lunes, 8 de febrero de 2016

Roma, día 1º

Muy buenas, familia;

Ya casi no nos acordábamos de cómo funcionaba esto del blog, y nos ha costado un poco arrancar, encontrar cómo se cargaban las fotos, se cambiaba la cabecera, nos cargábamos la imagen de fondo…
En fin, que nos vamos haciendo mayores y todo esto se nota. Pero bueno, lo que no cambia es que esto sucede cuando ya no se oyen ruidos por el hotel, solamente el de las teclas en el ordenador, no tan rápidas como se desearía cuando ataca el cansancio y el sueño. Menos mal que este año contamos con la energías renovadas que nos trae Mª Ángeles, que se estrena en esto de viajar y del blog, y seguro que se nota su cariño y su estilo. Bienvenida.

Vamos a lo nuestro, que es contaros qué hemos hecho desde que nos despedimos a las 07:00 de la mañana en  la biblioteca de Gabriel y Galán.

Hasta Madrid ha sido un trayecto cómodo, con gente intentando atrapar en sueños los sueños depositados en este viaje, otros que ni en sueños se podían dormir, y otros a los que no les entraba el sueño, al ver cómo la nieve que se empezaba a ver en los campos a los lados de la carretera, se iba haciendo más presente en las cunetas y en los arcenes de la autopista, tan alineada que evidenciaba el mucho trabajo habido por las máquinas quitanieves durante la noche.



Llegamos a la T4 relativamente pronto, apenas las 09:30, y preguntamos en los mostradores de Iberia si una gente como nosotros no se merece un trato especial y que nos abran un mostrador sólo para nosotros. Evidentemente, la respuesta no podía ser otra: "Por supuesto; ahora mismo aviso a una compañera para que les atienda en el mostrador 910." Así que allá nos vamos los 19 viajeros, con el DNI en los dientes, el permiso de menores en una mano y arrastrando la maleta con la otra, suspirando porque no llegue a la cifra de 22 kg entre abrigos, camisetas, zapatos, cables, planchas, pinturas de guerra y demás cosas insospechadas que puede haber en una maleta de 17 años. Nos van colocando a todos de dos en dos para que, aunque no estemos todos juntos, al menos nadie quede junto a un señor desconocido que se te duerma sobre tu hombro, que no debe ser muy agradable según la opinión de Juan Julián, experto en la materia. El paso por los controles de seguridad, tan desagradable como siempre: te aseguras de que no te has dejado nada que pueda parecer metálico en ningún rincón de tu ropa y te encuentras con que el dichoso arco pita caprichosamente, y te enteras de que son tus manos las que pitan, ya que deben llevar impregnadas algún recuerdo del metal que hace un momento tocaste para evitar el mal trago. Os aseguramos que esa es la explicación que nos han dado a los que hemos pasado ese trance, cuando te pasan un papelito por las manos con no sé qué sustancia que luego confirma otra máquina distinta.

Tras bajar escaleras, cruzar pasillos aromatizados por las tiendas de perfumes que nos rodean, y recorrernos las entrañas de esta ciudad que es el aeropuerto Adolfo Suárez - Barajas, llegamos hasta la puerta de embarque que nos había indicado la eficientísima encargada de facturación: J58, cuando ya son casi las 11:00; apenas una hora para que volemos hacia Roma, que se nos para veloz mientras intentamos saber qué están haciendo nuestras chicas de Avenida en la final de la Copa de la Reina de baloncesto, y les explicamos que durante el vuelo, unas gafas de sol significan lo mismo que un calcetín en la puerta de un piso de estudiante: No molestar.



El vuelo se pasa rápido, aunque alguno con más nervios de los deseados y con las emociones a flor de lágrima en el momento del despegue o del aterrizaje, con reparto de bolsas previsoras y tranquilizadoras para los más revueltos, y al final, innecesarias. Nuestras maletas saldrán por la cinta 9, nos informa nuestro contacto de Travelplan, que ya nos espera dentro de la zona de recogida de equipaje, con toda la información precisa, y con la prisa que provoca que a alguno se le pase la ocasión de ir al baño o de saciar las ganas de hacerse humo que acumula desde hace ya demasiadas horas. Las maletas se mezclan con los bocadillos, en nuestro camino hacia el autobús con la difícil relación que tienen sólo dos manos con una maleta, un bocadillo, un abrigo sin poner y una botella de agua.

Nuestro hotel, el Ars, está en la zona noreste de la ciudad, retirado del centro, aunque no tanto como el de años anteriores; tiene una pinta extraña. Parece pequeño, pero es grande. Las maletas nos las llevan desde la entrada hasta recepción en una furgoneta. La recepción está en la segunda planta, pero está al nivel de la calle por la entrada principal. Y estamos repartidos en tres pisos, aunque en todas las plantas va a haber un responsable. Tal cual. En media hora dejamos las maletas, comemos el bocadillo los que no lo hayan hecho hasta ahora, comprobamos que el wi-fi funciona y marcamos una cita con un detalle de cortesía del hotel que será muy de agradecer a nuestro regreso esta noche.


En recepción nos dan todas las indicaciones suficientes sobre un mapa para poder ir de un sitio a otro, tanto en metro (línea azul hasta Termini) como en autobús (línea 60 hasta piazza Venezia), con tal profusión de datos, que el mapa termina como los apuntes de alguno, donde todo está tan subrayado que es difícil acertar con lo que se quería destacar. Una cosa está clara: si vamos en bus, salimos del hotel hacia la izquierda, y si vamos en metro, salimos hacia la derecha. El bus tenía buena pinta si no fuera porque no hay manera de comprar los billetes, que no se venden en el propio autobús, sino en los estancos, kioskos o en las estaciones de metro. Así que retrocedemos hasta la entrada de metro que nos espera después de una sorpresa: sabíamos que había una calle con escalera, pero no que fuera esto:

Mientras unos buscamos los anclajes de los arneses antes de empezar el rapel de descenso, otros se lo toman como una carrera para ver quién llega antes, aunque hay que llegar con todos los dientes en su sitio. 6 paradas desde Conca D'Oro hasta Termini, y un transbordo a la línea roja hasta Barberini, hacen que por fin pisemos el suelo romano: La piazza del Tritone, así a bocajarro. Son ya casi las 7 de la tarde, y conocen el segundo tema típico de la Roma actual: los vendedores ambulantes, con sus peculiares sistemas de márketing: asediar al cliente sin aceptar un no por respuesta, insistir e insistir hasta vencer su resistencia. Y no todos son fuertes.


Pensamos en un valor seguro para los chavales, y es que nos debe una después de que el año pasado nos la encontráramos completamente vallada para su limpieza y acondicionamiento: la fontana di Trevi, que este año ya luce magnífica en todo su esplendor. Antes, hacemos una parada técnica escuchando ya el rumor del agua de la fontana para recuperar agua nosotros, que algunos no habían vuelto a beber nada desde que estaban desayunando esta mañana en sus casas antes de las 7 de la mañana, y ya han pasado más de 12 horas. Arrasamos con un puesto de comida rápida, donde pagamos el agua a precio de oro, avanzamos unos metros para sorprendernos con la belleza de uno de los sitios más maravillosos que hay en Roma. Ha merecido la pena todo el tiempo que ha estado cubierta con andamios para ver el resultado de los trabajos. Está más hermosa que nunca, según dice  por allí alguien que la ha visto ya varias veces. Y nos dejamos llevar por la magia del lugar y nos hacemos todas los fotos posibles desde todos los ángulos pisables. Tranquiliza saber que hay bastantes ojos que se encargan de vigilar que tus pertenencias sigan siendo tuyas y de nadie más, aunque cuando lo piensas con detenimiento, inquieta, porque es una presencia demasiado notable, pensando sólo en los descuideros de siempre. Recuperamos nuestros pensamientos, mientras arrojamos por encima de nuestros hombros las monedas que nos permitan volver en años sucesivos, tanto a nosotros como a los que han venido otros años, y a los que vendrán en el futuro, siguiendo las huellas del Amor de Dios de Salamanca.
















Nos despedimos de la fontana con un "hasta luego", y cruzamos la céntrica via del Corso por la piazza Colonna, que algunos confunden con la columna Trajana que está al comienzo de los Foros, junto a la piazza Venezia. Ésta es la columna de Marco Aurelio, aunque en la actualidad está coronada por la estatua de San Pablo, que sustituyó al emperador a finales del XVI. Dejamos a nuestra derecha el palazzo Chigi, sede del gobierno italiano, y continuamos pasando por Montecitorio, que es la sede de la cámara de diputados italiana. A alguno le llama la atención la fuerte presencia policial, aunque aquí está justificada, incluso siendo un día no laborable.


Y nos llegamos hasta el antiguo circo de Domiciano, la actual piazza Navona, que ya por las horas ha ido perdiendo parte de ese encanto tan especial que le da el mundo bohemio de pintores, mimos, músicos y todo tipo de artistas callejeros que la llenan durante el día. Por otro lado, esto nos permite observar con mayor comodidad el motivo principal de la visita a este lugar: la fuente de los Cuatro Ríos, del omnipresente Gian Lorenzo Bernini, con las personificaciones del Nilo, Ganges, Danubio y el Río de la Plata, coronada por el imponente obelisco de Domiciano. Frente a ella, la iglesia de Santa Agnes in Agone, que hace sentir miedo a causa de sus proporciones a uno de los elementos de la fuente, dejando señal eterna de las rivalidades humanas.





 Pausa para la cena, quedando emplazados a las 21:15, y le rendimos el primero de los homenajes a la cocina italiana, sacrificando en su honor unas pizzas que hacen que guardemos la tarjeta del lugar.


Nos dirigimos hacia piazza Venezia, donde coger el autobús que lleve nuestros cansancios de vuelta al hotel, pero un lugar especial hace que nos crucemos el corso Vittorio Emanuelle II: el Área Sacra di Torre Argentina, que hacía mucho tiempo que no visitábamos, pero que nos trae bonitos recuerdos de los orígenes de la ciudad, y de la muerte de César en los Idus de marzo del 44 a.C., en la Curia del Teatro de Pompeyo, muy cerca de aquí, donde se reunía en aquel momento del Senado de Roma.





Piazza Venezia nos recibe con la imagen grandiosa del monumento a la Unificación de Italia, levantado sobre las ruinas del pasado glorioso de Roma, algo que a algunos nos duele asumir, y nos quita algo de valor al monumento.



Estando tan cerca, y siendo relativamente pronto, paree una buena idea prolongar el paseo nocturno junto a la columna Trajana, que narra la conquista de la Dacia, la actual Rumanía, para aumentar el poder del imperio Romano, y disfrutar de la imagen de los foros imperiales iluminados con una luz especial, con cuyos juegos de sombras y realces, adquiere un matiz realmente espectacular. El tiempo acompaña, a pesar de la amenaza de lluvia que traíamos para hoy, pero que al final nos ha respetado.











Casi sin darnos cuenta, hemos terminado desembocando en el Coliseo, que nos atrae con una fuerza brutal, casi desprovisto ya de los andamios que tratan de devolverle su mejor aspecto para el mundo. El arco de Constantino también trata de reclamar nuestra atención, y le rendimos honores también como se merece. Ni siquiera el vehículo blindado del ejército que lo custodia le quita ni un ápice de su grandeza, y nos recuerda, como en los triunfos imperiales, que sólo somos hombres.









En el regreso, vamos alternando la acera de la vía de los foros imperiales para apreciar los detalles que en la venida no hemos podido apreciar, y así identificamos el foro de Nerva, el de Augusto, doble en extensión que los otros, y el de Trajano, que también se extiende por la parte superior del terreno.












De nuevo la piazza Venezia nos recibe, y notamos ahora con claridad que la parada de la línea 60 que nos llevará hasta nuestro merecidísimo descanso se encuentra justo al pie del palazzo Venezia, desde el que Mussolinni arengaba a su pueblo en la época en que el miedo se apoderó de los hombres y les hizo perder lo que nos hace propiamente humanos; esperemos que hayamos aprendido de nuestra Magistra Vitae y no nos dejemos arrastrar por el fanatismo que nos recuerdan varios coches de policía aparcados en la plaza, al tiempo que saludan a otras tres motos de compañeros que circulan por allí.

Y nos vamos a intentar descansar un rato, que nos lo hemos ganado, por lo menos hoy.


Un fuerte abrazo,


Mª Ángeles y Javier

4 comentarios:

  1. Qué de sentimientos encontrados al rememorar todas esas rutas que un día recorrieron nuestros pies, hace ya dos años. Eso sí, podéis tener claro que este blog será un recuerdo que guardareis como el más preciado tesoro. Aprovechad al máximo cada paso y capturad en vuestra retina las maravillas romanas, no todas tan evidentes, pero siempre impresionantes. ¡Un saludo chicos! Y profesores ;)

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  2. Qué recuerdos y parecía ayer cuando los que empezábamos esta maravillosa aventura.
    Disfrutar mucho de cada minuto que paseis por tierras italianas porque es una experiencia que vale muchísimo la pena , mientras otros lo veremos detrás de una pantalla , pero bueno es lo que toca .

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  3. Buenas noches chicos y profes!!! Al leer el blog parece que todos disfrutemos también del viaje con vosotros. Pasadlo muy bien y aprovechad cada minuto al máximo. Carpe Diem!!!
    Besos para todos

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  4. Como siempre maravilloso relato...y parece que fue ayer cuando fueron nuestros hijos.
    Disfrutad mucho de este bonito viaje.
    Un abrazo

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