sábado, 13 de febrero de 2016

Pisa, día 5º

Muy buenas, familia;

Que llevamos un día de retraso en esto del blog, a cuenta de los enchufes y sus tamaños, así que vamos a intentar ponernos al día, ahora que ya lo hemos solucionado gracias a un adaptador que nos vale hasta para si alguna vez vamos a la luna y ponen allí un modelo nuevo; sirve para enchufes que todavía no existen. Dejémonos de tonterías y empecemos con lo que nos interesa, que es lo que hicimos ayer, en que amanecimos en Florencia, pasamos el día en Pisa y Padua y dormimos cerca de Venecia.

Como siempre, el día empieza pronto, a la 6:30 suenan los despertadores para estar desayunando a las 7:15 y marcharnos a las 8:00. En menos de 2 horas nos plantamos en Pisa, con un cielo que comienza a despejarse, y se mantendrá así durante toda la jornada.

Dejamos el autobús en el párking habilitado en la ciudad y damos el paseo de 10 minutos hasta el Campo de los Milagros, donde se encuentra concentrado el conjunto de la catedral, su campanario, el baptisterio y el cementerio. Un voluntario se echa una buena carrera para adelantarse al grupo e ir consiguiendo las entradas para la torre, la catedral y el baptisterio, que va a ser lo que nos dé tiempo a visitar en las poco más de tres horas que tenemos en la ciudad, pues a la una hemos quedado con el resto del grupo para marcharnos al autobús y proseguir camino hacia Venecia, parando primero en Padua.

De modo que cuando nuestros chicos llegan al pie de la torre, ya tenemos, a cambio de 18 € cada uno por el campanario y 5 € por la catedral y en baptisterio, cita a las 10:15 para subir a ella, con el tiempo justo para dejar todas las mochilas y objetos voluminosos en consigna. Nunca hasta ahora habíamos pasado un examen tan exhaustivo para acceder. Apenas controlar que ningún despistado lleva aún la mochila o que se haya equivocado de hora para subir. Pero este año, junto a la mujer con el lector digital de las entradas hay otra mujer con un escáner de mano con el que inspecciona cuidadosamente nuestros cuerpos y ropas de arriba abajo junto a un soldado convenientemente pertrechado. Es la misma sensación. Estoy seguro; pero lo estoy porque no estamos seguros. Difícil solución.




Entramos; y el ascenso es extraño, viendo el diferente desgaste de los escalones, cómo te vas inclinando hacia delante, a la izquierda, hacia atrás y hacia la derecha, y así todo el tiempo que dura la ascensión por el interior de esta torre. Los peldaños son altos, y se nota en cuanto llevas dadas unas vueltas, que ya no subimos con la ligereza con que empezamos.

La sensación de vértigo es importante cuando salimos al anillo exterior del segundo nivel, donde una malla metálica y una barandilla de barras de hierro nos separa del precipicio, sensación que se acentúa cuando miras desde arriba hacia la zona que, además, se inclina hacia delante. Los más valientes no se separan de la pared, mientras que los temerarios se llegan incluso a la valla. De cualquier modo, la vista que se tiene del Duomo y del Baptisterio es inpresionante, poder ver el tejado de una catedral mirando hacia abajo. Subimos al último nivel practicable desde hace unos 4 años, que está a la altura de las campanas, algo más estrecho aún, y con la posibilidad de acceder a la zona interior, protegido el orificio con un grueso cristal que impide incluso ver la base.













Agotamos nuestro tiempo allí, entre fotos y abrazos a las columnas, presos de una especie de furor artístico,  y comenzamos a bajar por la estrechísima escalera de caracol, para volver a encontrarnos abajo y dirigirnos a la entrada del Duomo después de recoger nuestras mochilas de la consigna. La luz que se cuela por los huecos del campanario, nos ofrece una curiosa imagen, que no desaprovechamos, por consejo de Marcos, que siempre ve una  oportunidad de hacer una buena foto.



Dejamos a la derecha el cementerio medieval y dejamos una nota mental para recordar que entremos ahí cuando dispongamos de más tiempo para poder apreciar la maravilla que suponen los frescos que ofrecen una interpretación de lo que nos espera a todos cuando entremos ahí, el paraíso, el infierno y el purgatorio. Y el claustro central, cubierto de césped, con todas las tumbas dispuestas en la paredes alrededor de mismo. Y entramos en la catedral , que nos muestra un artesonado espectacular en sus casetones y sus dorados y, al avanzar, nos sorprende que la decoración del ábside no es normal; no es como otras veces. Tardamos en darnos cuenta de que es un trampantojo todo el espacio central, y que una plataforma ocupa toda la zona del crucero. Por eso no se puede acceder al pasillo central, ni al transepto, el brazo que cruza a lo ancho y confiere a la iglesia su planta de cruz latina. Porque están en obras, con andamios enormes. Apenas podemos ver la tumba de San Raneiro, patrón de Pisa, ya que no podemos ponernos frente a ella, sino sólo verla entre las columnas.













Casi son las 11:30, así que es el momento de dirigirnos al Baptisterio, pues cada 30 minutos, se hace una demostración de la sonoridad que tiene el edificio, perfecta en su reverberación, y que este año contemplamos nada más entrar. Cada nota que ella pronuncia se prolonga en el tiempo de manera espectacular, casi como si fuera el coro que da respuesta al canto del solista. Pero sin coro; solo con el solista. La imagen de San Juan Bautista ocupa el centro de este lugar, como no puede ser de otra manera, claramente observable desde la galería superior.











 Tenemos el tiempo suficiente para para comer algo rápido, que son las 12 y en una hora nos vamos, así que nos dedicamos a ello, después de hacernos las fotos de grupo casi obligatorias en este lugar. Y con la imagen en nuestra memoria, nos despedimos de este espacio tan mágico que se abre a nosotros, y que sería igual de espectacular aunque la torre se hubiese mantenido recta.





Dos tirones de autobús para llegar hasta Padua, el primero más largo, dedicado a recuperar fuerzas perdidas en las escaleras del campanario de Pisa, y el segundo a ver una película sabiamente elegida por Paula, nuestra guía de Travelplan: Bajo el sol de la Toscana; por si la queréis ver.

Llegamos a Padua hacia las 5:15, y nos dirigimos directamente hacia la basílica de San Antonio, lugar de peregrinación para ver las reliquias del santo, conservadas intactas. Su laringe, sus cuerdas vocales y su túnica se conservan aquí expuestas, mientras el el resto del cuerpo en su tumba. Está absolutamente prohibido hacer fotos en el interior, pero como alguno lo intenta, le avisamos de que nosotros no le conocemos de nada si se acerca uno de los muchos vigilantes a decirle que no se pueden hacer fotos. Que son bastantes; los vigilantes, digo. Así que nos conformamos con fotografiar al Condottiero Gatamelata, obra maestra de Donatello en bronce que se encuentra en la plaza de la basílica, con la que se considera que se daba por comenzado el Renacimiento.






Regresamos dando un breve paseo hasta el autobús, atravesando el Parque della Valle, situado donde se hallaba el primitivo origen latino de la ciudad, con una laguna transformada en canal y que ha permitido que una zona insalubre ahora sea un lugar fabuloso para pasear, jugar o hacer  algo de deporte en su centro.










Y esperando el final de la película (de las románticas, donde siempre ganan los buenos), llegamos hasta el Park Hotel Villa Fiorita, con sus espaciosas habitaciones, sus pasillos enmoquetados y su cena concertada: arroz a la fiorentina y un escalope con jamón cocido y queso con guarnición de guisantes con jamón, y una pannacota de postre, que a algunos les pareció demasiado para una cena, y otros no perdonaron ni los guisantes. Y disculparéis que cuando pensamos hacer la foto de los platos, el arroz ya había desaparecido. Buena señal.






Y nos retiramos ya, que mañana nos levantamos pronto otra vez para descubrir la mágica Venecia. A las 6:30 suena el teléfono.


Un fuerte abrazo,


Mª Ángeles y Javier

3 comentarios:

  1. Que buena pinta!!!! El relato impresionante,es como estar allí en primera persona .Disfrutad mucho.
    Un saludo para todos.

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  2. buongiorno viajeros!! Os sigo apasionadamente a través de este maravilloso blog, pero ¿por qué no he escrito antes? Sentimentalismos varios, que solo aquel que ha compartido tantos viajes con los chicos puede llegar a entender... Pero a lo que voy. Me encanta ver vuestras fotos con esas sonrisas, alguna ojerilla por ahí, y reconoceros a cada uno en esos lugares tan especiales que estáis visitando...aunque hecho de menos la cara de algún "jamoncito" (jajaja!!) . Me alegra mucho también ver que el menú de cena ha cambiado esa "sopa, sopa, sopa, yo quiero tomar..." que tan buenos recuerdos nos trae a algunos, aunque no exactamente culinarios,... por un menú que al menos en la foto parece bastante rico, aunuqe los guisantes??? Ahhh!!. Dsifrutad lo que os queda, y mantener siempre vivo en vuestra pequeña historia no solo los lugares que habéis descubierto de la mano de Javier y Mª Ángeles, sino los buenos momentos que estáis disfrutando juntos y que misteriosamente es lo que quedará para siempre, cuando ya estéis cada uno en otros lugares y echéis la vista atrás ( que ya os digo yo que un día llega y aparece la "memoria histórica", es justo cuando te haces mayor!!). Bueno ya me despido, os envío un abrazo enorme para todos y seguir disfrutando, ahora de Milán!! Bss

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  3. Ahh!! El mensaje de antes es mío. Soy Ana Herráez, auque lo he enviado desde otro perfil, que por cierto me va a matar cuando se entere... Así que en mis últimas palabras deciros que "odio la tecnología", con lo bien que me manejo yo con las cartas en papel de toda la vida.... Jajaja
    Bss Ana

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