lunes, 16 de febrero de 2015

Milán, Día 1º

Muy buenas, familia;

Parece que ha sido ayer cuando escribíamos las últimas palabras en este diario de viaje, mientras regresábamos a Salamanca, a casa, después de una semana intensísima, increíble, inolvidable.

Pues ya pasó un año, todo un año, y aquí estamos de nuevo, dispuestos a vivir experiencias imborrables para todos los que participamos de este viaje de estudios, aunque para alguno no signifique más que una manera de perder como mucho tres días de clase.

Pero bueno, que no es cosa de inspeccionar lo que algunos sin mucho conocimiento del asunto dicen, y nosotros estamos aquí para disfrutar y haceros sentir cerca, muy cerca, aquello que vuestros hijos están viviendo.

Empezamos pronto; la cita era a las 2:45 en la biblioteca de Gabriel y Galán, pero en las grandes ocasiones, no hay que apurar los minutos, y todos estaban allí antes de lo previsto. Con las ganas de marchar cuanto antes, algunos nada más llegar el autobús ya se habían despedido de sus padres y se habían montado con la esperanza de ganarle minutos al reloj. Y dicho y hecho: unos minutos antes de las 3:00 ya estábamos en ruta, con rumbo hacia nuestros sueños, que se recortan en las alas de un avión que nos lleve hasta Milán.

En el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid Barajas (hay que pensar cómo resumir semejante procesión de nombres) las rutinas de siempre: pasillos interminables, escaleras de subida que al final de un pasillo se transforman en escaleras de bajada, mostradores de facturación donde no tienen muy claro qué documentación deben pedir, empleados all-bran y otros sin fibra en su dieta, ingesta masiva de líquidos en tiempo récord, arcos que pitan por el hierro de las lentejas de la comida del día anterior, armas camufladas bajo la apariencia de bocadillos de lomo con pimientos (aunque el exceso de vueltas con el papel de aluminio contribuye al despiste), cinturones en bandejas que no sujetan pantalones a sus cinturas asignadas y botas supra-tobilleras que pasan por el ojo del Gran Hermano que todo lo ve, mientras los pies quedan huérfanos sobre un suelo que no deberían pisar. Pero no corren buenos tiempos para pensar en levantar medidas que se dirigen a proteger nuestra seguridad, y pagamos su precio.

Nuevos pasillos que recorrer, hasta acabar instalándonos en un rincón que tomamos como nuestro, y en el que plantamos nuestro campamento por un par de horas. Comienzan a sucederse las primeras bajas en forma de bocadillos de jamón que sueñan con ser de atún, de chocolatinas, de donuts, y es que nuestros cuerpos empiezan a pasarnos la factura de no haber pasado por la cama para certificar el cambio de día.





Por fin embarcamos, y el transporte de nuestros sueños acelera y despega para cruzar el Mediterráneo, meciendo nuestros sueños acompasados por el incesante llanto de un niño viajero, y depositarnos con suavidad sobre la capa de nieve y hielo con que nos recibe Milán. Un grado, nos anuncia el personal del avión, y nieve que se irá licuando a medida que avance el día, y que no se separará de nosotros en todo el día que, aunque no intensa, sí recurrente y fría hasta llegar hasta los huesos.



Tras recoger las maletas, escarchadas, buscamos el cartel de Travelplan en la zona de llegadas, en versión digitalizada que porta Paula. No es Javier, nuestro guía del año pasado, pero nosotros seguiremos siendo esos bocaditos muy apetecibles. Traslado hasta el hotel, Ibis Milano Centro; y hace honor a su nombre: lo está. Apenas 15 minutos separan la consigna donde se quedan nuestras maletas de la Plaza del Duomo. Es la primera vez que no necesitamos transporte urbano para llegar a los lugares emblemáticos de alguna de las ciudades que hemos visitado en todos estos años de viajes.

La Catedral de María Nascente sigue con su proceso de restauración continua, y ahora es la terraza superior la que soporta la ortodoncia de andamios que le devuelva la limpieza y esplendor de antaño. Nos planteamos entrar en ella antes de comer y después subir a sus tejados.

Los últimos acontecimientos vividos en Europa hacen que no nos extrañe que los controles de acceso  al interior los desempeñen cuatro militares con chalecos antibalas y armados, que ven reforzada su presencia con al menos otros cuatro vehículos del ejército alrededor del edificio para garantizar la seguridad en las calles. Malos tiempos para la normalidad; malos tiempos para la paz. Pero sorprende que no resulten figuras intimidadoras por la naturalidad con que desempeñan su cometido de revisar los bolsos y mochilas que portan los visitantes. Quien sí resulta desagradable es otro uniformado, con chapa en el pecho, que le recuerdan continuamente a sí mismo que él decide quién entra y quién no en lo que considera su propiedad. Y nos saca de malos modos de la fila porque , allí donde la entrada es gratuita para todo el mundo, los grupos formales debemos pagar el alquiler de unas audioguías que no queremos. La importancia de la fibra en la dieta, pensamos para nuestros adentros, mientras disfrutamos sabiendo de la caducidad de su victoria temporal cuando acabe su turno, y nosotros dejemos de ser un grupo formal para entrar de dos en dos como si no nos conociéramos. Así que adelantamos el tiempo de la comida y retrasamos el de la visita hasta que el empleado sin fibra se convierta en el mediocre ciudadano que sin duda es cuando se quita su chaqueta azul prestada.




Así que nos citamos a las 2:45 junto al mosaico del toro que hay bajo la cúpula de la Galería de Vittorio Emanuele II, que también camufla su fachada bajo las lonas y los andamios que le devuelvan su brillo. Tiempo para los bocadillos traídos de casa, que saben familiares, que evocan recuerdos, y para buscar una silla con wi-fi por el precio de un café. 



Y al tiempo que amenaza con caer de nuevo una fina capa de lluvia empezamos la subida a las terrazas de la Catedral, donde nos encontramos a las gárgolas trabajando para aliviar de agua su casa. También aparecen las sonrisas de satisfacción en las caras de nuestros muchachos al saberse en un lugar tan especial como es éste. Esperamos que valoren el esfuerzo que supone que ellos estén allí.







 La Madonina, y sus cuatro metros de oro, comienza a sentir la presión de la hiedra de los andamios, que cada vez está más cerca de alcanzar sus pies, aunque no impide, de momento, que se la admire sobre ellos. El frío y la lluvia nos hace bajar antes de lo normal, y aprovechamos para entrar en la catedral, en forma de grupo disimulado, ahora sin ningún problema. Aprovechamos para ver las magníficas vidrieras, antiguas y recientes, que iluminan su interior y tamizan la luz que se adentra, el túmulo funerario de Gabriel y Jacobo Medici, y reparamos en los detalles del martirio de San Bartolomé, que se encuentra a la nave derecha del templo. Tan estremecedor como recordábamos.











Salimos, y decidimos que la lluvia nos va a acompañar, pero no nos va a hacer desistir de conocer otros rincones de la ciudad, como el Castello Sforzesco, antigua fortaleza defensiva del siglo XIV, el Arco de la Paz, de comienzos del XIX, encargo de Napoleón originariamente, al otro extremo del Parco Sempione, que queda enmarcado entre los dos edificios.




Al regresar buscando el hotel, tomamos un pequeño 'atajo inverso', para acercarnos a presentar nuestros respetos al genio de Leonardo da Vinci, que aunque siga inaccesible para nosotros La Última Cena, al menos si entraremos en la Iglesia de Santa Maria delle Grazie, con sus techos policromados, de finales del XV, con su ladrillo rojo característico. Algún día repararemos este agravio. Palabra.





 El definitivo retorno al hotel requiere de una parada técnica de intendencia, para solucionar algunas cenas y otras urgencias, y permite contemplar el Duomo en su versión nocturna. Otras cenas se solucionaron con una breve salida hacia una pizzería cercana donde algunos comen más de lo que parece, y otros parece que comen poco, y tampoco es verdad.



Mañana a las 7:30 suena el despertador, que nos despedimos de Milán y nos espera Verona,  y ya vamos a dormir menos de lo que pensábamos; pero ya sabéis que a algunos les cuesta resumir.


Un abrazo,


Ana y Javier

3 comentarios:

  1. Muy completo y fotos muy bonitas . Seguiremos con mucho interés el relato diario de vuestras vivencias.
    !!!Disfrutad mucho!!!

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  2. Comienza lo bueno compis! Noches en vela, griegos fiesteros y algún que otro cabreo... Viaje fantástico el que tenéis por delante a si que ya sabéis, id midiendo fuerzas que os queda lo mejor! A ver si este año alguno se gana el helado en la prueba de Florencia. Si lo hacéis reclamadlo! Os seguimos por aquí con la misma ilusión que nosotros el año pasado recorríamos Italia. Saludos!

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  3. Parece mentira que haya pasado un año!!!
    Un buen relato y bonitas fotos, como siempre.
    Disfrutad mucho!!!!
    Un abrazo

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