sábado, 13 de febrero de 2016

Venecia, día 6º

Muy buenas, familia;

Vamos a ver si conseguimos conectar el desfase que llevamos en el blog, y os contamos lo que hicimos ayer en Venecia, cuando ya empieza a aparecer en nuestros recuerdos la popa de una góndola, flotando, como un sueño;


El día, como novedad, también empezó relativamente pronto, a las 6:30, para desayunar a las 7:10 y montarnos en el bus a las 7:50, eso sí, esta vez sin maletas, lo que aligera el tiempo, aunque probablemente lo pagaremos al día siguiente, que habrá que recoger el doble. El desayuno cada vez lo hacemos más rápido, rascando minutos de donde se puede, bien para dormirlos, bien para ordenar nuestras cuevas. El vaporetto nos espera para llevarnos a Venecia hacia las 8:45, mientras la lluvia, que ha caído fuerte durante casi toda la noche, sigue acompañándonos, aunque no con demasiada intensidad. Esperemos que se vaya retirando, porque si no, como dice Paula, nuestra guía, "en Venecia, agua por abajo y agua por arriba, mal negocio".

El viaje en el vaporetto es corto, apenas cruzar la laguna, y en menos de 20 minutos ya estamos en tierra firme, si se puede llamar así a un lugar que se va hundiendo, milímetro a milímetro, poco a poco, de manera lenta pero inexorable, a pesar de los intentos del ser humano por evitarlo. Nos espera Manu, nuestra guía local también desde hace dos años, para darnos una explicación de lo más importante de esta ciudad, de todas estas pequeñas islas enlazadas por puentes, donde las calles son canales, y los coches son barcas y lanzas, y las furgonetas de reparto carretillas manuales.

Nos habla de Vivaldi, de dónde trabajó y vivió, y de cómo se tuvo que marchar a un exilio encubierto, por los problemas para conciliar fe y co-razón; parece que no estaba muy bien visto que, siendo sacerdote, tuviera una amante, pero sobre todo que esto fuera tema de conversación de toda la sociedad veneciana. Qué cosas.







Nos explica la función del Dogo, como máximo representante de la autoridad de la Serenísima República de Venecia, a propósito del palacio ducal (dogal), lo que nos va acercando a la plaza de San Marcos, pasando por el descolocado puente de los Suspiros, asociado a la idea del amor y la belleza del mismo, pero tan lejos en la realidad, ya que une la parte de la administración de justicia del palacio y la parte, digamos, ejecutiva del mismo: la zona de mazmorras y de ejecución de las sentencias de muerte. La última vez que veían la luz y el mundo exterior era al cruzar ese puente: como para no suspirar. La plaza de San Marcos se abre ahora ante nosotros cuando llegamos a las dos columnas que la muestran para todos los que llegan cruzando la laguna, coronadas por San Jorge matando el dragón, como primer patrón de la ciudad, y el león de San Marcos, omnipresente en toda región del Véneto. La explicación de la fachada de la catedral, con sus mosaicos dorados contando los trabajos para traer los restos de San Marcos desde tierras turcas, cubierto de carne de cerdo para evitar las pesquisas de los guardias de frontera, y la exposición en la basílica. Y el campanario, reconstruido a comienzos del siglo XX, después de que el original se viniera abajo.

Y termina Manu su trabajo contándonos la función de la torre de los Moros, con su reloj en tres niveles, marcando las horas, las mareas y los ciclos lunares, clara muestra de una ciudad orientada hacia el mar.

Y las Procuradurías, Viejas y Nuevas, con el recuerdo de la época napoleónica y su deseo de convertir ese espacio en un salón de baile al aire libre, de manera que dejase su impronta en esta ciudad. Como lo intentó con toda Europa; quiso convertirla en su salón de baile privado. Pero le cambiamos la música y en lugar de un vals como él quería, le pusimos una de Abba, la de Waterloo. Y no se la sabía.























La visita guiada nos conduce a una fábrica de cristal de Murano, que siempre es curioso ver cómo se trabaja esa pasta hecha de silicatos, cobre, oro, plata… incluso sangre de los turistas, para conseguir el tono rojo tan característico del cristal de Venecia. El Maestro artesano tiene apenas 5 minutos para formar la pieza antes de que el cristal se enfríe y endurezca lo suficiente como para que ya no se pueda moldear. Se le añaden las finas láminas de oro que formen el adorno y nuevamente al horno durante otras 15 horas. Más o menos 3 días de trabajo en una misma pieza. Lo que justifica el elevado precio que tienen. Asusta la ligereza con que manipula las copas el hombre que lleva la demostración de la tienda, y cómo las golpea contra la mesa para asegurarnos que si es cristal auténtico no se quiebra tan fácil como las imitaciones que circulan por ahí.

Es peligroso quedarse; empiezan a aparecer colgantes, pulseras, pendientes, mucho más adecuadas y asequibles incluso para los bolsillos de nuestros viajeros, que tardan, pero al final se animan y algunos llevan recuerdos para gente muy especial en sus vidas. No daremos nombres, para que nadie se cree expectativas que puedan verse defraudadas más adelante. Nunca se sabe el lugar que ocupamos en los corazones de nuestros hijos. Por eso, si temes oír la respuesta, es mejor que no preguntes.






Dejamos al grupo grande, y nos vamos a buscar tres lugares más que nos faltan por conocer. El primero, entrar en la basílica de San Marcos, cita ineludible para todo el que se encuentre en Venecia. Ya Manu nos la había explicado desde fuera, ya que dentro no se permiten las intervenciones de los guías, y mucho menos las fotos; por eso no hay registro gráfico de ello. Pero es impresionante ver todos los techos realizados en mosaico de oro, no ya el ábside, o la cúpula, sino todo el techo, de toda la catedral, incluso la parte alta de las columnas que enlaza con los techos también está decorada con la misma técnica.

El segundo lugar es Ponte Rialto, un lugar con un encanto especial, con su continuo bullir de turistas y visitantes en busca de las tiendas que flanquean el paso central del puente. Pero nos encontramos con una sorpresa desagradable y es que está tomado por las obras, que impiden disfrutar de él y de las vistas que nos ofrece sobre el canal. Un trampantojo al exterior y tableros de aglomerado desde el interior impiden disfrutar del mismo. Tan sólo en su parte trasera se puede ver relativamente bien, son demasiados obstáculos para el objetivo. 



Y el tercero de los lugares es uno poco frecuentado, pero que poco a poco va cogiendo cierta fama,  la Scala Contarini del Bovolo, hasta el punto de que el encanto decadente que habíamos comentado otros años ha dado lugar a que los trabajos sutiles de restauración que se han llevado hasta ahora, casi en secreto, han terminado en que ahora es visitable, con su oficina para adquirir los tickets para subir a la torre, al nada módico precio de 5 euros por persona. Se nos sale del presupuesto de un fondo común que ya hace auténtico honor a su nombre de pila. Nos conformamos con verla desde fuera, que creemos que es suficiente. Está despojada de la maleza en el jardin y las hiedras que intentaban trepar por sus paredes. Había en ello algo que nos gustaba. Pero esto hará que se conserve en mejor estado, o por lo menos que no se deteriore.



Ya hemos terminado con el programa oficial en Venecia, descartando la entrada al palacio ducal, por demasiado extensa a las horas que son, casi la una. Queda la opción de las góndolas, que nadie rechaza a pesar de las reticencias de algunos, quizá temerosos del agua y su cercanía. Nunca íbamos a imaginar que el problema con el agua lo fuéramos a encontrar antes de embarcar. La falta de sincronización entre el vaivén de la góndola y el paso adelantado para subir hace que un pie pruebe la temperatura del agua del gran canal. Y la tibia. Hasta la mitad de la tibia. Y hubo suerte de que se retorciera casi en el aire y no acabara un poquito más dentro. Qué mala pata. El fotógrafo captó justo el momento anterior en que está a punto de levantar el pie para subir. El siguiente momento ya fue el del baño.


























Y con ese momento siempre especial que es el del paseo en góndola y que constituye uno de los recuerdos que siempre se mantendrá en sus memorias, les dejamos tiempo libre para que se pierdan por sus callejuelas repletas de encanto. Y de tiendas. Que creemos que algunas hoy no van a poder abrir por falta de abastecimiento.











Y así nos despedimos de Venecia, suspirando por volver a ella. Nos espera la segunda cena en el Villa Fiorita. No pinta mal: Spaghetti con atún, merluza con guarnición de patatas (hay ketchup y mayonesa a disposición para los que ofrezca resistencia el pescado) y un flan de vainilla de postre. Muy bueno.







Y con esto nos despedimos por hoy, que mañana nos espera viaje hacia Verona y después Milán, meta ya de nuestro itinerario. Todo lo bueno se acaba; y esto se va acabando. Mañana, mismo horario. 6:30 arriba; 7:10 desayuno; 7:50 al autobús.


Un abrazo fuerte, 


Mª Ángeles y Javier

6 comentarios:

  1. Algún día podré conocer Venecia? No creo, me conformaré con vuestro relatos. Esta vez sin fotos de la plaza San Marcos , pero bueno.

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    1. Seguro que podrás; las oportunidades llegan cuando menos lo esperas. Y si no, ¡¡¡siempre puedes cursar 1º de bachillerato con nosotros!!!

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  2. Maravillosa Venecia. Disfrutad del último día y Feliz regreso despues de vivir esta experiencia inolvidable.

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  3. Me ha encantado vuestro viaje y el nuestro virtual compas!! Geniales.
    María 6

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  4. Otro año más de recuerdo para mi como ex estudiante!

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