viernes, 16 de febrero de 2024

Pisa, día 4º

 Muy buenas, familia.

Vamos con la segunda entrega de hoy. Hemos madrugado otra vez para estar a las 8:15 en el autobús, que ya nos está esperando en una calle en el lateral de nuestro hotel en Roma, ya que la nuestra es demasiado estrecha y no puede maniobrar suficientemente. Desayunamos rápido, y volvemos para cerrar las maletas y comprobar que no nos hemos dejado nada, que ya no volvemos. Es lo que tiene hacer las cosas con calma, que da tiempo a repasar, revisar y asegurarte de que todo está guardado. Aunque hay gente que no hace las cosas con calma. Sólo hay que resolver el silogismo.

Autobús hacia Pisa, casi 4 horas de carretera, con una pausa de 15 minutos para estirar las piernas y tomar un café rápido mientras otros asaltan la sección de galletas y chocolates del área de servicio. Y mientras nosotros aprovechamos para poner el blog al día, la gran mayoría ha preferido ordenar sus pensamientos y asentar los recuerdos de estos tres días anteriores, y entregarse sin oponer resistencia a Morfeo, que se ha cobrado un buen número de presas. Qué le vamos a hacer; los hay con suerte, y los hay con cámara. Como decía Prometeo en el soneto de Unamuno, haciendo triunfo nuestra agonía, disfrutaremos de nuestra victoria definitiva. Ya lo entenderán.

En definitiva, llegamos a Pisa poco antes de la una del mediodía. Damos un breve paseo desde el aparcamiento para autobuses llevando como referencia la cúpula de la catedral, del Duomo, que es como se dice aquí y nos encontramos pronto con la muralla que rodea la ciudad y que delimita el recinto del Campo de los Milagros. Sigue siendo sobrecogedor llegar a la puerta de la muralla y encontrarte con toda la zona verde donde parece que crecen, en primer término el baptisterio, más atrás el Duomo y al fondo el campanario, que ése sí que sigue haciendo triunfo su agonía, porque parece imposible que se sostenga y mantenga a pesar del grado de inclinación que tiene el edificio. Las imágenes no le hacen justicia; está más inclinado de lo que se ve en las fotos, sin duda. Además, el día parece que va a acompañarnos también, y el abrigo pasa a ocupar su sitio en la mochila, que ya va estorbando al caminar ligero para llegar a la taquilla  mientras los chicos aún llegan y tener las entradas y poder organizar los planes del día.

20 entradas para el Duomo y el Baptisterio; lista sellada de la escuela para demostrar que son todos menores de edad; precio reducido de 3€ por cabeza, y los profesores entran de manera gratuita. 54€ en total

20 entradas para el Campanario.20€ por cabeza. 400€, y mirad que hemos puesto el chiste fácil para que a alguno nos hubiesen cobrado entrada doble. Es la mejor manera que han encontrado para limitar el acceso masivo al monumento y tratar de preservar su integridad. y espaciar las visitas. Turnos de 40 personas cada 30 minutos. Y parece que funciona, pues la inclinación se ha detenido desde hace ya unos cuantos años, junto con otras medidas que se adoptaron al tiempo.

Les damos tiempo libre para solucionar la comida y nos emplazamos a las 15:30 al pie de la torre.







La sensación al acceder a la torre es bastante extraña. La puerta está frente a ti, pero parece que te vas a dar contra el marco superior derecho, hacia el que te diriges sin poder evitarlo. Y cuando comienzas a ascender, notas perfectamente cómo primero te vas hacia atrás, al momento hacia la pared externa que está a tu izquierda, luego hacia delante y finalmente hacia la derecha para completar el círculo y volver a empezar. Con este entretenimiento llegas al final del primer tambor del cilindro, y el segundo se complica un tanto, ya que es mucho más estrecho y se ha convertido en una escalera de caracol muy estrecha y, además, es compartida tanto por los que suben como por los que bajan. Doble diversión.







Por fin sales a la altura de las campanas y, entre el efecto del giro constante con balanceo, los cuatro peldaños que forman el suelo que pisamos y la malla metálica que permite ver con claridad todo el hueco que hay entre nosotros y el suelo, todos tratamos de dar un paso hacia atrás y apretar la espalda contra la pared. Cuando te acostumbras, ya te animas a dar la vuelta a la torre y disfrutar (sí, disfrutar) de las fabulosas vistas que hay desde esta altura. Incluso le encontramos el gusto al asunto y nos quedamos sentados aprovechando la fuerza de los rayos del sol que aún incidían con fuerza sobre la torre. Tiempo para charlas, fotos, confidencias hasta que, poco a poco, comenzamos el descenso.



































Nuestro siguiente destino es la visita a la catedral, al Duomo. Cattedrale Metropolitana Primaziale di Santa Maria Assunta: Duomo di Pisa. Es decir, consagrada a la Asunción de la Virgen. Comenzada a construir en el siglo XI, dominan los colores blanco y negro del mármol, junto a otros colores que se van alternando y los dorados del pan de oro utilizado en los mosaicos que adornan los dinteles en el exterior en las puertas y principalmente en el interior en el ábside con un pantocrátor absolutamente espectacular. Además, la última vez que vinimos había andamios que tapaban toda la zona del altar y el ábisde, así que para nosotros era un reestreno prácticamente, con unos azules mucho más intensos de lo que los recordábamos en años anteriores. Bordeamos el interior de la catedral, honramos a San Raniero, patrón de Pisa y cuyo cuerpo está expuesto en el crucero del lado derecho y cambiamos de lado para dedicar nuestra atención al púlpito, obra de Giovanni Pisano, de comienzos del siglo XIV y de gran complejidad escultórica con cariátides (columnas que adoptan la forma de una mujer), ausencia de arcos y utilización de ménsulas en su lugar, y una sensación de movimiento que pretende llenar todo espacio vacío que pueda aparecer.























Y terminamos nuestra visita con la Baptisterio, que aquí en Italia eran construcciones exentas de la catedral, ya que no podían entrar en ella más que los cristianos y, si van a ser bautizados es que aún no lo son. Lógica aplastante. Dedicado a San Juan, como no puede ser de otra forma, se empezó a construir en el siglo XII y se terminó ya en el XIV. Subimos a la galería superior justo a tiempo para apreciar cómo el conserje que nos validó las entradas ahora se dirige hacia el centro del templo, y entona una serie de notas musicales para que podamos apreciar la increíble acústica que tiene el lugar. Una sola voz se solapa una y otra vez con su reflejo, de modo que parece un coro. Asombroso.
















Aprovechamos para las últimas fotos mientras va atardeciendo en Pisa y regresamos con calma hacia el autobús, donde ya nos espera Valter, nuestro conductor en los próximos 5 días, y nos lleva hasta la localidad de Montecatini in Terme, que es donde está nuestro hotel. Nos esperan con la cena preparada, tras un ágil reparto de las habitaciones, que han quedado exactamente igual que estaban en Roma.
Pasta a la putanesca (con aceitunas negras y alcaparras, no vayáis a pensar raro), filetes de pechuga de pavo con patata asada y de postre una tarta bastante rica de sabor que igual servía de postre que para adoquinar una calle, por su contundencia y robustez.












Les concedemos uno poco de tiempo (apenas son las 9 de la noche) para que se muevan por las habitaciones siempre que haya un cierto orden, y a las 11 se da el toque de silencio, que mañana viernes volvemos a madrugar. Nos esperan en Florencia a las 9 de la mañana para empezar la visita guiada. Eso significa que a las 8 estaremos en el autobús, y a las 7:15 estamos citados para desayunar.
Vamos a tratar de descansar un poco, que el cansancio se va acumulando.

Un abrazo, familia.

Ana y Javier.

3 comentarios:

  1. ¡Qué inolvidables cenas! 🤪🤪🤪

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  2. Fotos espectaculares. Gracias por compartir cuanto estáis disfrutando. ✨

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