jueves, 6 de marzo de 2014

Florencia, día 4º

Muy buenas, familia;
Llevamos un día de retraso en esto de contaros nuestras cosas, y lo que empezamos contando por la noche, ahora lo vamos haciendo en el autobús, por la mañana. Ya sabemos que está genial desayunar leyendo las noticias de los vuestros, pero se nos ha desajustado un poco, y ahora es difícil volver a engancharse.
Hemos pasado el día en Florencia, y la noche ha sido tranquila. Nos hacía falta a todos. Vamos a contaros.

Amanecemos todavía en Roma, aunque lo de amanecer es relativo, que a las seis y media ya estábamos desayunando todos, duchados y oliendo a limpio que, como decía Proust, es como recordar las magdalenas de la abuela, por un momento te sientes en tu rinconcito protegido, junto a los tuyos. Y todo esto sólo porque hueles a champú. Nos espera un trayecto en autobús de tres horas y media (con un descanso a la mitad, como en los cines antiguos, para visitar el bar). Así que, lo mejor es coger una buena posición, y a disfrutar del paisaje. La verdad es que el fotógrafo lo disfrutó de lo lindo; los demás, como pasa siempre: cuando no se pueden ver las cosas, lo mejor es soñarlas.












Nada más llegar, nos espera el guía local, Gabriel, que tiene una voz que le sale de lo profundo de las cavernas. Muy competente. Llegamos a la Piazza dil Duomo. Mármol blanco, verde, rosa recubren metros y metros de piedra. Impresiona. Mucho. Tanto que tardamos un poco en darnos cuenta de que el baptisterio está todo rodeado de andamios; Las puertas del Paraíso de Ghiberti están libres, pero enmarcadas por andamios. Les restan espectacularidad. Nos centramos entonces en la catedral. Destaca la figura de Santa María, enmarcada por los apóstoles, y sobre todos ellos, Dios; no sé si es muy habitual que aparezca representado. Asombra la cantidad de metros cuadrados de mármol que recubren toda la construcción. 









Empezamos a ver el campanario. Es brutal. Quizá no sea un adjetivo muy adecuado, pero sólo me viene ése a la mente, constantemente. Se yergue y domina todo el conjunto; esbelto, pero robusto; rivalizando en atención e importancia con la cúpula de Bruneleschi. Contrasta ésta con su color rojo sobre los blancos, verdes y rosas. Pasamos al interior, y el contraste es enorme. Paredes blancas y piedra gris que marca todas las nervaduras y soportes del coloso. Nada de lujo, nada de ostentación; solos tú y la divinidad, sin distracciones. Puro espíritu de la Contrarreforma. Excepto en la cúpula, que presenta unos maravillosos frescos del Juicio Final, que serían más impactantes si no viniéramos de ver a Miguel Ángel y los suyos; la comparación no se soporta; juegan en ligas distintas.







Al salir nos dirigimos hacia la plaza de la Reppublica, origen de la ciudad romana, de la que nada queda excepto unos restos de la muralla. Bajando hacia Ponte Vecchio, nos desviamos para entrar en la Iglesia de Orsanmichele, que ocupa el antiguo mercado del trigo, y ahí se mezclan las argollas para levantar los pesados fardos de grano con las pinturas de los santos. Destaca un imponente tabernáculo con influencias orientalizantes, y un grupo escultórico que representa a Santa Ana, la Virgen y el Niño, en el lateral de la iglesia.



Sigue el paseo por las calles de la ciudad, encontrando rincones donde se encuentran torres, palacios de grandes sillares, también almohadillados, que nos evocan el palacio de Carlos V en Granada. Y llegamos a la plaza de la Signoria. Majestuosa, con su aspecto de fortaleza, y la torre que se clava como un lápiz en el cielo para escribir en él el poder casi imbatible de la Florencia renacentista. La Logia delle Muse, con sus obras al descubierto para que todos las admiren, donde destaca Perseo sosteniendo la cabeza de Medusa, cuyo cuerpo yace a sus pies; y el rapto de las Sabinas, espiral frenética de cuerpos retorcidos. Sin embargo no consiguen vencer la fuerza que tiene David, que mira desafiante a todos los que llegan hasta la plaza, y nos empequeñece, aunque sepamos que es una copia. Los pobres Hércules y Caco casi son ninguneados por su presencia, y solo le resiste un poco el dios Neptuno, quien en su fuente le recuerda que las aguas son su territorio. Y encima no hay nadie del Atleti que lo reivindique.





Pasamos entre ellos, casi de puntillas para no distraerlos , y desembocamos en la plaza de los Uffizzi, donde se encuentra la Galleria degli Uffizzi. Teniendo tan poco tiempo para ver Florencia, es impensable entrar en un lugar que merecería casi un día entero para ver sólo lo imprescindible: fra Angellico y el tránsito del románico al gótico, Giotto, Leonardo da Vinci. El Tondo Doni, de Miguel Ángel. Y Boticcelli. Sandro Boticcelli. Para alguno de nosotros, la perfección en la pintura: el Nacimiento de Venus; la Alegoría de la Primavera. Duele no entrar. Duele mucho. Lo añadimos a la lista de agravios, de motivos para volver.
Sigue la visita por la margen del Arno, hacia Ponte Vecchio, siguiendo el pasaje cubierto por el que los Medicci accedían desde su residencia hasta la Signoria, sin tener que soportar miradas de sus ciudadanos. Ponte Vecchio es otra cosa. Vale, es un puente, de un lado del río hasta el otro. Como los demás. Supongo que tendría menos ‘glamour’ cuando lo que había en sus instalaciones eran carnicerías, con sus olores y desperdicios arrojados al río. Pero las cambiaron por joyerías; y cambió. Todo. Tiene un encanto extraordinario, pasear por él es absolutamente fabuloso (eso sí: tenga cuidado de sus objetos personales, que dirían en los aeropuertos). Y regresando a la plaza de la Signoria, Gabriel nos deja y termina la visita guiada.





Son las dos; a las 18:45 volvemos a citarnos para regresar al autobús. Hay que correr. Hay que comer. Tiempo para ello hasta las tres y cuarto, y seguimos. Nuestro primer objetivo es la Academia. Pase que por inabarcable no entremos en los Uffizzi, pero no se puede pasar sin ver el David. Miguel Ángel es una constante en nuestro viaje y nos va marcando las visitas, acercándose y alejándose de nosotros. Grupo escolar, menores de 18 años, 16 alumnos y dos profesores. Tenemos una carta de la escuela que lo acredita; y la edad de los alumnos, para evitar la picaresca. Ellos entran gratis, y a los profes tarifa reducida al cincuenta por ciento. Lo que tiene ser previsores, y que Ana se pasara las últimas horas antes del viaje en el cole preparando suficientes listas para todos los sitios donde las pudiéramos necesitar. La lástima es que no pudiéramos saber cuándo iba a ser nuestro tiempo por libre en Florencia, porque la fila para las entradas reservadas estaba vacía, mientras la otra presentaba un considerable número de seres (la mayoría humanos, pero algunos no lo parecían). La costumbre de buscar el lado bueno de las cosas, y la puntería de poner una de las mejores heladerías de Florencia (que ya es decir) a apenas unos metros, hace que la espera sea mucho más llevadera, y pasa tan rápido como el helado de las tarrinas a nuestras sensaciones.







David. Miguel Ángel. 1501 a 1503. Dos años. Ni en dos vidas que viviéramos algunos haríamos ni siquiera en plastilina algo parecido. Es para quedarse allí, sentado, toda la tarde. Así había muchos, armados con sus lápices intentando captar la esencia de la obra. El trabajo es absolutamente perfecto, la talla, el pulido, los tendones, venas, músculos, huesos. La tensión que se aprecia en su brazos. La fuerza de su mirada. El movimiento que se inicia en su pierna. Ni siquiera un ser humano tiene tal perfección anatómica. Pero no resulta exagerado; todo en él es proporción. Bueno; todo no. La mano. Parece más grande, pero no lo es; es cuestión de perspectiva.
Y también está prohibido hacer fotos; y esta vez, sea por la presión de los vigilantes o por la mirada de David, todos lo cumplimos.
A correr de nuevo. Próximo destino, Ponte Vecchio, con la firme intención de cruzarlo en busca del Palazzo Pitti. Vamos desde il Duomo, por plaza de la Reppublica, pero ahora buscamos el mercado de la Paja, en la actualidad convertido en mercadillo turístico donde comprar objetos de marroquinería tan bien trabajada por estos lugares. Pero sobre todo es conocida por la escultura de un jabalí que ha acabado por dar nombre al sitio: Logia del Porcellino. No cumplimos con el rito, porque un copioso número de japoneses ha tomado el lugar, y sólo les falta clavar allí su bandera; no hay manera de moverles. Así que sacamos la foto furtiva, y nos vamos.



Cruzamos Ponte Vecchio, alguien se arriesga a llevarse una multa de 160 €, pero amor omnia vincit, y allí quedan encadenados dos corazones. El amor es eterno mientras dura, dice Ismael Serrano.



Palazzo Pitti. O el paso del gótico al Renacimiento. Del todo en función de Dios, al todo a la medida del hombre. No busquéis altura, pero no intentéis sacar en una foto de toda la fachada del palacio. Salvo que seas Enrique. Le debemos un helado; de chocolate, a poder ser.



A correr otra vez. Por la otra orilla del Arno hasta el siguiente puente, que nos deja a la altura de Santa Croce. Pero antes, nos paramos para hacernos la foto con Ponte Vecchio al fondo. Un clásico. Y un torpe, que no cambia el modo de la cámara, y con el contraluz, todo queda oscuro. Nos sorprende una escultura de un hombre caminando hacia el río. Hasta que te das cuenta de que es eso, una estatua, se te encoge todo por dentro. Luego te ríes.




Llegamos a Santa Croce, el lugar donde están enterrados insignes florentinos como Dante, después de amores y desprecios con y por su ciudad; y Miguel Ángel, que de nuevo se cruza en nuestra ruta. Esperemos que no sea la última vez. También es momento de recuerdos emocionados, y de saltos en los charcos, que todo en la vida se mezcla.






Ya hemos terminado lo previsto para el poco tiempo que teníamos; hemos tenido que renunciar a muchas cosas, como San Lorenzo, con las tumbas de los Medicci, y su mercado alrededor, y Santa María Novella. Y pasear con calma por sus calles. Nuevo agravio.
Autobús y regreso al hotel. Delta Florence se llama. Advertidos estáis. Tenemos la cena incluida en él. Tiempo para una ducha y pegarnos con el wi-fi, y a las ocho y media estamos puntuales como relojes, ocupando las dos mesitas que nos han reservado. ¡Sorpresa! Una sopa minestrone, típica de la región (mezcla de verduras y algo de pasta, con fuerte presencia de cebolla, según la costumbre) que despierta las más insospechadas respuestas entre nosotros. De mención especial es el papel de Héctor, Natalia y Estela, que se muestran como fervientes partidarios de la cocina española. Está buena. Sobre todo si tienes hambre. El segundo es otra cosa (es obvio). Aparece la ensalada, abriendo el cartel. Momentos de incertidumbre. Pescado. Empanado. No hace falta decir más. Y de postre fruta. Para sorpresa de algunos, arrasa. Manzanas, kiwis, mandarinas, naranjas.







Luego, el tiempo para comprobar que España sigue dominando el mundo como en tiempos de Felipe II, aunque ahora sólo sea corriendo detrás de un balón. Tiempo de relajo y de risas controladas en las habitaciones, hasta que se hace la hora de dormir. Y se dedican a ello.

Y mañana, Pisa y Padua.


Ana y Javier.


7 comentarios:

  1. ¡Bravo!, nos estais haciendo disfrutar con este blog casi....como si estuviéramos ahi.
    Felicidades a todos.

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  2. !!!Qué pasada!!! Muchas gracias por hacernos participes de vuestro viaje de esta forma tan detallada, amena y tan bien descrita. Un besazo enorme para los 18.

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  3. Hola!!!! fui alumno del colegio hace ya unos años, e hice un viaje parecido. Muchos días me acuerdo de momentos que vivi en ese viaje, en esos días en florencia, en siena, en pisa y roma donde disfruté de unos días increibles con mis compañeros de clase. Nunca olvidaré el viaje de fin de curso!!! asi que aprovecharlo al maximo, quedaros con todo lo que os cuenten en cada ciudad, y nunca nunca dejeis que nada estropee el viaje. Es una vez en la vida!!!

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  4. Me ha encantado!!! como disfruto leyendo el blog tan bien detallado, y las fotos preciosas.
    Esos angelitos dormidos en el bus....qué tiernos!!!
    Besos.
    Esperamos el próximo

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  5. Con esta crónica diaria tan conmovedora y apasionante es difícil desengancharse.
    Sobre todo con esos toques de humor con los que nos narráis vuestras historias, que son las que realmente recordaréis y serán las que permanezcan inalterables en vuestra memoria.
    Y... si no es con el desayuno, os leemos con el Cola- Cao de antes de irse a dormir.
    Cada día, impacientes, esperamos que aparezca una "entrada" nueva, porque queremos saber cómo continúa esta historia, lo bien que lo estáis pasando y... nos dais tanta envidia...

    Seguid disfrutando y seguid sacándonos una sonrisa cada día.
    Un besazo a tod@s

    PD: Javier, has hecho un amago de salir en una foto, pero aún no nos creemos que estés ahí, a ver si mañana te vemos por Venecia.

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    1. No sé bien qué ha pasado, porque la foto estaba entera... Un besito, Irene. Muchas gracias por estar ahí.

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  6. Ana y Javier quiero daros la enhorabuena y mostrar mi reconocimiento al grandísimo trabajo que estais realizando es una pasada. Estamos enganchados cada mañana a la crónica diaria del viaje que es muy muy detallada .También es muy gratificante ver que los chavales se lo están pasando genial y dentro de unos años valorarán este viaje como una experiencia inolvidable. Un saludo y nos vemos prontoooo en 3 días .

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