miércoles, 14 de febrero de 2024

Roma, día 2º




Muy buenas, familia.

El segundo día empieza muy pronto. Tenemos la cita con la guía que ha de enseñarnos los Museos Vaticanos a las 8:30. Eso quiere decir que hay que estar en el metro de Termini hacia las 7:45. Saldremos del hotel a las 7:30. Para que esto sea así, hay que estar desayunando a las 7:00, para que nos dé tiempo luego a subir a lavarnos los dientes, coger el abrigo y dejar recogida la habitación para facilitar el trabajo al servicio de limpieza. Así que habrá que levantarse como tarde a las 6:30.
Todos cumplen con los horarios, y va saliendo todo de cara. A las 8:25 estamos ya frente a la entrada de los Museos. Podemos estar orgullosos. Bueno; todos no. La guía no aparece. La llamamos para avisarla de que ya estamos allí, y nos dice extrañada que ella no; que ella no va hasta las 9:30, que es cuando tiene marcada la hora de cita. Sudor. Frío.
Sacamos la documentación que llevamos en la mochila y comprobamos que nuestro horario es el correcto. Y así es; bien claro lo pone: 8:30, salida del Hotel hacia los Museos Vaticanos.
Luego les decimos a los alumnos que no leen los enunciados de los ejercicios, que sólo miran lo que está en negrita y que no se enteran de lo que leen. Pero en qué cabeza cabe que nos digan la hora a la que tenemos que salir del hotel y no a la que tenemos que estar allí. Pues justo en el renglón siguiente: 9:30: con la guía frente a la entrada de los Museos Vaticanos. Vamos, que llegamos con una hora de adelanto. Menos mal que a los chicos les dio por reírse y no por correr a gorrazos al responsable del pequeño despiste…
Como no hay mal que por bien no venga, aprovechamos la ocasión para disfrutar de una plaza de San Pedro prácticamente vacía, sólo para nosotros, sin todos esos turistas que tanto estorban cuando uno quiere hacer una buena foto.







Y a las 9:25 ya está allí Silvia, nuestra guía en los Museos, quien tiene la complicada tarea de condensar en poco más de dos horas toda la información que pueda sobre todo lo que aquí se encuentra. Ya el propio nombre lo indica: Museos. No uno solo, sino varios museos, uno detrás de otro, enlazados, con obras maestras de prácticamente todos los lugares conocidos. Aunque el comienzo es algo complicado, tratando de hacer entender sobre una maqueta de madera cómo es la estructura de un estado dentro de otro, con sus vínculos y sus elementos diferenciados, nos vamos dando cuenta de que tiene facilidad para hacerse entender, y que sus explicaciones van a ser importantes.






Salimos al patio de la Piña, cuyo nombre tiene motivos más que obvios, con una enorme piña de bronce que adornaba el Panteón de Agripa o algún templo de la zona del Campo Marzio, y que será trasladada a estas dependencias y se va a convertir en una de las emblemáticas para todos los visitantes, ya que todos los grupos que visiten la capilla Sixtina tienen que recibir la explicación en los paneles que están habilitados en este patio, pare evitar barullos innecesarios una vez allí. Además, Silvia nos avisa del recorrido que vamos a hacer. El patio Octágono, una de las galerías de escultura, con las obras principales, la galería de los Tapices, la galería de las Cartas geográficas y la Capilla Sixtina.






Empezamos fuerte. Laocoonte. Sacerdote troyano que advierte a los suyos de que no hay que fiarse de los griegos ni siquiera cuando traen regalos: "Timeo Danaos et dona ferentes" nos dijo Virgilio en un maravilloso hexámetro dactílico. Y el regalo se lo hizo a él la diosa Atenea, quien ya tenía la idea de arrasar Troya, y no se lo iba a impedir nadie, por muy sacerdote que fuera. Y en ello están las dos serpientes, estrangulando y mordiendo los cuerpos de sus hijos, uno de ellos ya moribundo, mientras el otro parece no entender lo que les está sucediendo ni por qué, y mira a su padre buscando una respuesta; y no recibe más que la desesperación de su padre que trata de desasirse de los reptiles, aunque sin ningún éxito.
Este grupo escultórico está, fechado en el final del siglo I a.C. y se considera la cima del helenismo, de esa expresión del arte poseído ya por el movimiento, y atribuida a tres autores: Agesandro, Polidoro y Atenodoro. Sólo por verla, se considera amortizado el precio el viaje, no digo ya la visita a los museos.




Seguimos atravesando la Galería de las Musas, con tallas que representan a estas divinidades con los atributos que permitan identificarlas, y muchas otras piezas magistrales, que hacen que ya casi no seamos capaces ni de recordar y casi ni valorar la importancia de lo que estamos viendo, con tan abrumadora inmensidad.






Mención especial merece el torso del Belvedere, talla del siglo II a.C., que fue encontrada en los primeros años del siglo XVI en el estado en que la vemos, mutilada y fragmentada. Hay quien ve en la posición de esta escultura, la figura de Jesús en el Juicio Final que veremos en la Capilla Sixtina. Tal es su importancia. Como también es importante que la inscripción que aparece en la parte inferior de la escultura pueda ser descifrada y no se pierda su información. "Apolonio, hijo de Néstor, ateniense, la hizo."
Luego nos encontraremos con otras obras que serían la pieza en torno a la que se organizaría cualquier museo en el mundo, pero aquí son una más; otra más. Como el Hércules Farnesio.
















Seguimos avanzando por corredores casi interminables, y Silvia llama la atención de nuestros alumnos a la decoración de los techos. Por más que nos diga que son figuras planas, pintadas, nos cuesta creer que realmente sea así.
Estamos ya a punto de acceder a la Capilla Sixtina, cuando Silvia nos advierte de que vayamos hacia la izquierda, que vamos a tener una sorpresa. Y es que Ana le había dejado caer que era una lástima no poder ver las estancias de Rafael, a lo que Silvia respondió que de eso se encargaba ella. Y ahí hemos disfrutado no sólo de la contemplación de los frescos, sino de las magníficas explicaciones que nos ha dado Silvia, tanto de los datos más importantes como otros más anecdóticos que sirven para fijar recuerdos de manera casi definitiva.



















Y ahora ya sí, nos vamos hacia la Capilla Sixtina, casi como una fortaleza donde todo está prohibido: pararse, moverse y, sobre todo, hacer fotos. Totalmente prohibido. Si veis alguna que os enseñen vuestros hijos a su regreso, es pura imaginación. Prohibido.
Y tras despedirnos de Silvia, nosotros tenemos que pensar por dónde seguimos. Es casi la una del mediodía, ya hay bastante gente en la plaza y la basílica, y en la fila para acceder a ella, y decidimos que no nos salimos, que vamos a tratar de subir a la cúpula de San Pedro y hacer a continuación la visita a la catedral, y que ya comeremos cuando terminemos. Y menos mal que lo hacemos así, porque la hora asignada como última permitida es a las 4 de la tarde, con lo que sería imposible que pudiésemos subir si saliésemos ahora a comer con la intención de volver luego. Hemos acertado esta vez.
Subimos a buen paso los 333 escalones que nos separan del punto más alto de esta basílica, aunque se va complicando mantener el ritmo cuando el pasillo por el que subimos se va inclinando lateralmente, al adaptarse el camino a la curva que traza la cúpula. Una escalera de caracol, pero de caracol pequeño, nos deja ya en la zona más alta visitable de la linterna que corona la cúpula, salvando la dificultad de rellenar con material esa zona, y evitando así el colapso.






























El recorrido termina en el interior de la basílica, a la altura del brazo derecho del crucero, frente al baldaquino de Bernini, imponente, enorme, casi ligero en su aspecto a pesar de los casi 29 metros de altura que tiene, como un edificio de 9 plantas. pero parece pequeño por la proporción en las dimensiones del resto de la catedral, y los que cada vez parecemos más pequeños somos nosotros, cada vez más conscientes de nuestras limitaciones como humanos frente a la omnipotencia de lo divino.


Y la Piedad. Esta merece un capítulo aparte. Miguel Ángel Buonarrotti la talla con apenas 23 años, cuando apenas es conocido. Pero eso va a dejar de ser así tras esta escultura. No va a quedar nadie que no sepa quién es Miguel Ángel. Y esta va a ser la última obra que firme. Con 23 años, fue capaz de mostrar a la Virgen con un dolor inmenso y contenido, desgarrada por ver en lo que se ha convertido su hijo, un ser inerte, por la acción de otros hombres, que llegaron a odiarle tanto como para querer acabar con él.













Y tras caminar por todos los rincones de esta basílica, nos disponemos a salir a más de las tres de la tarde para tratar de encontrar un lugar donde comer, que hoy hemos desayunado a las 7, hace ya más de 8 horas.




Nos volvemos a reunir a las 17:30, y nos despedimos del Vaticano, en dirección a Castell Sant'Angello, aunque preferimos llamarlo por su nombre original, que es el de Mausoleo de Adriano, para cruzar por el puente Sant'Angello y caminar tranquilamente dejando siempre el río Tíber a nuestra derecha para dirigirnos hacia la zona de los foros piscario (pescado), holitorio (verduras) y boario (animales), una de las zonas más antiguas de Roma, donde veremos los templos de Portunus y Vesta, y la controvertida Boca de la Verdad, donde el mito cuenta la historia de que servía para someter a juicio la fidelidad de las mujeres de los soldados mientras estos estaban en campaña. La realidad es mucho más prosaica: es una tapa del alcantarillado que lleva hasta la cloaca Máxima. Aunque primero nos desviamos al llegar a la Sinagoga Mayor de Roma, para echar un vistazo al pórtico de Octavia, hermana de Augusto, que mandó construir este edificio para albergar el mercado de pescado, siendo de los primeros edificios públicos construidos por orden de una mujer. Desde ahí cruzamos por el barrio judío, aunque no conseguimos pasar junto al teatro de Marcelo, que ya se encuentra cerrado ese acceso.



























Vamos a acabar el día (ya de noche) subiendo a la colina del Capitolio, para rendir pleitesía Marco Aurelio, que nos espera a lomos de su caballo, presidiendo esta plaza, y avanzamos hacia el mirador que se abre hacia los foros, con el arco de Septimio Severo en primerísimo término, con esa iluminación nocturna tan especial que le da un aspecto imponente. Las piernas ya no dan para mucho más, y va costando moverlas después de los 18 kilómetros que hicimos ayer y de los casi 21 que se han hecho hoy, y nos dirigimos hacia la zona de Panteón para buscar dónde reponer fuerzas con la cena y el ansiado camino de regreso hasta el hotel para poder descansar. Que nos lo hemos merecido.


















Hemos comprobado que la cita mañana es a las 9:30 en la columna de Trajano, así que saldremos del hotel a las 9 y, por tanto, nos citamos para desayunar a las 8:15. A las 7:30 intentaremos levantarnos para exprimir nuestro último día en Roma.

Un abrazo, familia.

3 comentarios:

  1. Esta vez las escaleras han costado menos. 😘

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  2. Disfrutad mucho alumnos y profes.Estamos muy atentos cada día al blog ...😍

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  3. 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻

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