martes, 13 de febrero de 2024

Roma, día 1º



Muy buenas, familia.

Pues ya ha pasado otro año y ya estamos de nuevo viajando, de nuevo a Italia, nuestro destino favorito e ideal para nuestros muchachos. Han sido muchos días de organización, de llamadas, de listados, de correos… que nos traen hasta aquí, al momento en que estamos un domingo (en realidad lunes) a la una y media de la mañana esperando a montarnos en un autobús que nos lleve hasta el aeropuerto Adolfo Suárez para, en un salto, en un sueño, cruzar el Mediterráneo y aparecer en Roma, la capital de Italia, la que fuera la capital también del mundo: Roma caput mundi.
Y es un poco lo de siempre para nosotros, y lo de nunca hasta ahora para ellos. Nervios, ansia, ilusiones y sueños. Y sueño. Que este es otro problema. Ellos siempre tienen 16 o 17 años, pero nosotros cada año tenemos uno más. Y van cayendo, como el pelo. Aun así, sus ganas nos llevan a hacerlas nuestras, y allá vamos, abriendo el grupo, dispuestos a tratar de enseñarles todo lo que nos tiene enamorados de un país como este.

Después de haber dejado nuestras maletas en la consigna del hotel, muy cerca de la Estación Termini, lo que nos permite tratar de hacer andando los trayectos de salida y regreso cada día, dirigimos nuestros pasos hacia la basílica de Santa María la Mayor, o Santa María de la Nieve, haciendo alusión al prodigio que supuso una nevada el 5 de agosto del año 358 en la colina del Esquilino, e interpretado como la señal que había anunciado la Virgen para que construyesen allí una iglesia.





Al menos dos cosas nos tienen aquí: una es la reliquia de la cuna del niño Jesús. Por llamar de alguna manera al comedero de animales en que tuvieron que poner al recién nacido ("invenietis infantem positum in praesepio" dice la inscripción en la cripta de Belén donde se custodia esta reliquia.
Y la otra es la importancia que tiene para los españoles esta basílica. En el siglo XVII, Felipe IV constituyó la Obra Pía de Santa María la Mayor y la dotó con una suma importante para sufragar los gastos que implicaba obtener honores litúrgicos. Y desde entonces, los reyes de España son los protocanónigos honorarios de esta iglesia, acompañando en sus oraciones a Pío IX, que se mandó esculpir frente a las reliquias en posición orante y arrodillado.





















Y nos encaminamos por Via Cavour hacia Via degli Annibaldi, para subir a la pasarela que para nosotros siempre será la pasarela Marcos Rodríguez Basas, antiguo alumno y viajero que nos recomendó este lugar para tener una vista inmejorable del Anfiteatro Flavio, del Coliseo. Pero sólo será una vista; ya le dedicaremos más tiempo más adelante.







Y desde aquí vamos en un agradable paseo, con una temperatura realmente buena, de esto que casi "pica el sol", aunque ninguno vimos lo que esto suponía más adelante.Recorremos los Foros Imperiales, que van avanzando a izquierda y derecha, hasta que nos encontramos con la estatua de Julio César, para algunos es una injusticia que no esté su estatua en el otro extremo de la calle, junto a los grandes emperadores de la gran Roma. Y precisamente ahí está la respuesta, en que nunca fue nombrado emperador, sino "tan sólo" Dictator Perpetuo", como así le reconoce en la actualidad el Senado y el Pueblo Romano en la dedicación de su estatua. Pero nunca fue emperador, que conste.















Esta vía de los Foros Imperiales nos lleva hasta el Altar de la Patria, con sus 35 metros de ancho y sus 40 metros de altura sirve para honrar a la unificación de Italia, pero también para tapar los restos de la colina capitolina, una de las 7 sobre las que se fundó Roma, algo que muchos no le han perdonado todavía.





Las obras de la línea C del metro nos impiden tener una visión completa de la Plaza Venecia, toda ella perforada ahora en busca de esa solución que permita compatibilizar la exhibición y recuperación de los restos arqueológicos y la vida que necesita una ciudad tan grande como esta. Va para largo, parece.

Y subimos un tramo por Via del Corso para desviarnos hacia la izquierda, buscando uno de los templos más conocidos mundialmente, y de manera muy merecida: el Panteón. De momento, nos conformamos con verlo desde fuera que, así, a lo loco, se nos han hecho las dos de la tarde y, después de habernos saltado el desayuno, estaría feo saltarnos también la comida. Nos vemos aquí mismo a las 4:30.




Y así lo hacemos. Ya hemos comido, y hemos tenido de todo. Un fuerte chaparrón en apenas media hora ha hecho que algunos cambien el plan del paseo tranquilo disfrutando de un "gelato" por acogerse a sagrado y refugiarse en una iglesia, concretamente en la iglesia de San Luis de los Franceses, principalmente para rendir honores a Michelangelo Merisi, mejor conocido com Caravaggio, con sus luces, sombras, claroscuros en esa magnífica capilla Contarelli. Nos hemos quedado absortos con la representación de la Vocación de San Mateo, y cómo la luz ilumina solamente lo que quiere (la luz y Caravaggio), sumiendo lo demás en la penumbra. También caminamos hasta la plaza de Santa María Sopra Minerva, con el obelisco más pequeño de cuantos se hallan en Roma, y al que Bernini trató de magnificar disponiéndolo a lomos de un elefante.





Regresamos a la hora convenida, ya sin lluvia, pero también sin calor, para encontrarnos con todo el grupo y hacer la visita por el interior de este maravilloso ejemplo de perfección arquitectónica desde hace 2000 años. La fuerte lluvia caída nos sirve para demostrar que el óculo de 8 metros de diámetro está realmente abierto, y toda la zona central del templo está bastante encharcada. Asombra el tamaño del óculo, así como los casetones que sirven para aligerar el peso de la cúpula y para evitar su colapso por exceso de peso.






También están aquí los restos (huesos y cenizas, como dice la inscripción) de Rafael Sanzio, el celebérrimo pintor que decoró las estancias en el Vaticano










Nos vamos hacia plaza Navona, con su peculiar estructura alargada, excesivamente alargada, pero que adquiere todo su significado cuando se explica que se corresponde con el antiguo estadio o circo de Domiciano, y de ahí su disposición. Sólo hay que imaginar las bigas y cuadrigas dando frenéticas vueltas por donde nosotros caminamos, y a las facciones en el graderío animando a su auriga preferido. Faltan los comentarios de Antonius Lupatus.
Acudimos directamente a la fuente de los Cuatro Ríos, del omnipresente Bernini, con sus representaciones del Danubio, el Nilo, el Ganges y el río Plata, los cuatro ríos más grandes de los continentes por entonces conocidos.









Y, mientras va atardeciendo, y va bajando la temperatura, nos despedimos de Neptuno para dirigirnos hacia la zona del mausoleo de Augusto y del Ara Pacis Augustea. Todavía no es visitable el primero y el segundo se escapa a nuestro horario de hoy, así que se explican, se comprenden y continuamos hacia la plaza del Popolo, ya anocheciendo prácticamente. Otro obelisco indica también la puerta norte que marcaba el fin de la ciudad y la dirección del Cardo, la calle que cruza la ciudad de Norte a Sur y que comprobamos cómo lleva directamente hasta el Altar de la Patria y la avenida de los Foros Imperiales.








Nos vamos por la Via del Babuino hacia la plaza de España, con su escalinata impresionante que algunos se empeñan en subir corriendo como si perdiesen el autobús, como si no llevasen 30 horas despiertos. El reto culmina ascendiendo ya no sólo hasta la cima de la colina, sino también hasta la entrada de la iglesia, que también tiene escaleras. Y así aprovechamos y entramos, que no lo habíamos hecho nunca, y nos sorprende una eucaristía que comienza y es toda ella en francés. Y allí que se sientan los nuestros, tanto los alumnos de Francés como los de T.I.C., que el banco es una buena alternativa en estos casos.













Descendemos, y caminamos por Via Condotti tratando de no tocar ni romper nada, no sea que nos lo hagan pagar y tengamos que quedarnos allí de por vida para saldar la deuda, y volvemos hacia Via del Corso para encontrarnos con la columna de Marco Aurelio, erigida para conmemorar sus victorias contra los germanos y los sármatas, en las fronteras del Danubio. Hoy está situada junto al Palacio Chigi, sede del gobierno de Italia y residencia del Consejo de Ministros, y al lado del Palacio de Montecitorio, sede de la cámara de Diputados italiana. 



Y nos guardamos como remate final llegarnos hasta la fontana de Trevi, con su iluminación nocturna, aunque nos encuentra a nosotros ya demasiado cansados. Volveremos a ella en estos días. Hoy nos vale como punto de referencia para reunirnos tras la cena y regresar al hotel.



Y con esto damos por terminado el día, con más de 18 kilómetros en nuestras piernas y un montón de imágenes para recordar y guardar en nuestra memoria. Nos vamos a descansar, que en un rato (demasiado corto ya)  suena el despertador para ir hasta el estado del Vaticano y disfrutar de un nuevo día aquí.


Un abrazo, familia.

4 comentarios:

  1. Como si estuviera de nuevo ahí.
    ¡Ah! se me olvidó decirte que no te quedaras hasta tarde…, en fin. Besitos chicos 😘😘

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  2. Me encanta Roma disfrutar mucho de todo el viaje

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  3. Gracias por toda la información tan detallada

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