hemos tenido problemas por este lado en lo que llevamos de viaje, han sabido ser cumplidores con los horarios en todo momento, aunque toda regla simpre tiene alguna excepción, pero no debemos generalizar. Nota bastante alta en este aspecto, rozando el sobresaliente.

El trayecto en autobús es relativamente cómodo, apenas una hora, pero hay que justificar por qué vamos a Venecia para que nos dejen llegar con el autobús hasta el aparcamiento del muelle, no sólo con la lista oficial de los participantes en el viaje, incluso demostrando que tenemos un plan para el día y guías concertadas. Cosas de la burocracia, parece ser. Válter, nuestro chófer, tiene una frase muy buena para estas situaciones en las que el se humano tiende a complicar lo que aparentemente es fácil: "La madre degli idioti è sempre incinta". Y puede que no le falte razón. Aun así, el tramo del puente de la Libertad nos permite disfrutar de las primeras luces del día sobre la laguna y, aunque sea a través de las lunas del autobús o quizá por eso, a alguno nos ha recordado al cuadro de Monet "Impresión, sol naciente". Pero lo de las analogías del arte se lo dejamos a Jesús, nuestro experto favorito y asesor en este viaje.



El trayecto en barco nos permite dedicarnos un rato al postureo, que los seguidores en Instagram no vienen solos, aunque no tenemos claro que con estas fotos podamos ganar muchos, la verdad. Y en menos tiempo de lo que pensamos nos encontramos ya pisando suelo veneciano; vamos cruzando puentes, es decir, pasamos de una isla a otra, y llegamos a una de las imágenes más conocidas mundialmente y más buscadas por todos: el puente de los Suspiros. Nada que ver con romanticismos (habría que darle una vuelta también a ese término, que el romanticismo remite más al fracaso del amor y la tendencia a la autodestrucción) ni a enamorados ni nada por el estilo. Es el puente que comunica la sala de la Justicia del palacio Ducal con las mazmorras en las que esperar a que seas ajusticiado definitivamente. Y los suspiros era a causa de la consciencia de que era la última vez que veías el exteriorr, a modo de despedida de la vida terrena. Y no tenía pinta de que la vida eterna fuera a ser para ellos la del disfrute de los querubines pasando bandejas de canapés, para qué nos vamos a engañar.
Tenemos el punto de encuentro con Eva, nuestra guía local en Venecia, al pie de la columna del león de san Marcos y, tras repartir las audioguías, comenzamos nuestra visita por la ciudad. No podremos terminar la visita con ella en el interior de la basílica, como era nuestra intención porque, al ser domingo, las visitas comienzan a las 12, hasta las 16:45. No hay problema, nos hará las indicaciones suficientes para que podamos entenderla. Eva capta perfectamente las características de nuestro grupo, y hace una visita ágil, fresca, aportando datos importantes y otros interesantes, pero no para eruditos; lo más adecuado para que los chicos estén totalmente enganchados a sus explicaciones, haciéndoles partícipes del juego y consiguiendo incluso que anden rápido, algo que nosotros no hemos conseguido en toda la semana.














Empezamos por el palacio ducal (no por duque, sino por doge en italiano o dogo en castellano) y que, a pesar de lo contradictorio que pueda parecer, Venecia tenia el nombre de Serenísima República Aristocrática de Venecia, porque una República se supone que es de hombres iguales, y a ver cómo se defiende lo de aristocrática. Es relativamente sencillo todos los hombres son iguales mientras sean nobles, y de entre ellos se elige al Dogo. Que las dos columnas frente a la laguna representan una al león que simboliza al  evangelista San Marcos patrón de la ciudad y la otra a San Teodoro, primer patrón de Venecia, acabando con un dragón (aunque parece un cocodrilo). También les explica cómo consiguen recuperar los restos de San Marcos, que habían robado los turcos, traídos en un arca y tapados con carne de cerdo, para evitar que los turcos ni siquiera se acercaran al ser un animal impuro,
Les habla de la Torre de los Moros, y de su reloj astronómico, que indica incluso las mareas, de vital importancia para una nación que vive hacia el mar.




































































Caminando por el canal Grande, nos detenemos frente a una placa en honor a Elena Lucrecia Cornaro, primera mujer en el mundo graduada en la Universidad en 1678. Si ella supiera lo que se tardó todavía en normalizar esto…
Eva incluye en su ruta por Venecia la visita a un lugar que nosotrros siempre buscamos cuando acaba la guía, pero Eva se ha currado un programa realmente interesante para nuestros chicos. Llegamos a la Scala Contarini del Bovolo. Les cuenta que es un lugar que ha sido importante incluso en el mundo del cine, que buena parte del Othello de Orson Welles se rodó allí, que luego ha estado un tanto abandonado pero que en los últimos años ha sido restaurado y hoy luce un aspecto magnífico. Desde luego, para nosotros siempre ha sido un sitio muy especial, de visita obligada, y nos alegra que para ella también.
Va trufando sus intervenciones con anécdotas de cine, de la Mostra, de restaurantes frecuentados por los artistas, y consigue mantener el interés de todos, pero sin perder el rigor en los datos precisos que aporta en cuanto a nombres, lugares o fechas.


















Como final del recorrido, nos lleva a una especie de plataforma sobre el gran Canal, como un embarcadero pero sin embarcaciones ni nadie que embarque, en definitiva un lugar privilegiado para observar Ponte Rialto y la mayoría de los palacios que jalonan el canal.











Terminamos, como no puede ser de otra manera, dando una cariñosa ovación a Eva, nuestra guía en Venecia y dejando el recuerdo de una foto de grupo con ella, y cerramos el programa previsto para la mañana visitando una fábrica de cristal de Murano, y tras ver cómo el maestro transforma una bola de fuego rojo en un jarrón en apenas 3 minutos, nos explican cuáles son los productos más habituales que se fabrican, cómo distinguir los buenos de los malos, y lo que es capaz de resistir un vaso que no nos atreveríamos ni a sacar del armario, sale a jugar todo un muestrario de pulseras, colgantes, pendientes… Pero de estos no os contamos más, que no queremos romper la sorpresa. Además de camisetas, sudaderas y gelati, también se han acordado de vosotros; mucho, que no os quepa duda.













Son las 13:10. Hasta las 14:00 no abre a las visitas la basílica, así que optamos por darles tiempo ahora para adelantar la comida o algunas compras, o las dos cosas, y nos emplazamos a las 15:00 para ponernos a la fila y tratar de ver San Marcos por dentro, admirar todo el derroche de oros que hay en los mosaicos no ya sólo del techo, sino de todo aquello que esté tres metos por encima del suelo y las irregularidades de éste, también de mosaicos, pero de mármoles de diferentes colores, que se adapta a la estructura de pilotes sobre la que se apoyan las construcciones en la Serenísima República Aristocrática de Venecia.
La fila va medianamente rápida, aunque hay que pasar un control más visual que formal, y pasar por el desagradable trance de que nos digan que una de nuestras chicas no puede entrar porque lleva la falda demasiado corta. Hay cosas en las que no se diferencian tanto unas religiones de otras, y juzgar como inadecuada la vestimenta de una chica de 16 años, que lleva una minifalda, sí, con un culotte debajo y medias oscuras, dice más de él que de ella. Entiendo que hay cosas que tienen que ser reguladas, y que no se puede ir de cualquier manera a determinados sitios. Pero no había nada indecoroso en su ropa. Y seguramente la falda no fuera lo más corto en esa conversación; lo de la falda lo arreglamos utilizando un pañuelo-bufanda para que sus ojos no vean las piernas. Pero lo de él (y, sobre todo, en nombre de quien actúa) tiene peor solución. Igual Elena Lucrecia Cornaro sigue más presente de lo que pensamos, y "dejamos" que vayan a la Universidad, pero seguimos diciendo en qué sitios pueden entrar o no, por si no somos capaces de resistir la tentación.
Afortunadamente, esto tarda en olvidarse lo que tarda en recorrerse dos metros, y ya nos dedicamos a disfrutar de lo importante, que es la basílica de San Marcos. El recorrido es bastante dirigido, y con poca posibilidad de detenerte a observar mucho tiempo, porque la marea te arrastra por el camino. Es lo que tienen la laguna de Venecia, siempre sometida al efecto de la marea.





























Ahora sí está terminado todo lo que pretendíamos extraer de Venecia en apenas 8 horas, porque a las 18:00 nos recoge el barco de nuevo. Tenemos todavía algo más de una hora y media para volver a perdernos por sus calles, callejuelas, rincones y puentes, para llevarnos un último recuerdo de esta maravillosa ciudad, material e inmaterial. El recuerdo, digo.












El regreso en barco nos permite buscar las últimas fotos, no tenemos muy claro si de la gente o de la isla, o de las dos cosas. En sus caras se nota que miran con nostalgia, paladeando los momentos vividos y los pasos dados por esta ciudad, que no se parece a nada en el mundo.


























Ya de regreso en Padua, quedamos en salir del hotel para solucionar la cena, y para dar un paseo por la plaza de Prato della Valle, que no hemos tenido ocasión de disfrutarla en plenitud hasta ahora, que la mañana que llegamos había mercado y la plaza ni se veía.



Y con esto nos despedimos de Venecia y del día séptimo de nuestro viaje. vamos a recoger las cosas, tratar de que cierren las maletas y no nos dejemos nada perdido por ahí.
Mañana nos esperan tres horas en Milán, que van a cundir realmente poco, y regresamos a España. Con muchas ganas de regresar, porque ya queremos veros a todos, pero con muy pocas ganas de dejar este viaje, que se está haciendo un hueco grande en nuestra memoria y corazón.

Un abrazo, 

Ana y Javier.