jueves, 11 de febrero de 2016

Florencia, día 4º

Muy buenas, familia;

Aquí andamos hoy, pegándonos con la técnica, con internet y hasta con los enchufes, que manda narices (por no mandar demasiadas cosas) que haya que ir a buscar un adaptador casi hasta la fábrica para poder enchufar un cable de ordenador a la toma de pared, porque en el Delta Florence les haya dado por tener enchufes de 3 patillas. Hasta 6 enchufes tenemos en la habitación, y en ninguno podemos conectar el portátil. Pero bueno, está en la línea con la impresión del hotel: un hotel moderno en los 70, pero el mundo ha cambiado mucho; empezando por los enchufes. Y siguiendo por internet, que ya no se cobra en casi ningún sitio, y menos aún en un hotel, donde ya estás pagando por una serie de servicios entre los que debería encontrarse una conexión ágil a internet. Nos conformaríamos con que fuera. Regalan a los alumnos una conexión de una hora de duración, y a los profesores de un día completo. Y se pensarán que son la vanguardia tecnológica de los hoteles de Europa.

Vamos con lo nuestro, que es lo que nos interesa, pero necesitábamos desahogarnos; gracias por escuchar.

Empezábamos muy pronto, otra vez a las 6, aunque con la ventaja de que esta vez sabíamos que en cuanto montáramos al autobús teníamos por delante una cita de 3 horas largas con Morfeo, así que cuando hemos visto subir al autobús al Hombre del Mazo, no hemos puesto ninguna resistencia, aun previendo que podíamos ser objetivo de los objetivos; pero somos unos temerarios. Qué es la vida sin riesgos.

Llegamos a Florencia, y dejamos el autobús a la altura de la torre de la Zeccha, y caminamos hacia la piazza de Santa Croce. donde nos espera un viejo conocido: Gabriel, nuestro guía de todos estos años. Una auténtica enciclopedia florentina absolutamente amena que consigue mantener tu atención a todas sus informaciones. Es un auténtico placer volver a coincidir con él.

Y así nos explica el por qué una iglesia franciscana, con su voto de pobreza, tiene la fachada completamente cubierta de mármol. En los 6 años en que Florencia fue la capital provisional de Italia fue declarada esta iglesia como panteón nacional de los hombres ilustres, y por eso aquí se encuentran enterrados Miguel Ángel, Galileo, Cellini… Menos Dante, el padre de la lengua italiana, el de la Divina Comedia; y eso que era florentino. Pero a cuenta de las luchas de poder entre las familias poderosas de entonces quedó adscrito a uno de los bandos, y al llegar al poder la familia rival fue desterrado, y tuvo que marchar al destierro a Rávena, donde hoy reposan sus restos. Y en Florencia todavía no pierden la esperanza de que algún día puedan deshacer el agravio, y siguen insistiendo, año tras año, el día que se conmemora su muerte, y envían una carta a Rávena pidiendo que por favor les entreguen sus restos para que descanse en la ciudad que le vio nacer junto a los otros hombres ilustres de la patria, que le tienen preparada la tumba, con su lápida y todo. Que le tienen puesta una estatua maravillosa a la puerta de la iglesia, aunque el escultor no consiguió quitarle la mueca de desprecio al rostro de Dante hacia su gente, reprochándoles la condena a quien tanto hizo por ellos. Que hagan el favor. A lo que Rávena siempre responde, con sutil retranca, que si no le quisieron en vida, tampoco lo quieren en la muerte. Que gracias por el interés, pero que no. Que pregunten al año siguiente, por si acaso.

Nos cuenta Gabriel que una placa que hay en el otro extremo de la plaza, como a tres metros de altura, indica el nivel al que llegó la crecida del río Arno un 4 de noviembre de 1966. Tres metros. 3. toda la ciudad bajo las aguas.










Y así vamos recorriendo las calles estrechas de la parte medieval de la ciudad, dando paso a palacios más grandes, con enormes sillares almohadillados, claros ejemplos del Renacimiento en esta ciudad que fue su cuna. Y así se van sucediendo palacios con más pinta de fortaleza defensiva que de residencia noble hasta llegar a construcciones completamente funcionales para tiempos de paz.






Y casi sin darnos cuenta, de improviso, nos encontramos ante el coloso. Il Duomo de Santa María dei Fiore. Parece que no cabe en la plaza. Por eso tiene que dirigirse a lo alto. Mármol verde, blanco y rojo se combinan en todos sus lados, junto con el rojo del tejado. Cada color simboliza los tres colores de las virtudes teologales, fe, esperanza y caridad. Y la cúpula, diseñada por Brunelleschi, absolutamente imponente, brutal, con su doble estructura y su cámara hueca entre ellas. Y el campanario que apunta directamente hacia Dios. Pero que no consigue superar la altura de la cúpula. Con su proporción absolutamente perfecta. El equilibrio absoluto. El triunfo del hombre intentando alcanzar a Dios. Mármol, mármol mármol. Mármol. Y la fachada, espectacular, un auténtico libro, dedicado a la Virgen, en el centro de la composición. Y Jesús, niño y hombre. Y los apóstoles. Y Dios por encima de todos, vigilando y supervisando. Todo modelado como si fuera yeso, que parece que hasta se puede doblar, pero es mármol. No nos echéis la culpa porque no se corresponda del todo lo dicho con lo que se ve o lo que recordáis. Es que es imposible de describir con palabras. Aunque lo intentes. Aunque te esfuerces.














Y si te giras, abrumado por tanta belleza, como Stendhal, te encuentras con el baptisterio, otra maravilla por sí mismo pero, por si fuera poco su valor arquitectónico, Ghiberti hizo para él dos puertas a las que el propio Miguel Ángel llamó "las puertas del Paraíso", con unos bajorrelieves en bronce sublimes. 10 paneles con escenas del Antiguo Testamento. La tercera dimensión es totalmente ilusoria, pero es igualmente cierto que es prácticamente real en estos relieves. Las figuras parecen cobrar vida, la profundidad del paisaje frente a los primeros planos es hipnótica.



Es el momento de pasar al interior del Duomo. Con la advertencia de que el interior es otra cosa. que la Contrarreforma dejó la catedral sin decoración, para evitar las distracciones ante Dios. Dios y el hombre, sin más mediación. Se salva la cúpula, que tiene una interpretación del Juicio Final de Vasari, que nos parecería una maravilla si no hubiésemos estado ya en Roma y no conociésemos la que hizo Miguel Ángel.















De nuevo en la calle, nos dirigimos hacia el centro histórico de Florencia, en la piazza de la República, donde un arco nos recuerda lo que fue el pasado romano de la ciudad, eliminado para permitirla crecer sobre ella. Y convertirse en lo que hoy vemos. Como hacen con Orsanmichel. Una antigua lonja de trigo, donde se veneraba la imagen de San Miguel, acaba cerrando los huecos entre sus columnas para pasar a tener uso exclusivo como iglesia. Aunque todavía se pueden ver las enormes argollas que se utilizaban para levantar los fardos de grano.  Destaca imponente el tabernáculo de la virgen, con un toque orientalizante my marcado, y un trabajo de la piedra igualmente sensacional. A la izquierda de este altar nos encontramos con un grupo formado por Santa Ana, la Virgen y el Niño que nos evoca viajes anteriores.











Y seguimos caminando, llevando como objetivo el Arno. Pasamos junto a la Logia de la Paja, aunque lo que hoy allí se vende son artículos de cuero, y que resulta ser más conocida por la figura de un jabalí que la gente asocia a la buena fortuna al dejar caer una moneda desde su hocico a la rejilla colocada debajo. Debe ser buena suerte empezar perdiendo dinero. Paradojas de la vida.

Y llegamos a Ponte Vecchio, casi sin darnos cuenta, si no fuera por la ondulación del terreno, ya que no deja de haber edificaciones a los lados de la calle, hasta que se abren unos arcos y nos vemos en mitad del río, deslumbrados por el brillo de todas las joyerías que ocupan sus locales, antiguas carnicerías que fueron desalojadas para que no llegaran los malos olores a los notables que iban desde Palazzo Pitti hasta los Uffizzi sin cruzarse con nadie, gracias al pasaje que recorre todo este tramo por la parte superior.










Nos encaminamos ya hacia el final del recorrido guiado, desembocando en la Piazza de la Signoría, centro político y símbolo del poder cívico de la república de Florencia en el periodo de su mayor esplendor. Un palacio fortaleza como sede de ese poder, y una figura que representa de nuevo la fuerza de esta ciudad, David, en su ubicación original, pero en su figura replicada, para protegerlo de la falta de piedad del paso del tiempo, cronológico y meteorológico. A su derecha se encuentra la Logia delle Muse que, como se encarga de recordar Gabriel, nuestro guía local, es un espacio abierto cubierto, utilizado como mercado. Allí cumplimos la visita a Perseo, que muestra triunfante la cabeza de Medusa, que aún conserva la fuerza de su mirada, aunque ya inofensiva. Una auténtica obra maestra del bronce, a cargo de Benvenutto Cellini. Y el rapto de las Sabinas, Giambologna, con su espiral manierista y la perspectiva total de la obra.

Del pobre Caco no diremos mucho, que bastante vergüenza pasa ya al verse derrotado por un Hércules al que todos comparan con un saco de patatas por la tosquedad de sus formas; y encima tienen que soportar la mirada altiva de superioridad de un David que siente que su belleza no merece a estos dos compañeros de eternidad.

Un vistazo rápido a la figura ecuestre de Cosme I en bronce, obra también de Giambologna y a la fuente de Neptuno, tan repudiada por los florentinos que la apodan "il biancone" acusando a su autor, Amanato, de haber malgastado demasiado mármol para ese resultado. Es lo que tiene tener que soportar la comparación continua con David.








Y así terminamos la visita con Gabriel, del que nos despedimos esperando volver a vernos en próximas ocasiones para disfrutar de sus conocimientos y su buen hacer. Tiempo libre para comer, muy rápido que, parafraseando al sofista, es tanto lo que falta y es tan breve el tiempo que no se puede malgastar. Nos volvemos a encontrar a las 15:15 para dirigirnos hacia la galería de la Academia, para dejarnos enamorar por el original, por el auténtico David, y sus 5 metros de perfección esculpida, de precisión en la talla. Y pensar que eso es una piedra, y parece que la sangre circula por las venas perfectas de sus manos, del cuello, que los músculos se van a relajar después de mantener la tensión que muestran, que va a parpadear en cualquier momento después de mantener la vista fija en Goliat, calculando la distancia a la que se encuentra y la fuerza con que ha de lanzar la certera piedra que lo derribe. Que va a colocar la piedra en el centro de la honda y la va a hacer girar sobre su cabeza hasta lanzarla. Pero no. Después de un buen rato observando vuelves a ser consciente de que es una piedra, igual que las que se encuentran en el monte. Sólo sucede que esta tuvo la suerte de caer en las manos adecuadas, que supieron dar a luz a este David que llevaba en su interior.













Hemos pasado algo más de una hora en la Academia con David, y un ligero vistazo al resto. El tiempo vuela. Hay que llegar hasta el Palacio Pitti, donde darnos cuenta del paso del gótico al renacimiento, que se ve claramente en cómo todo ahora está en la dimensión humana, todo horizontalidad, todo al servicio del hombre, todo a la medida del hombre, frente al todo al servicio de Dios, todo a la medida de Dios que veíamos en el Duomo. En esta ocasión el foto-concurso queda desierto, a pesar de los esfuerzos denodados de Marcos por conseguir sacar toda la fachada en una sola toma, y la picardía de Jorge, que a punto estuvo de llevarse el helado de chocolate. Descalificado por dopping tecnológico.



El regreso lo hacemos con un leve rodeo, casi imperceptible, que nos permite cruzar por el siguiente puente a Ponte Vecchio, que nos permite tener ahora una vista extraordinaria del mismo, y dejar constancia de nuestro paso por allí. Nos encaminamos hacia la Iglesia de San Lorenzo, no para ver la Capilla Medicea con las tumbas de los miembros la familia Medici más importantes, que a estas horas (las 5:30) se encuentra cerrada, sino para aprovechar un pequeño tiempo libre por el mercado y las tiendas que se disponen alrededor, siempre tan del gusto de nuestros muchachos.




Y desde el punto de encuentro con el resto del grupo nos despedimos de Florencia, a la que ya tenemos ganas de volver, para poder profundizar en todo lo que hoy no hemos hecho más que apuntar.


Y nos vamos a la cama, que hay que aprovechar que mañana nos levantamos más tarde, a las 6:30 para ir al encuentro de Pisa y su torre pendente por la mañana, y Padua por la tarde.


Un abrazo muy fuerte,


Mª Ángeles y Javier

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