martes, 9 de febrero de 2016

Roma, día 2º

Muy buenas, familia.

Vamos a intentar aligerar el día de hoy, que ha sido brutal en cuanto al cansancio a cumulado y, sobre todo, la presión de saber que mañana el despertador tiene que sonar muy pronto, hacen que solo de pensarlo, nos venga más sueño del que ya tenemos. El día comienza relativamente tarde, a las 7:30 suenan los despertadores oficiales, con la llamada de recepción para evitar despistes. El desayuno ha sido bueno, no muy extenso, pero con lo suficiente para que saciemos el hambre, e incluso el que esté por venir con algo de apoyo secreto, que a buen entendedor, con pocas palabras basta. Por lo menos tres clases de bizcochos, con una pinta de artesanos bastante interesante, unos croissants rellenos de crema o de chocolate, o sin rellenar muy buenos; habla la experiencia. Varias clases de pan para tostar, mantequillas, miel, tres tipos de yogures, zumo de naranja y piña y varios tipos de cafés, chocolates y tés. Y para los del sector salado, huevos revueltos, cocidos, bacon, jamón cocido… El que se haya ido con hambre no tiene excusa. No ha pasado.

A las 9:00 estamos todos en la recepción dispuestos a llevarnos puesta a Roma en la suela de nuestros calzados. De lo que estamos seguros es de que no va a haber polvo: lo muchísimo que ha llovido por la noche lo hace imposible. La suerte es que ya no lo va a hacer más durante el día. Así está bien; que llueva por las noches y respete los días.

 

Ocho paradas de metro nos separan de la estación de Colosseo, hasta la que nos dirigimos para hacerle un quiebro al monumento y subir hacia la iglesia de San Pietro in Vincoli, que ya nunca más nos va a pillar en fuera de juego con sus extraños horarios de visita de 8 de la mañana a 12. Es lo bueno que tiene ser novato: que sólo puedes serlo una vez.

A pesar del más que evidente interés que tienen las cadenas que ataron a San Pedro y que un ángel desligó durante el sueño de sus vigilantes y los mosaicos que representan los milagros que se obran por su intercesión, lo que nos lleva hasta allí es un conjunto escultórico que adorna el lateral derecho del altar, y que debía formar junto a otras 46 estatuas la tumba del papa Julio II. Moisés, que parece tener vida, haciendo difícil creer que sea un bloque de piedra lo que adquiere la forma tan perfecta que posee. Moisés, con las tablas de la ley que Dios le ha entregado para que gobierne a su pueblo, y que le abandona a las primeras de cambio, provocando el enfado que refleja la pieza. Moisés gira la cabeza para desentenderse de su pueblo, pero en la barba, Miguel Ángel, el autor, ha escondido la cara de un niño que sigue mirando hacia el lado contrario, prometiendo a los hombres que no puede dejar de cuidarlos y quererlos. Como hace cualquier padre con sus hijos por mucho que le decepcionen. Hoy el mérito le ha correspondido a Sonia, que se ha encargado de hacernos ver a casi todos la zona exacta donde se percibe la figura infantil, aunque algunos, a causa de los años, no han sido capaces de encontrarlo esta vez. Un motivo tan válido como otro cualquiera para volver.







En el trayecto de salida hay tiempo para descubrir otro motivo oculto en la representación de la Muerte que hay en otra de las tumbas que se encuentran en los laterales, y es que hay quienes creen ver una alegoría de los exámenes de Química en la guadaña que porta la Parca y con la que siega nuestras vidas. Como se entere Miguel.


Ahora sí, regresamos sobre nuestros pasos para cumplir nuestra cita con el anfiteatro Flavio, que lleva ahí desde el 79 d.C., prácticamente a punto de liberarse de los hierros que suponen los inevitables andamios si queremos que aguante otros dos mil años más. Aunque nos fastidien una imagen inolvidable como es el arco de Constantino desde el mirador en el interior de Coliseo. Marcos nos descubre una pasarela peatonal para salvar una carretera, y que se convierte en un lugar óptimo para obtener una gran foto del conjunto.


 

 Esta foto es de Mónica Tavera Garzón, que se nos ha desvelado como una auténtica enamorada de Italia, solo con conocer Roma. Un día basta para que se produzca la chispa. Y además hace unas fotos espectaculares; hasta consigue captar el cielo azul, y las nubes se apartan para ella.

Conseguimos saltarnos una fila considerable, contando con el apoyo de las listas que certifican que somos un grupo escolar, debidamente cubiertas, firmadas y selladas por el el Centro, entrando por las taquillas reservadas para los grupos con reserva, cosa que se encargan de recordarnos, la necesidad de reservar las entradas. Igualmente nosotros les decimos que este año tampoco sabíamos que había que hacer la reserva, y que nos disculpen y que les queremos un montón por hacernos este favor. Y quedamos citados para el año que viene en que haremos un nuevo pase de este clásico del teatro escolar, y que tanto éxito tiene.

Ya en el interior, en apenas 10 minutos, tras superar los exhaustivos controles policiales, que se relajan a veces cuando comprueban que somos tan buenas personas que no solo es que seamos un grupo de estudiantes, es que además lo parecemos.

Un paseo tranquilo, sin prisas, disfrutado y exprimido hasta la última gota, con tiempo para todas las fotos que se puedan hacer, y de las que aquí tenéis una reducida muestra.




















Y mientras nosotros disfrutamos de la experiencia de estar en un lugar soñado para muchos, otros se encargan de recordarnos lo privilegiados que somos, ya que no todo el que se encuentra allí tiene los mismos objetivos para su visita.




Intentamos cumplir el desagravio con el arco de Constantino, erigido para conmemorar la primera victoria que conseguirá el cristianismo frente a los otros dioses, considerados paganos desde su perspectiva.



  
Desagraviamos a unos y agraviamos a otros, porque los foros imperiales se quedan este año fuera del programa después de que hayamos empleado casi media hora en subir unas cuestas bastante interesantes, y que en lugar de llevarnos al pie del arco de Tito, nos llevaba sin remisión hasta la iglesia de San Buenaventura. Ponemos una marca en el arco de Septimio Severo, al que le debemos la visita. Nos dirigimos hacia el Circo Massimo, con sus obras cada vez más avanzadas, sus restos cada vez más evidentes.


Y empezamos la etapa reina del día en que se convierte llegar hasta San Juan de Letrán, ya que una leve (o no tan leve) inclinacion, si se prolonga durante 2 kilómetros, es capaz de romper un pelotón tan fuerte como es el nuestro, de modo que se hace necesario que el control de avituallamiento se realice bastante antes de lo previsto, y algunos recuperan las fuerzas que no les harán ir más deprisa.





 Además del obelisco, nos llama poderosísimamente la atención el artesonado de la nave central de la basílica sede del obispado de Roma, cargo que ostenta el papa Francisco, así como las estatuas de los doce apóstoles a lo largo de todo este corredor central. También  el tabernáculo que protege el altar, y la cripta bajo el mismo, que custodia una imagen de San Juan Bautista. Y un detalle: este año ha sido decretado como año jubilar, y la Puerta Santa se encuentra abierta, y evidentemente, cumplimos.








 Buscamos la via Merulana, que en línea totalmente recta nos ha de llevar hasta la iglesia de Santa María la Mayor, en la cima del Esquilino, otra de las siete colinas que dieron lugar al germen de lo que fue el mayor y más poderoso imperio conocido hasta el momento. Allí pidió la Virgen que se construyera una iglesia para su culto, y así se hizo. Pero antes de entrar hay que comer, que son más de las 2:30, y se notan las horas que hace desde nuestro desayuno. Comemos deprisa, y bien, con la ilusión puesta en encontrar un buen helado que haga justicia a la fama que tienen en este concepto en Italia.

A las 4:15, todos puntuales nos dirigimos a pasar el enésimo control de seguridad para poder acceder al interior del templo, y alguno paga la fatiga acumulada olvidando en el bolsillo del abrigo una funda de gafas de sol que parece cualquier cosa menos lo que es, como así se lo hace saber el policía al descubrir que eso es lo que indica el arco detector con su sonido acusador.

En el interior nos encontramos como motivo principal las reliquias de la cuna del niño Jesús, veneradas hasta la eternidad por la figura de Pío IX, que mandó poner allí su estatua arrodillada para simbolizar su devoción perpetua.

Tampoco podemos dejar de visitar la capilla lateral en honor al Bautista también, con el impresionante alabastro translúcido, diseñada por el propio Miguel Ángel Buonarrotti.












Un agradable paseo nos va a llevar hasta el barrio de Trevi, pasando por el Quirinal, otra de las siete colinas que formaron el Septimontium, o federación de los siete montes que dieron lugar a Roma. Aquí se encuentra la sede de la Presidencia de la República, máxima autoridad del país, aunque no podemos disfrutar de las esculturas de los Dióscuros, que se encuentran encerradas entre andamios para su restauración.

Desde allí nos vamos hacia la fontana di Trevi, pero sólo de paso, no como objetivo, que lo es en este momento el Panteón de Agripa, con su planta redonda, anfipróstilo, y su cúpula sensacional; con las tumbas de Rafael Sanzio, el pintor, y de los padres de la patria italiana, Umberto I y Vitorio Emanuele II








Tenemos pendiente la visita hacia la bulliciosa plaza De España, siempre entrañable para los hispanos, justo a continuación de la columna de la Inmaculada, a apenas unos metros una plaza de otra, y frente a la embajada de España ante la Santa Sede. No entendemos la relación, pero se nos anuncia que va a haber una procesión en honor a la Virgen de Lourdes, promovida desde nuestra embajada, hasta la iglesia de la virgen de los Milagros.

Llegamos por fin a la piazza de Espagna, y nos llevamos una sorpresa considerable, al no ver el bullicio de gente en su mítica escalinata; es difícil que esto suceda cuando está vallada para su restauración. Por encontrarle el lado positivo a las cosas, que diría el otro, nos ahorramos subir las escaleras, que son unas cuantas. Si al final nos va a venir hasta bien.





Así que sólo nos queda llegar hasta la piazza del Popolo, último lugar que visitar antes de la cena. Y para hacer pleno, nos encontramos con que la iglesia enmarcada entre la via del Corso y Ripetta se encuentra también vallada, andamiada y cubierta por una lona que no permite establecer el juego de simetrías que se da en todos los elementos de la plaza. Son poco más de las 19:00, y les citamos a las 21:30 en la parada del autobús de piazza Venezia, que nos llevará de regreso al hotel.



La cena se soluciona rápido y bien, y la mayoría opta por dedicarse a la economía de mercado, buscando las imprescindibles sudaderas, camisetas y demás cosas que formarán parte de su indumentaria una vez lleguemos de vuelta a España.


Pero no podemos olvidar que tenemos una cita pendiente que no podemos olvidar, y es con la colina del Capitolio, desde donde rendir visita al arco de Septimio Severo, subiendo por la escalinata diseñada por Miguel Ángel también. Allí además se encuentra la réplica de la Loba Capitolina, amamantando a sus dos cachorros humanos adoptados por ella. Así que con un último vistazo sobre los foros imperiales, los restos del templo de Saturno y el teatro de Marcelo, damos por cerrada la ruta del segundo día en Roma, que ya es imposible que dé más de sí. Son las 22:50 cuando llegamos al hotel, después de un trayecto entretenido en la línea 60, sobre la que debemos hacer una porra para ver si llega a desmontarse alguna vez un autobús en pleno trayecto.









Y nos despedimos ya, que mañana el despertador va a sonar dentro de un ratito, a las 6:00, que a las 7:30 nos vamos hacia el Vaticano. Pero eso os lo contamos mañana.

Un fuerte abrazo,


Mª Ángeles y Javier

2 comentarios:

  1. Javier, Mª Ángeles, me encanta el concepto que tenéis de aligerar, porque más que resumir el día lo habéis reproducido. Eso sí, la muerte y su guadaña son cuanto menos similares a Miguel Álvaro y su examen, ahí creo que todos coincidimos. En cuanto al día que habéis pasado, estoy seguro de que será la vez que con más ganas cojais la cama y con más conocimientos de historia del arte durmais, un día en Roma da para mucho, y no me extraña que levante pasiones. Disfrutad del día en el Vaticano, no os defraudará... De hecho nada de este viaje lo hará, estoy seguro.
    ¡Un abrazo!

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  2. Que grandes recuerdos!! Disfrutad de este gran viaje que siempre estará en la memoria de los antiguos alumnos.

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