Muy buenas, familia.
Nos vais a disculpar, pero se nos ha ido la mano. lo que teníamos previsto para hoy era, a las 9:00 la visita panorámica guiada por Atenas, en autobús, y a continuación, la subida a la colina de la acrópolis con todos los templos y edificios religiosos y civiles que allí se encuentran. Un pequeño tiempo para comer y terminaríamos nuestro día con guía en el Museo de la Acrópolis hacia las 15:30, con algo de tiempo aún para completar alunas visitas por nuestra cuenta.
Y ahí es donde se nos ha ido la mano. Hay rumores que dicen que llevamos 533 fotografías realizadas hoy, pero eso resulta difícil de creer.
Porque lo que hemos visto hoy no tiene comparación con nada que conozcamos. Habremos visto en nuestras vidas lugares, edificios, construcciones realmente bonitos. Pero lo que te encuentras al acercarte a la colina de la acrópolis de Atenas, y empiezas a adivinar su majestuosidad, su tamaño, su proporcionalidad… no hay nada que se pueda llegar a pensar que está a la misma altura, ni siquiera cerca. Como diría Santo Tomás de Aquino, sólo se puede hacer la comparación por analogía; podemos jugar a imaginarnos que se parecen, pero todos sabemos que son de naturaleza totalmente distinta.
Eso es lo que sucede con la Acrópolis. Empezando ya por el odeón de Herodes Ático, que ya nos muestra por dónde van los tiros. Se construye en la segunda mitad del siglo II d.C. y, aunque pequeño en cuanto a capacidad (apenas 5000 espectadores) su construcción muestra grandes avances en la arquitectura, como ocurre con el techo de la cavea (el graderío) y que no tenía soportes internos teniendo un radio de 38 metros. Todo esto nos lo va explicando Irene, nuestra guía local en esta semana. Una mujer experimentada ya como guía, licenciada en Historia del Arte y que habla un castellano muy fluido, rico en matices y expresiones, a pesar de que sólo ha estado en España en dos ocasiones. Todo a base de estudio. y, aunque no se la oyera demasiado bien en algunas ocasiones, sí ha conseguido transmitir sus conocimientos de una forma bastante directa a nuestro grupo.

















No podemos dejar de mirar un poco más arriba, donde ya se recorta la silueta del Partenón, el templo principal y mayor de la colina sagrada de Atenas, pero todavía no toca. Hay que continuar subiendo por los caminos que serpentean para salvar el desnivel y finalmente llegamos a los Propileos, la puerta de acceso monumental al recinto sagrado. No es un templo, no es un edificio, no se puede entrar en él, ni subir a él, ni nada de esto. Es (otra vez la analogía) como el hinchable que enmarca la línea de llegada en las carreras ciclistas. Sólo se puede atravesar, cruzar. Es la manera de anunciar que lo que viene a continuación es algo que nunca has conocido, y esta entrada es apenas el aperitivo. Ya te sientes totalmente pequeño, cuando ves que eres incapaz de abarcar la anchura de los grandes bloques de mármol del Pentélico que se utilizaron para su construcción. Y cuando ya los has cruzado, te das cuenta de que te dijeron que no te olvidaras del maravilloso templo de Atenea Niké, la representación de la Victoria y que según dicen, en esta ocasión se la representó áptera, sin alas, para demostrar a todos los demás que la victoria acompañaba siempre a Atenas, y que abandonaran toda esperanza, como diría Dante. Habrá que estar más atentos cuando salgamos, para admirarlo en profundidad.
Y accedes definitivamente a la explanada de la acrópolis, donde domina por completo el Partenón, templo consagrado a la diosa Atenea, y en este caso bajo su advocación de Parthenos, doncella o virgen para los castellanos. Todos estos templos se construyeron en el siglo v a.C., siglo en el que Pericles reformó la Acrópolis, derribando todos los templos antiguos y construyendo todos de nuevo, en mármol, y encargando a Fidias, el mejor de todos los artistas de la época, la sencilla tarea de hacer que todos los pueblos percibiesen el poder de Atenas, que acababa de derrotar al hasta entonces temible ejército persa.
Nos sitúa Irene entre los dos templos, este de Atenea y el consagrado a Posidón, con sus columnas de orden jónico pero, sobre todo, con el renombradísimo mirador de las Cariátides, las 6 mujeres de piedra que sostienen sobre sus cabezas el peso del edificio. En lugar de hacer simples columnas, se embellece el resultado tallando cuerpos femeninos en su lugar, todos muy parecidos, pero absolutamente diferentes, los peplos, los pliegues, las trenzas, el peinado… que las convierten en algo único, y por lo que gentes de todo el mundo llegan hasta aquí para admirarlas. Aunque sólo se pueden admirar cinco de ellas, porque la sexta decidió conocer mundo y debes ir a Londres para observarla. Durante la dominación turca de Grecia, Elgin (nos negamos a llamarle Lord) aprovechó para comprar al invasor buena parte de los tesoros del Partenón, principalmente, como las esculturas de los frontones y las losas enteras del friso que rodea todo el templo y unas cuantas metopas. Todo ello obra de Fidias, el mejor escultor de la época clásica ateniense y cuya firma y huella está por todas partes en la Acrópolis
El Partenón fue erigido entre los años 447 y 438 a. C. y tiene unas dimensiones del Partenón son de 69,5 metros de longitud, 30,9 metros de anchura y una altura en su punto máximo de 14 metros. Su perfección es tal que tiene varias imperfecciones, como el diferente grosor de las columnas de los extremos, para que el vacío que se ofrece a la vista se compense, y parezca perfecto y armónico. Es perfecto para el ojo humano. Ya no podemos ver la imponente estatua de la diosa Atenea, hecha de oro y marfil, desaparecida en algún momento del primer milenio, pero de la que hay numerosos testimonios y referencias como para saber que no había nada comparable con ella.
Y este templo ha sufrido todo tipo de avatares. desde el cambio de dedicación, pasando a ser iglesia cristiana en el siglo VI; una mezquita a finales del siglo XV, e incluso un polvorín que, en 1687, como no podía ser de otra forma, terminó por explotar, dañando irremediablemente la estructura. Y además, el pirata Elgin.



















Y es imposible dejar de hacer fotos. Uno trata de guardar en la retina cada vista, cada ángulo, cada detalle. un nuevo vistazo supone un nuevo matiz que no habías captado antes. Y como ya vamos desconfiando de nuestra capacidad de almacenar tantas imágenes en nuestra memoria, una tarjeta de memoria tendrá que venir en ayuda y que queden guardadas allí. Tampoco creáis que somos de esos que podremos disfrutar del viaje cuando veamos las fotos, sin haber prestado atención in situ. Hemos tenido mucho tiempo en esta colina sagrada como para primero saborearla con los sentidos y luego plasmarla en metadatos. Carpe diem, dirá Horacio; y solemos olvidar la segunda parte del verso: quam minimum credula postero. Aprovecha el momento, y confía en el mañana lo menos posible.
Algunos de los monumentos que algunas dicen ver son tan efímeros como un día, y confunden el foco y objetivo de la visita, pero es que lo de la belleza es muy subjetiva. A ver cómo están dentro de 2500 años, que son los que tiene a sus espaldas la Acrópolis ateniense. Pero son jóvenes, ¡qué le vamos a hacer!

Casi como una anécdota, nos ha llamado la atención una placa escrita en griego, en el extremo opuesto a los Propileos, donde ondea la preciosa bandera griega. Algo de vocabulario nos queda de nuestros tiempos de estudiantes de Homero y Tucíidides como para poder entender que se recuerda a dos muchachos, Manoliis Glezos y Apostolos Santas, de 18 y 19 años, que el 30 de mayo de 1941 consiguieron acceder de manera oculta a la Acrópolis para arriar la bandera nazi que habían izado las tropas invasoras alemanas, y que sirvió de aliento para el pueblo griego para resistir y organizarse ente el peligro nazi. Y será por fotos, pero de la placa, no sé por qué extraña razón, no hicimos ninguna. Habrá que volver, entonces.



Y seguimos paseando, tranquilamente, parándonos cuando nos apetece y volviendo a mirar lo que ya hemos visto pero que nos parece distinto; íbamos a decir que sin notar apenas el calor que ya iba apretando fuerte. Todavía no eran las 11 de la mañana y ya superábamos los 30º. Pero se nota, mucho, y más que se ha notado en nuestra piel, que los hay muy delicados por ahí.
Las vistas de la ciudad desde los extremos del recinto son maravillosas. Aprovechamos para identificar los lugarres por los que ya hemos pasado o tenemos previsto pasar en estos días, como el templo de Zeus Olímpico que, desde aquí nos permite comprender quizá mejor el tamaño del edificio frente a la perspectiva que teníamos ayer cuando estábamos al pie de sus columnas.
O el Hefestión, en el ágora antigua, al que cumpliremos visita después de comer. Y para darnos cuenta de que la extensión de Atenas y su alfoz, que acoge a prácticamente un tercio de la población de todo el país (3,5 millones de habitantes frente a un total de casi 11 millones).
Nos concedemos más tiempo junto al Erecteion, el templo en honor a Posidón quien, a pesar de proponer un manantial de agua salda para la ciudad, no fue elegido para proteger la ciudad, sino Atenea, que había ofrecido el olivo para los atenienses. En la actualidad, los arqueólogos que trabajaron a partir de 1984 en la Acrópolis plantaron junto al Erecteion un olivo simbolizando el que la diosa les ofreció como don. Y no les ha ido mal a los griegos con el olivo, parece.
Frente al orden dórico del Partenón, el Erecteion presenta columnas de tipo jónico, con sus características volutas rematando el capitel. Y a ver ahora cómo nos sacamos de la cabeza la cancioncita (dórico, dórico, jonico, corintio, corintioooo…) Disculpad, que ahora os pasa a vosotros.
El calor va haciendo mella en algunos, que aprovechan los mínimos espacios de sombra que hay en la cima de la colina. Afortunadamente, hay frecuentes máquinas para comprar agua, a 50 céntimos la botella de medio litro. Y así es por toda la ciudad, bares y hotel incluidos. Y nos estamos sirviendo de ello, desde luego, que si los médicos recomiendan beber dos litros de agua al día, eso lo cumplimos casi todos ya antes de comer.
Tenemos a los pies el teatro de de Dioniso, probablemente, el más antiguo del mundo, comenzado a construir a finales del siglo VII a.C. y que llegó a tener capacidad para 25000 espectadores. No hay que olvidar que el teatro como representación siempre está dentro de un contexto religioso y siempre habrá un altar o un templo para completar el culto al dios Dioniso, protector del teatro, y de las fiestas y del vino. Lo de que la farándula vaya asociada al desenfreno viene de lejos, ya veis.
Y seguimos con nuestro paseo, ya buscando la dirección de salida, y encontramos nuevos ángulos que no habíamos visto, incluso con materiales para inventario y catalogación: tejas, fragmentos de fuste e columnas, partes de frisos… Habrá que coger la cámara, entonces. Va otra tanda.
Nos llama la atención una basa para una estatua, donde están profundamente marcados los pies; parece que hacía demasiado calor incluso para él, y se ha bajado un momento para beber un poco de agua y ponerse un ratito a la sombra también, que uno no es de piedra
Y vamos saliendo ya, buscando los Propileos, y sin dejar de pensar en que no podemos saltarnos ahora el templo de Atenea Niké, realmente fuera del recinto de la Acrópolis, pero en un lugar preeminente y prominente, dando la bienvenida o la despedida a quien subiera hasta aquí. Tan sencillo como la cella o nave, y una fila de 4 columnas en la parte delantera y otras 4 detrás, de orden jónico también.
Todavía nos queda tiempo para echar un último vistazo a la colina del Areópago, que es donde se reunía el Consejo que gobernaba Atenas en sus primeros tiempos, y después era el lugar donde se reunía el tribunal que juzgaba delitos de asesinato, lesiones serias y asuntos religiosos. También juzgaba aquellos casos en que se provocara el incendio de olivos. Tal era su importancia para los atenienses.
Además, y ya dando un salto en el tiempo, será el lugar desde el que San Pablo comenzó a predicar el cristianismo entre los griegos, y ganará rápidamente adeptos, como será el caso de San Dionisio Areopagita, patrón de Atenas.
Bajamos la colina hacia la izquierda, y entramos en el barrio de Plaka, puro corazón de la ciudad. Callejuelas estrechas, abigarradas de negocios, tiendas, toldos, gente, y un grupo de nosotros encontramos una pequeña plaza con muy buena cantidad de sombra, junto a la Linterna de Lisícrates, y ahí nos disponemos a comer, con la condición de que sea muy rápido, que tenemos apenas una hora para entrar en el museo de la Acrópolis y completar nuestra visita, con los originales de muchas de las piezas que allí se han encontrado, y es inaplazable.
La comida, sensacional; moussaka, souvlaki de pollo, de cerdo, de cordero, chuleta de cordero… Todo buenísimo. Ahora, prisa no les metas, que te va a dar igual. Menos mal que Irene pudo negociar 15 minutos de margen para no perder el acceso prioritario, y así hicimos el completo. Comimos extraordinariamente bien y pudimos hacer la visita al museo sin problema.
Pocos sitios mejores se nos podían ocurrir para pasar un par de horas desde las 14:00 que el museo de la Acrópolis, inaugurado en 2009, y el diseño está preparado para albergar los mármoles que Elgin (nos seguimos negando a llamarle lord) robó con la complicidad de los turcos. Pero es un edificio espectacular, absolutamente funcional y muy cómodo para visitar, con las esculturas dispuestas sobre pedestales exentos, lo que permite pasear entre ellas y apreciarlas en su totalidad.
Y además, son las horas de más calor en Atenas, así que se agradece el refugio.
Los alumnos que ya son de Historia del Arte ya tienen convalidada la parte correspondiente al arte griego del primer trimestre. Aparte de la arquitectura que ya hemos visto, respecto a la escultura ya dominamos el arte arcaico, con su colección de kouroi y de korai, los relieves de las metopas encontrados y preservados en el interior del museo. Las esfinges, también arcaicas; el Moscóforo, el jinete Rampin, las placas con los relieves de la Atenea Melancólica y de Niké ajustándose la sandalia.
Con las estatus de los frontones de los templos previos a los que encargó Pericles, con sus restos de policromía, las cariátides originales del Erecteion, que solamente ellas ya justificarían un museo entero… y tantas y tantas piezas que allí están custodiadas. Incluso la vista privilegiada que hay hacia la colina de la Acrópolis.



















































Y con todo el dolor de nuestro corazón y la temperatura de nuestros cuerpos tuvimos que salir a la calle, que nos esperaban nuevos destinos, ya sin Irene, de la que nos despedimos hasta el día siguiente. Caminamos tranquilamente por el barrio de Plaka y Anafiótika, por la parte más antigua de Atenas, bordeando toda el área arqueológica del ágora antigua, para encontrarnos con nuestra siguiente cita: el Hefesteion, o Hefestión, o Teseion, que con los dos nombres se le conoce ya que se creyó que ahí estaban los restos del mítico héroe Teseo, es un templo dórico (el orden de las columnas), períptero (rodeado por completo por una fila de columnas) y hexástilo (6 columnas en su fachada), y es probablemente el templo mejor conservado de Atenas, y que no ha sufrido reconstrucciones ni está levantado sobre un templo anterior. Ha mantenido la techumbre, cosa que se muy poco habitual, y por eso también se conservan los dos frontones que produce el tejado a dos aguas, aunque sí ha perdido la ornamentación de estos. Y nosotros nos vamos a aprovechar de la sombra que nos ofrece el propio templo para poder disfrutar de su visión, y de la que nos ofrece sobre el ágora antigua, con la estoa de Átalo, y la pequeña iglesia consagrada a los Santos Apóstoles; y más al fondo y arriba, el Partenón y la Acrópolis, omnipresente.

























Continuamos, caminando junto al gimnasio de Adriano, ya del periodo de dominación romana, buscando la salida del ágora, y viendo de lejos la torre de los Vientos, o de las Horas, y realmente ya nos iba costando caminar, más por el calor que por el cansancio, que solo hemos caminado 16 kilómetros ayer, junto a los 14 que hicimos el lunes, casi como a la tortuga terrestre que nos encontramos en la zona ajardinada, y que no tuvo inconveniente en hacerse una foto con nosotros, sabiendo del éxito que tiene nuestro blog.

Nuestra intención es llegar hasta la plaza Syntagma, sede de la soberanía popular en la actualidad, del Parlamento griego, para ver en la hora en punto el cambio de guardia, con los evzonés, los soldados de la Guardia Presidencial que custodian la tumba al soldado desconocido. Los evzones visten trajes tradicionales, compuestos por la fustanela, que es una falda con 400 pliegues, uno por cada año de ocupación otomana de Grecia, chaleco, medias, zapatos con pompones y suela claveteada y fez, que es el gorro de origen otomano, pero que se ha extendido por casi todos los países balcánicos. Su ritual es muy característico, y cargado de rito y, como dijo Saint-Exupery, los ritos son necesarios. Dan identidad a los pueblos y les hacen sentirse orgullosos de lo que son y de lo que fueron. Y como todos los ritos y ceremonias, absolutamente escrupulosos con los tiempos. Cada hora en punto se produce el relevo de la guardia, y no te van a esperar porque llegues un pelín justo, o cansado. Y las 18:02 no son las 18:00. No llegamos a tiempo de ver el comienzo, pero sí una buena parte del desarrollo. Habrá que conformarse con esto, que la paliza de día ya es considerable. Aunque amenazamos con volver.

















Bajamos tranquilamente (nuestras piernas no dan para más) por la calle Ermou (o calle de Hermes, si traducimos el nombre; el mensajero de los dioses, dios del comercio y de los caminantes; también de los ladrones y salteadores de caminos. Mercurio para los romanos) que hace honor a su nombre y está llena de comercios, tiendas de ropa, de deportes, maquillajes… Como la calle es completamente recta hasta la plaza de Monastiraki, les hemos dejado el regreso libre, con cita en 30 minutos en nuestro punto habitual. Podéis estar tranquilos, que no les ha dado tiempo a invertir demasiado en esto; el tiempo era muy poco, y el cansancio hace que apenas te guste nada.

Y otra grata sorpresa. en una de las mejores tiendas de deportes de toda Atenas y estoy por decir que casi de toda Europa, se vende una de las camisetas más bonitas de todo el fútbol español, y estoy por decir que de toda Europa. Da igual en qué categoría esté, que la tierra siempre tira, y no os podéis imaginar la sorpresa que supone encontrártela aquí cuando sería lo último que esperaras encontrar.

Y, por fin, llegamos al hotel. Que tenemos la cena a las 20:00. Hemos tenido tiempo justo para darnos una ducha, que ha sido otro momento extraordinario, por el alivio del calor y el de los pies. Como los deportistas de élite. Agua bien fría para recuperar los músculos. La cena es muy digna, sabrosa, con buenas verduras para las guarniciones, arroz, patatas, tanto asadas como fritas, ensaladas y dos o tres platos de carne bien preparada. No le ponemos pegas. Y nuestros chicos, como en los conciertos a los artistas, les hacen salir a los bises y reponer las bandejas que se vacían a buen ritmo. Y lo hacen bien: comen hasta saciarse, repitiendo las veces que sean oportunas, pero sin ansia, sin prisas ni platos atiborrados de comida que se quedan en las mesas. Así que punto muy a favor para ellos. El único pero que le ponemos al menú es la falta de postre. Hay algo de fruta, con unas naranjas a las que les vamos a coger cariño, porque tienen pinta de actuar varios días, si seguimos con el símil de los artistas en los conciertos. Las manzanas no están mal, pero se echa de menos algo de yogur, por ejemplo, o más variedad de fruta, que al desayuno, por ejemplo, hay sandía también.


Así que no nos queda más remedio que establecer de manera oficial nuestro concurso de cata de heladerías en Monastiraki, que ya se ha convertido en el paseo esperado después de la cena, Y estamos dispuestos a sacrificarnos por vosotros, para que tengáis el mayor número de referencias para cuando vengáis vosotros. El de yogur con fruta de la pasión ha saltado muy fuerte a los puestos de cabeza, y eso que el tiramisú de ayer parecía vencedor el primer día. A algunas de las nuestras les ha gustado otra heladería, donde han caído bien y los dos días se han llevado obsequio en forma de helado después de la consumición. En estos casos, yo siempre me acuerdo del sacerdote troyano Laocoonte, diciendo a sus compatriotas al ver el enorme caballo abandonado por los griegos: "Timeo Danaos et dona ferentes". "Temo a los griegos incluso cuando traen regalos". Seguiremos informando de las siiguientes fases del concurso.




Y a las 22:30 emprendemos el regreso hacia el hotel, desde Monastiraki, calle Athinas toda recta hasta la plaza Omonia y ya estamos en el hotel. Apenas 15 minutos a un paso casi procesional.
Damos las instrucciones para el día siguiente, que viene fuerte, y nos hemos citado con nuestra guía Irene para la visita a Corinto, Epidauro y Micenas.
Que la noche sea buena, silenciosa y tranquila.
Un abrazo, familia.
Asun y Javier.
Perfectamente descrito. Increíble la organización para poder ver esa cantidad de cosas en un día. Y la felicidad en sus caras, especialmente en la de mi hijo. Mil gracias!
ResponderEliminarAprovechadito el día, si señor!!!!!!
ResponderEliminarGenial!!! Esperando la 3ª entrega. Gracias por la dedicación!
ResponderEliminarQue gozada de viaje muchísimas gracias por todo el trabajo que chulada el blog
ResponderEliminarMagnífico reportaje! No nos perdemos ningún detalle! No sé de donde sacas el tiempo... Mil gracias!!
ResponderEliminarMuchas gracias por la información y todas las fotos!! Seguir disfrutando!!
ResponderEliminar¡Unas fotos preciosas! ¡A seguir disfrutando!
ResponderEliminar👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
ResponderEliminar👏👏👏👏😍😍😍😍😍
ResponderEliminar